Contra de sexta

Mentira vital real

Rosa María Garzón Íñigo

Quiero creer, como J. J. Rousseau, que: el hombre es bueno por naturaleza y la sociedad lo corrompe. Gracias a las relaciones y experiencias personales. Y que, ancestralmente, en su lucha por la supervivencia, desarrolla estrategias de ocultamiento y engaño ante quienes considera posibles depredadores o presas, eligiendo mentir para lograr un beneficio a costa de los demás u ocultar hechos y datos con alguna intención, cuya práctica mejora su perfeccionamiento.

Maquiavelo, en El Príncipe, ya advierte que: es necesario tener gran facilidad y habilidad para fingir y disimular: los hombres son tan simples y se someten hasta tal punto a las necesidades presentes, que quien engaña encontrará siempre quien se deje engañar.

En general, tomamos la decisión de mentir por puro interés en ganar o evitar algo. Motivos que varían según la situación, persona y elección, pues también hay quienes prefieren el engaño y el autoengaño a conocer la verdad. Pues, incluso siendo conocida por ambas partes, se llega a mentir a la cara e insistir lo necesario para sostenerla y dormir plácidamente sin remordimiento de conciencia. Sea por miedo a ser juzgado o cuestionado, egoísmo o, puro y estúpido orgullo, cuanto menos, como apunta Demóstenes, es algo altamente injusto si eres la involuntaria víctima. Aunque la religión católica, desde el sentimiento de culpa, añadiera a la mentira el adjetivo piadosa en un intento de minimizar su importancia y eximir responsabilidades para sentirnos mejor, esto únicamente es un gesto paternalista que no impide sus consecuencias.

Nada nuevo bajo el sol. Mentiras y falsedad son el pan nuestro de  cada día y, en estos tiempos de la inmediata sobreinformación, más.

Así, durante años, en varias comunidades autónomas y, en los últimos meses, en la nuestra, un falso médico de familia  ha campado a sus anchas engañando a administración y pacientes por centros de salud de Alagón del Río, Navaconcejo, Jaraíz de la Vera y Valdefuentes, hasta ser detenido, la pasada semana, por intrusismo y falsedad documental (que se sepa, pues la investigación sigue abierta).

Al parecer, un docente cuyo pasatiempo favorito es practicar la medicina tal y como cambia de juego porque el anterior le aburre demasiado. Tal vez las circunstancias le impidieron formarse en su pasión. Quién sabe lo que le ha llevado a tomar esta decisión desde la más nula empatía, precisamente en una profesión donde, utilizarla, sana..

Lo más grave de todo es que ha estado jugando con la vida y salud de muchas personas y que todavía se desconoce el alcance de las consecuencias, reversibles o irreversibles, que pueda tener su, además, reincidente engaño.

No podemos protegernos de quienes eligen engañarnos, ni a quienes deciden autoengañarse, pero lo que sí podemos es elegir no mentir, no es necesario.