Desde el norte

Muertos que valen poco

Quizás una vida por otra entera en la cárcel sería lo justo, objetivamente hablando. Ni así compensaría

Raquel Rodríguez Muñoz

Raquel Rodríguez Muñoz

Dos años y tres meses de cárcel. Es lo que vale la vida de una niña de 12 años y otros tantos los de su madre de 40. Es la sentencia que ha dictado la Audiencia Provincial de Madrid por los homicidios imprudentes causados por un conductor que dio positivo en alcohol y drogas y circulaba por Móstoles a más de 130 kilómetros por hora. Los abogados de la familia y el conductor han llegado a un acuerdo porque la fiscalía pedía 6 años de cárcel.

No puedo imaginar los motivos de los familiares para aceptar rebajar una pena que también incluye una indemnización de más de 455.000 euros. No les voy a juzgar, pero en la cuestión de la prisión, ni los cuatro años y medio acordados, ni los seis, me parecerían suficientes para reparar las dos muertes.

Las asociaciones y plataforma Stop accidentes reclamaban a finales del 2022 un cambio en el Código Penal para poder imponer mayores penas a los que, al volante, cometen homicidios o dejan a personas con lesiones de por vida. En la ley, hay un tratamiento distinto cuando se trata de accidentes de tráfico y eso es lo que quieren eliminar, quieren equipararlos al resto de homicidios, en este caso, y no hacer una distinción que supone una rebaja de las penas.

Porque unas y otras son vidas que alguien arrebata y que no volverán y ni 400.000 euros ni otra desorbitada cantidad podrán compensar. En ese accidente, quedó una niña de 9 años herida, y supongo que traumatizada de por vida. A lo mejor ese dinero le resuelve su situación económica, pero será el menor de sus problemas.

El endurecimiento de las penas por las consecuencias de los accidentes de tráfico debería ser prioritario. Así algunos se lo pensarían antes de conducir borrachos o drogados. Ojo que los accidentes están aumentando. En el 2022, un 4% a nivel nacional y, el año pasado, en Extremadura, en nada menos que un 70%, con un total de 51 muertes.

Las escribimos, las leemos en un periódico o medio de comunicación y pasamos a otra cosa, pero una a una son vidas que quedan destrozadas y, en la mayoría de los casos, las familias consideran que no se hace justicia, que las sentencias que se imponen suponen un segundo castigo, la sensación de que las vidas de esas personas fallecidas valen muy poco. Quizás una vida por otra entera en la cárcel sería lo justo, objetivamente hablando. Ni así compensaría. 

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