Fútbol. Copa del Rey
Que sí, que sí, que se pudo, Cacereño
El «sí se puede», el grito de los modestos cuando juegan contra los grandes, ha sido el cántico que ha acompañado al Cacereño entonado por más de cinco mil gargantas en el Príncipe Felipe en la victoria 2-1 ante el Girona
No era un partido más y para darse cuenta de eso no hacía falta ni entrar al estadio. Con las largas, larguísimas colas para llegar a Las Capellanías o para entrar al Príncipe Felipe quedaba bastante claro. También que la fiesta empezara varias horas antes del encuentro, cuando un numerosísimo grupo de aficionados, los ultrillas del CPC, recibieran a ambos equipos, con pitos y abucheos al Girona y con mensajes de ánimo y bengalas verdes a los suyos, al Cacereño.
Ahí empezó a escucharse el «sí se puede», el grito de guerra en todos aquellos estadios donde los modestos reciben a equipos de élite. Luego, lógicamente, también se escuchó durante el partido. Primero tras el gol de David Grande, después con más fuerza con el chicharro de Iván Fernández. ¡Vaya golazo! Fue el gol definitivo (2-1), el que permite al Cacereño soñar con otra ronda.
La tribuna estaba a tope, la preferencia casi. «Hoy somos 5.243 espectadores», cantó mediada la segunda mitad. La mejor entrada de la temporada, la mejor entrada de los últimos años.
«Sí se puede, sí se puede», seguía vociferando una enfervorecida afición verde, alternando esos cánticos con pitos a los jugadores del Girona. Bufandas en alto, había una conmemorativa de este encuentro, la afición estaba como nunca. Lógico, la ocasión lo merecía, lo que se desarrollaba en el campo pedía esa misma intensidad desde la grada.
Faltaba un minuto para el 90. El «sí se puede» aparecía otra vez. Con más ganas si cabe, con más miedo que nunca. Lo sucedido contra el Eibar sigue fresco en la memoria del cacereñismo. Pero no fue así. La historia le debía una al CPC, la historia le debía una a Julio Cobos, que ya tiene su gesta en la Copa tras varias actuaciones memoriales con el Cacereño, incluida una victoria sin premio ante el Málaga, y también con el Villanovense.
El tiempo se acabó, pero el partido seguía. En la grada ya nadie estaba sentado. «Árbitro, pita ya». Se hizo de rogar (cuatro minutos de alargue eternos), pero pitó y el júbilo se apoderó de todos. Sonó el Redoble, el himno oficioso de este Cacereño y de su afición de Primera. Y al final, hasta Julio Cobos botó y bailó en el césped.
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