‘Eso no es amor’ da título a un taller sobre violencia de género que ha llegado ya a 120.000 jóvenes

Taller contra la violencia de género en Cáceres: El infierno de Marina como terapia

La educadora alicantina sufrió agresiones y todo tipo de vejaciones por parte de su expareja 

Su experiencia vital la cuenta en charlas por todo el país

Esta semana estuvo en Cáceres, donde narró el calvario que padeció

«El amor no vale la pena, vale la alegría. Y si no, es que no es amor», fue una de las frases que dijo Marina Marroquí durante el taller de prevención y detección precoz de violencia de género que dio la monologuista alicantina el pasado 16 de octubre en el salón de actos del Instituto de Lenguas Modernas. Cerca de un centenar de asistentes estuvieron presentes en una actividad organizada por la Asociación Colombine y la Oficina para la Igualdad de la Universidad de Extremadura.

Más de una hora y media de charla en la que no dejó a ninguna persona del público distraerse ni un solo momento. Los continuos chistes que contaba, con los que trataba de mantener la atención de los más jóvenes, amenizaron un evento en el que explicó la situación a la que se enfrentó cuando era adolescente, la forma en que la superó, la manera en que está tratando de explicársela a estudiantes de todo el país y algunos ejemplos de machismo que hay en la televisión, videojuegos, publicidad o en la sociedad.

Pese a estar acostumbrada a impartir su discurso a niños y niñas de 13 años, en la tarde del lunes agradeció la presencia de un público cuyo abanico de edad era muy amplio. «Esto es un privilegio. Mola mucho porque hay gente de todas las edades», con esa oración comenzó Marroquí. 

Su discurso estuvo dividido en varias fases. En un primer momento, dejó claro que su intención era ayudar a las personas que sufren machismo a darse cuenta de lo que están pasando, explicando que ella es un claro ejemplo de ello, ya que lo sufrió en primera persona y no supo verlo hasta que pasaron años.

Niños de 13 y 14 años

En sus intervenciones ante un público de entre 13 y 14 años, hace un ejercicio en el que obtiene sorprendentes respuestas. Les da un papel en el que, de forma anónima, resaltan los cánones de belleza que esperan de una persona del sexo opuesto: Los chicos (hay que recordar que tienen 14 años) exigen chicas con pechos grandes, rubias y de ojos azules, además de otras características sexuales impensables para esa edad. Las chicas, por su parte, pedían chicos que destacasen por su belleza y que tuvieran ‘tableta’. Sobre estos estereotipos, Marroquí dijo que «manipulan lo más íntimo de una persona: el cómo te ves a ti mismo». 

«Cuando hablamos de machismo, estamos cometiendo el error de reducirlo a un insulto. Es algo que nos afecta en todas las etapas de nuestra vida, es la cultura que nos educa. Todos y todas somos machistas, es imposible no serlo en esta sociedad. El más peligroso es el que se transmite desde el amor más puro, pero su gran punto fuerte es este: educarnos de forma machista», dijo Marroquí.

También cuenta el machismo que hay en las propias relaciones de amistad entre chicos y la distinción que hay con la de las chicas. En la de chicos, lo divide en dos partes: la primera es insulto-hostia, primero tus amigos te insultan y luego te pegan; y la segunda sería consuelo-máximus, en la que suelen proferirse frases como «hay más tías que longanizas» o «pero si le molas a mi prima». Con algo tan fácil como eso ya puedes consolar a un hombre. Sin embargo, cuenta que las chicas sí que saben apoyarse entre ellas cuando es necesario.

Machismo en todo

Hay machismo en todo lo que vemos, según cuenta, sobre todo en el ocio. En el cine, puso de ejemplo películas como ‘Crepúsculo’, ‘Blancanieves’ o ‘Tres metros sobre el cielo’. En los videojuegos, explicó cómo algunos juegos pueden convertirte en machista, por ejemplo el GTA, o algunos de matar a gente: «Cómo no vas a creerte superior, si en una tarde puedes asesinar a Hitler y a Himmler con un mando». También en programas de televisión como en los que se busca pareja y, sobre todo, en La que se avecina. En gran parte de los anuncios (que tan normalizados tenemos) es necesaria la presencia de rasgos femeninos para que las ventas aumenten, como en publicidad de perfumes, de Ryanair o de Burger King. 

Hasta este punto, el público aún se reía con el monólogo, pero llegó el momento de que Marroquí contase su propia historia. «No doy lecciones porque yo cometí todos los errores que podía cometer», así comenzaba. Contó qué pasó cinco años de su vida (desde los 15 hasta los 20) junto a una persona que abusaba de ella, manipulaba emocionalmente, le quemaba, le pegaba, y que fue su familia quien la sacó de la situación en el último momento. «Yo no salí del maltrato, a mí me sacaron ellos. Él ya había llamado a todo el mundo diciendo que hoy se suicidaba, pero que a mí me mataba antes», contó. 

Su propia historia

Relató una serie de horribles vivencias que experimentó durante su etapa junto a un maltratador, que no vio ninguna posibilidad de recuperar su dignidad después de todo lo que vivió, que hacía todo lo posible por hacerla creer que la culpa siempre había sido de ella. Que todo lo que le había pasado era porque el machismo había creado una sociedad en la que hay una trampa perfecta para que las mujeres no puedan identificar señales de maltrato, pero luego nos dice que somos muy tontas a nivel individual por haber caído en ella. 

«En esta sociedad, ¿cómo diferenciamos a un chulo de una buena persona? Si os pide parecer chulos, si la agresividad se premia. Por eso creo que la clave para acabar con la violencia de género es que haya una nueva generación de chavales que se quiten el machismo barato, que solo sirve para que otro tío no se ría de ellos, no lo utilizan para nada más. Porque si cada uno es como le apetezca en cada momento, cariñoso, tierno, divertido, reconoceremos a un maltratador a las primeras de cambio. Pero son invisibles en esta sociedad, se esconden», explicó.

Preguntas del público

Comenzó con esto la última parte del taller: las preguntas del público. Tras unos segundos de timidez, una chica cuestionó. «¿Que cómo hizo mi familia para sacarme de ahí? Hicieron lo imposible, yo engordé 40 kilos en dos años, desarrollé una bulimia. Pero mi psiquiatra me dijo que no era una bulimia normal, era una bulimia nerviosa, mi cerebro tenía problemas que no era capaz de entender, y que si mi psiquiatra tuviera que apostar, diría que a mí me estaban maltratando. Ahí se acabó todo, por las buenas o por las malas. Y cuando él no pudo contactar conmigo, intentó hablar con toda mi familia para contarles que se iba a suicidar, pero antes me iba a matar. Y yo me escapé para tratar de evitarlo. Cuando volví a casa, vi a mi padre llorando como nunca en mi vida. Ahí se me cayó la venda de los ojos». 

Con un sonoro aplauso que retumbó en el salón de actos del Instituto de Lenguas Modernas finalizó una intervención que Marina Marroquí está haciendo por todas las provincias de España contando su historia y tratando de concienciar al público sobre la violencia de género.

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