Las ocho hectáreas de la explotación de almendros que Luis Rivera gestiona en Arroyo de San Serván han producido este año menos de la mitad de fruto que la pasada campaña y el rendimiento (proporción que supone la pepita sobre el peso de la almendra con cáscara) ha disminuido un 20%.

«Mi explotación es de riego de apoyo de un pozo, que con la sequía está flojo y he podido regar poco», precisa. Por contra, en muchas parcelas de regadío de la región «ha habido un cosechón. Esos árboles, teniendo agua y abono producen muchísimo». Y aunque ha habido zonas que han sufrido significativas restricciones al suministro de agua, puntualiza, en ellas los agricultores han destinado la disponible «a los cultivos más rentables y a los almendros no les ha faltado». 

El tiempo, explica, acompañó durante la floración. Desde primeros de febrero hasta mediados de marzo, «no llovió y la polinización fue muy bien, pero lo que ha castigado mucho las plantas son los 45 grados de un día y otro y otro... de este verano», cuenta. «Como no llueva mucho en noviembre y diciembre, la cosa pinta fatal, porque agua de riego de embalses no va a haber y los pozos tampoco se van a recuperar, irán a peor. El panorama es oscuro».

 A pesar de que la producción se ha desplomado a nivel nacional, esta campaña tampoco han acompañado los precios. «El año pasado vendí a 4,20 euros el kilo de pepita y este empecé a 3,90 y terminé a 3,85», indica Rivera, que atribuye el descenso «a la incertidumbre que hay a nivel mundial».