con el programa ‘vacaciones en paz’

Verano diferente lejos del desierto

Durante los meses estivales familias placentinas y de toda Extremadura acogen a niños saharauis de los campamentos de refugiados. Es una vía de escape a las condiciones extremas del verano en el Sáhara 

Juegos y muchas risas: un verano repleto de actividades.

Juegos y muchas risas: un verano repleto de actividades. / EL PERIÓDICO

El Sáhara, de por sí, ya tiene unas condiciones climatológicas muy duras, pero durante los meses de julio y agosto se endurecen hasta un punto muy difícil de soportar, con temperaturas que alcanzan hasta los 55º. El programa ‘Vacaciones enPaz’ nació hace cuatro décadas con el objetivo de proporcionar un verano diferente, más propicio para esos niños que viven en campamentos de refugiados. Un verano en el que puedan conocer de primera mano una cultura diferente, aprender un nuevo idioma o experimentar nuevas costumbres. Además, estos meses de verano les sirven como preparación para el invierno cuando vuelvan a su lugar de origen, pues aquí se someten a revisiones médicas, van al dentista y pueden tener una alimentación más propicia para mejorar sus condiciones de salud y poder encarar las condiciones extremas del Sáhara con una perspectiva mucho más positiva.

Además de mejorar su salud y su vitalidad, pueden estrechar lazos con otros niños y crean fuertes vínculos con las familias de acogida, que ya ven a estos niños acogidos como un miembro más.

Si bien es una vía de escape a las condiciones extremas de su hogar, lo es solo de forma temporal, pues ellos viven con sus padres y hermanos en armonía, con la felicidad que supone estar rodeado de los tuyos.

Cualquier familia puede convertirse en hogar de acogida, y la idea del programa es que los niños experimenten la vida normal de un verano en España: ir a la piscina, a la playa, disfrutar del ocio que aquí se considera como cotidiano, pero que para los niños acogidos es un mundo totalmente nuevo.

Montse López, coordinadora del programa en Plasencia, asegura que es una «experiencia muy bonita, para vivirla». No solo los niños acogidos se llevan un valioso aprendizaje a sus hogares, pues las familias «también aprenden muchísimo de ellos», relata. Para los menores es una gran experiencia: «Cuando termina el verano ellos se van con sentimientos encontrados por tener que dejar a la familia que les ha dado un verano tan diferente y, por otra parte, reconfortante, porque también se van felices por volver a ver a sus padres en su hogar».

López subraya lo satisfactorio que es proporcionar un verano más amable para los niños, y también considera: «Has podido ayudar a que ahora pasen un mejor invierno gracias a las revisiones médicas y a la alimentación que han recibido aquí durante los dos meses de verano». 

Al programa se acogen niños de entre 8 y 12 años. Este año hay 24 menores en la provincia de Cáceres, un centenar en toda Extremadura. 

En primera persona

Ana, una de las placentinas que ha ofrecido su casa como hogar de acogida, relata su experiencia con Abida, una niña de ocho años, siendo la primera vez que ambas forman parte de esta iniciativa. «Los primeros días son de organización y de papeleo», cuenta. Para que la niña pueda recibir la atención sanitaria, se deben hacer las gestiones necesarias con la Seguridad Social. «Desde la asociación me comentaron que, aparte de para pasárselo bien, hay que poner a los niños un poco al día en cuanto a vacunas, dentista y todas las carencias que pudieran tener», explica. Siempre con el fin de que puedan pasar el invierno de la mejor manera posible. 

Un verano especial para todos: Abida y el agua, inseparables.

Un verano especial para todos: Abida y el agua, inseparables. / EL PERIÓDICO

«Las mañanas las dedicamos a ello», dice Ana. Y agrega: «Hemos ido al dentista, otros días a la óptica, donde les hacen la revisión gratis e incluso les regalan gafas si las necesitan». Para Abida, lo mejor empieza por la tarde. «Ella tiene aprendidísimo que después de comer, hay piscina», relata Ana entre risas, que explica que la rutina de Abida. Ahora no es muy diferente «a la de cualquier niño en verano», comenta. «Algunos días hemos ido a la playa, otros a un camping con animación en el que se lo pasó fenomenal, la piscina...», enumera. «Al principio no sabía nadar, pero aprendió rápido y ahora no se cansa del agua». Ana es consciente de lo diferente y positivo que será este verano para Abida, que se ha adaptado «rapidísimo» aun siendo la primera vez que venía a estas vacaciones en España. «Al principio tenía un poco de miedo por ella, pero su adaptación ha sido rapidísima. A mis dos hijos, a mi madre, a mis perros, que les encantan a todos», explica. La barrera idiomática no ha impedido la adaptación de Abida a su familia de acogida, pues «sabía muy poco español pero por señas se hacía entender», recuerda Ana, que tiene muy claro que «Abida ya forma parte de la familia». La intención es, sin duda, repetir.

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