Opinión | Macondo en el retrovisor

El secreto del tentetieso

A la presidenta de Madrid le crecen los enanos por días. El último ‘culebrón’ asociado a ella es el de su actual pareja, Alberto González Amador, imputado por dos delitos fiscales

Isabel Díaz Ayuso.

Isabel Díaz Ayuso. / EL PERIÓDICO

Los tentetiesos son esos muñecos con una base semiesférica que actúa de contrapeso, de manera que da igual cómo o por dónde los golpees, siempre vuelven a la misma posición. De pequeña me intrigaba profundamente su ‘secreto’, hasta que pasada la novedad y descubierto el mecanismo, pasó a ser terriblemente tedioso. Lo mismo me está sucediendo con la señora Isabel Díaz Ayuso y sus recurrentes ‘corruptelas’, sin duda en política, lo más parecido al cansino juguete.

A la presidenta de Madrid le crecen los enanos por días. El último ‘culebrón’ asociado a ella es el de su actual pareja, Alberto González Amador, imputado por dos delitos fiscales. Según se van desgranando, negro sobre blanco, los detalles de las finanzas de este caballero, cada vez queda más en evidencia que hay irregularidades inexplicables y que algo huele definitivamente a podrido en sus negocios y su patrimonio.

Sin embargo, ahí sigue ella, derecha y orgullosa, de vuelta a su posición inicial tras la sacudida de los primeros días de escándalo, negando la mayor y haciéndose la víctima. Lo irónico además es que en los que algunos ven la sombra de la corrupción más alargada, para otros no es más que el aura impoluta de la más completa inocencia. Y el asunto polariza ya no sólo Madrid, sino a todo el país.

Es muy fácil caer, dado nuestro bagaje histórico, en la dinámica de bandos. Los míos y los tuyos, el conmigo o el contra mí. Y es la única explicación que se me ocurre para justificar que haya gente que siga prestando su incondicional apoyo y su voto a personas que utilizan su poder para lucrar a los suyos, sabiendo que no va a haber consecuencias, porque su ‘público objetivo’ entiende perfectamente su comportamiento e incluso lo justifica.

Está claro que el nepotismo ha existido desde tiempos inmemoriales, pero sin duda, es el hecho de pretender ‘irse de rositas’, con chulería y echando balones fueras, una vez más, lo que resulta esperpéntico.

Porque antes fueron su padre, su madre, su hermano y su ex novio los que habrían engordado significativamente su patrimonio con dinero público gracias a su relación con Ayuso.

Pero en su partido nadie osa cuestionar o condenar públicamente sus supuestas irregularidades, a menos que sea fuera de cámara, claro, porque indudablemente el recuerdo de lo que le sucedió a Pablo Casado, todavía está latente en la memoria de muchos.

Además, la presidenta popular se rodea de lacayos y escuderos, como el grotesco Miguel Ángel Rodríguez, que se retrata como lo que es, intimidando física y verbalmente, a cualquiera que se atreva a molestar o a cuestionar a su ‘ama’.

Persecuciones a los medios de comunicación y a los periodistas que investigan y denuncian sus devaneos, que nos recuerdan hasta qué punto puede ser indicativo del mal estado de un supuesto régimen democrático que se amenace sin consecuencias con «triturar» la libertad de prensa.

De ley es admitir que en la actualidad hay otros ejemplos de actitudes y conductas similares. Aunque he de decir que todos los que se me ocurren tienen un denominador común: tienen lugar en el contexto de dictaduras u órdenes dictatoriales encubiertos.

Rusia, China, Corea del Norte o la era Trump en Estados Unidos, dejan bien claro que no hace falta viajar al pasado para darse de bruces con otros ‘líderes’ disparatados y arrogantes, que se sienten por encima del bien y del mal. Y que se mantienen en el poder, no sólo gracias al apoyo de aquellos a quienes benefician descaradamente, sino también al silencio y el ‘borreguismo’ de su electorado.

La semana pasada en el juicio por el fallido ‘Campus de la Justicia’ de Madrid, Esperanza Aguirre, una de las más firmes defensoras de Ayuso, declaró ante el juez: «Pensamos, seguramente mal pensado señoría, que ‘ancha es Castilla...’ y que aquello no nos iba a costar. Pero al final nos costó». Y en esa simple frase se resume gran parte de la filosofía del actual Partido Popular, de sus ‘cajas B’, y de sus ‘cachorros’, que se sienten intocables.

El tentetieso Ayuso vuelve después de cada golpe de corrupción asociado a su persona a la posición inicial, sonriente y absurda, gracias a el negacionismo y la lealtad ciega de todos los que le arropan, le jalean y le votan, pese a las evidencias de su deshonestidad. Eso y sólo eso es el secreto del mecanismo que la sustenta y la mantiene en el poder. Y aburre y asusta a partes iguales.

* Periodista