Opinión | Extremadura desde el Foro

Pedagogía: concepto y cansancio

Contra la torticera utilización del electorado y el estrés de las estructuras del estado de derecho, sin embargo, hay que posicionarte enfrente. Ya se nota el cansancio de comulgar con ruedas de molino

Las urnas.

Las urnas. / EL PERIÓDICO

La tentación en el análisis del resultado gallego es hablar de lo inmediato, explicar la matemática electoral desde la perspectiva de los hechos más recientes. Este ángulo nos dirá que es la ley de amnistía uno de los parámetros con los que hay que analizar los votos del domingo. O, al menos, que es el más relevante. También que la famosa «lectura» debe hacerse en «clave nacional». Si uso el entrecomillado es para subrayar que estos giros, tan profusamente usados, no son otra cosa más que adornados clichés. Y como todos los clichés, en ellos se confunde algo de realidad con una versión maniquea y resumida de la misma. Para mí, los distintos (incluso interesados) análisis llovidos desde el domingo pecan de anclarse en esa interpretación.

Hay una tendencia latente que no se explica sólo desde el horizonte de los últimos meses, o, ampliando el campo de batalla, de la estrenada legislatura. Supongo que mucha gracia no les hará a algunos compañeros de posición ideológica, pero fue el dedo del ahora apartado Pablo Iglesias el que marcó el camino. Su «no volverán ustedes a sentarse en el consejo de ministros de este país». Esa frase contiene la definición de la política española en su último lustro.

Viniendo de dicho interlocutor podía creerse que era una bravuconada. Un ejemplo más de esa hipervitaminada forma de hacer política de la que hacía gala el líder (¿ex?) de Unidas Podemos. Sólo que no era eso. Era el diseño de un plan.

Lo confirmó la noche del 23 de julio un sonriente y vindicativo Pedro Sánchez cuando soltó aquello de «somos más». Era tan fácil como ver los números para desmentir que aquello no solo estaba lejos de ser cierto, sino que era arriesgado. ¿Por qué? Porque esa exigua mayoría exige multitudes. La alienación de esos astros ni podía ser sencilla ni prometía ser barata.

Primero, demandaba un concepto, una explicación. Una argamasa sobre la que construir los cimientos de un castillo: una nueva narrativa. Que era exactamente lo que se buscaba: un relato para vender. Que fuera o no un éxito de ventas se debería a la manera de enfocar; es decir, la bendita pedagogía. Cuando un político apela a que no se hecho buena “pedagogía”, o no en suficiente grado, suele ser que el votante no ha tenido (aún) las tragaderas, no se ha bajado del sentido común o, simplemente, no ha comprado mercancía averiada.

La gestión de la crisis financiera dejó mella en unos españoles que entendieron que el socialismo no fue capaz de lidiar correctamente con la coyuntura

El concepto que surgió fue el de la España “plurinacional”, que llevaba aparejada las buenas intenciones de la convivencia y el reconocimiento de la diversidad. Ya teníamos los fines, tan plausibles, que resistirían el uso y abuso de cualquier medio. Por supuesto, ambas ya están más que garantizadas en la propia Constitución. Y lo que se trataba de crear iba a requerir la ruptura de la solidaridad. Pero eso poco importaba, ya existía un perfecto relato del que los suyos pudieran, sino sentir orgullos, al menos agarrar. Y, de paso, valía para señalar a cualquier disidente, sin necesidad de que sea oposición. ¿No? Comprueben los discursos y conflictos de los dirigentes socialistas antes y después del 23-J.

Hagamos por un momento un alto en el camino, que nos ayudará a entender. Todo este concepto se va puliendo aún en los años de la oposición de la actual izquierda española, en sus diversas formaciones. Pero nace de una conclusión basada en una contumaz realidad: la gestión de la crisis financiera dejó mella en unos españoles que entendieron que el socialismo no fue capaz de lidiar correctamente con la coyuntura. Ni siquiera los torpes intentos posteriores de culpar a los populares sirvieron. Al socialismo les costaba, en la primera etapa de Sánchez, acercarse siquiera a los cien escaños. Si se produjo después, fue únicamente cuando se alzó con el poder, sin resultado electoral mediante, a través de una moción de censura en la que prometió convocar elecciones al día siguiente (no cumplió) y basada en el pecado original de los populares, una corrupción (que indudablemente existió) y de la que él aseguró estar lejos (veremos si es así, en estos turbulentos días). Aquello le dejó una lección a la izquierda: no somos más, pero desde el poder podemos parecerlo. Que es lo que importa.

Contra la suma de escaños, he insistido en esta columna, nada cabe en contra. Es nuestro sistema y como tal otorga una legitimidad incuestionable. Que hay que defender siempre, con más intensidad si cabe cuando gana las opciones contrarias a nuestros posicionamientos. Contra la torticera utilización del electorado y el estrés de las estructuras del estado de derecho, sin embargo, hay que posicionarte enfrente. Que diría aquél. Además, ya se nota el cansancio de comulgar, tanto y tan largo, con ruedas de molino. 

* Abogado. Experto en Finanzas.