lleva el oficio en la sangre y desde 1994 conoce perfectamente al vecindario al que atiende

El ‘guardián’ de 80 pisos del barrio del Eroski

Antonio Benítez es el responsable del mantenimiento, limpieza, vigilar y recibir el correo del imponente edificio Gante Uno

Antonio Benítez, delante del bloque donde trabaja, en Cáceres.

Antonio Benítez, delante del bloque donde trabaja, en Cáceres. / LORENZO CORDERO

Cuando uno cruza una de las puertas que dan acceso al imponente edificio Gante Uno (80 viviendas), situado en la avenida de París y en la calle Londres de Cáceres (zona del Eroski), una voz con acento gaditano surge desde el patio. «Perdone, ¿le importaría decirme a qué portal o piso va usted?», pregunta. Si el visitante se queda un tanto desconcertado ante lo que cree una indiscreción, la misma voz aclara: «Soy el portero, y como no le conozco me intereso». Quien habla es Antonio Benítez. Él lleva el oficio en la sangre y desde hace casi 30 años conoce perfectamente al vecindario al que atiende. «Es como de la familia, un conserje de la vieja usanza», destacan sus vecinos a este diario.

Se podría decir que los porteros o conserjes son una especie en vías de extinción, pues cada vez es menos frecuente encontrarlos en los portales cacereños. Benítez se encarga del mantenimiento, limpieza, vigilar, recibir el correo... No son pocas sus labores. Es una profesión «de toda la vida» que requiere de un perfil educado y comprometido. «Hace varias décadas abundaban en los edificios de propietarios, aunque ahora este trabajo está más en desuso. Han desaparecido muchos. En la mayoría de los casos, cuando se han ido jubilando, no se han sustituido. Normalmente contratan empresas de limpieza y con eso solucionan la papeleta», lamenta Antonio.

Antonio deja los cristales impolutos.

Antonio deja los cristales impolutos. / LORENZO CORDERO

Benítez está acostumbrado a escuchar, le gusta. En estos tiempos de prisas también se ha convertido en guardián de personas mayores que viven solas. «Respeto y saber estar, ese es mi lema. Aquí me encargo de la limpieza y de todo lo que conlleva la atención a una comunidad, recoger los paquetes y las cartas, atender a quién sale y entra, conocer los gustos y necesidades de cada vecino. Somos como una gran familia, hay gran confianza con los propietarios, yo controlo y vigilo sus casas cuando salen de viaje y me encargo de que no pase nada. Soy su persona de confianza, conozco a todos, a los padres y a los hijos. Muchos de los muchachos que nacieron aquí ya son mayores, tienen sus carreras, trabajos...», comenta Antonio con una amplia sonrisa.

Se despide contando alguna anécdota. Pero es muy prudente y muy respetuoso, nada que ver con la lengua vivaracha de Emilio, el mítico portero de la serie ‘Aquí no hay quien viva’.