El uso excesivo de algunos fármacos

El consumo de benzodiacepinas de los extremeños aumenta un 15% en cuatro años

El año pasado se dispensaron más de 1,6 millones de envases recetados por médicos del SES. La covid, con los problemas de ansiedad e insomnio que ha acarreado, ha acelerado su prescripción

El consumo de benzodiacepinas de los extremeños aumenta un 15% en cuatro años

El consumo de benzodiacepinas de los extremeños aumenta un 15% en cuatro años / FERNANDO CASANOVA

1,6millones de envases de benzodiacepinas se despacharon el año pasado por prescripción de médicos del Servicio Extremeño de Salud (SES). La media sale a más de un envase y medio por cada extremeño y eso sin incluir las recetas procedentes de la sanidad privada. España se ha convertido en el líder mundial en el consumo de este grupo de fármacos, que engloba ansiolíticos, hipnóticos y sedantes y cuya dispensación entre los extremeños ha avanzado también considerablemente en los últimos años. Desde 2017, la cifra de envases comercializados en la comunidad autónoma ha aumentado más de un 15%, aunque ha sido con la llegada del coronavirus cuando ha pisado realmente el acelerador. Solo entre 2019 y 2020 su expedición subió cerca de un 8%, incrementándose de 1,43 millones a 1,55 millones de envases, de acuerdo a la información facilitada por la Subdirección de Gestión Farmacéutica del SES. El coste anual de estos medicamentos para la sanidad pública extremeña roza los tres millones de euros.

Las benzodiacepinas, que incluyen, entre otros muchos, principios activos como el diazepam, el lorazepam o el clonazepam, se prescriben fundamentalmente contra la ansiedad y el insomnio. También, de forma más puntual, como relajantes musculares. Son una herramienta terapéutica efectiva pero que no está exenta de efectos secundarios y de riesgo de generar dependencia o un exceso de tolerancia.

«En España hay una tendencia cultural a que estén muy aceptadas. En otros países como Alemania o Reino Unido los consumen siete u ocho veces menos que nosotros», detalla Caterina Vicens, portavoz del grupo sobre utilización de fármacos de la Sociedad Española de Medicina de Familia y Comunitaria (Semfyc). Además, «aunque sus indicaciones son siempre a corto plazo, como se trata de fármacos que crean una cierta dependencia se tiende a cronificar el consumo, a prolongarlo», precisa.

«En España hay una tendencia cultural a que estén muy aceptadas. En otros países como Alemania o Reino Unido los consumen siete u ocho veces menos»

Caterina Vicens

— Portavoz del grupo sobre utilización de fármacos de la Semfyc

«La cultura de la medicalización está impregnada en nuestra sociedad, queremos soluciones rápidas para todo, también para dormir y la ansiedad», lo que hace que se recurra a estos medicamentos con demasiada facilidad, razona esta facultativa. A este factor se une otro: el de la falta de tiempo del que disponen los equipos de atención primaria para poder ofrecer una asistencia adecuada a los pacientes con patologías como las relacionadas con la privación del sueño. En este sentido, arguye que para el tratamiento del insomnio crónico lo más conveniente son «medidas de higiene de sueño y la terapia cognitivo conductual». Sin embargo, esta alternativa requiere, por una parte, un mayor esfuerzo del paciente que «tiene que seguir unas pautas»; por otra, unos recursos profesionales con los que no se cuenta porque «las consultas están muy saturadas».

Sobre por qué se ha recurrido más al consumo de tranquilizantes o ansiolíticos durante la pandemia, asevera que «nuestro estado de ansiedad y el tiempo de confinamiento han hecho mella en los problemas de ansiedad e insomnio», lo que ha aumentado la frecuencia con que se recetan, después de que en los últimos años se hubiese conseguido «aplanar la curva» con la que estaba creciendo su presencia en los hogares.

El consumo de benzodiacepinas de los extremeños aumenta un 15% en cuatro años

El consumo de benzodiacepinas de los extremeños aumenta un 15% en cuatro años

Pero además de este efecto directo de la covid, Vicens apunta otro de carácter indirecto que puede haber contribuido a esta mayor dispensación: el «que muchas prescripciones» de medicamentos «se automatizaron» a causa de los problemas que para recibir una atención médica presencial se produjeron durante la pandemia, lo que hizo que algunos tratamientos se prolongaran más de lo idóneo.

Las estadísticas que recopila el Ministerio de Sanidad también recogen una clara evolución al alza en el consumo de estos principios activos. De las 30 dosis por cada mil habitantes y día que se contabilizaron en 2017 en la región, se ha ido aumentando hasta las 35 en 2021. Eso supone que en promedio cada día del año pasado un 3,5% de los extremeños recibió una dosis diaria de mantenimiento de estos fármacos.

El consumo de benzodiacepinas es más habitual en mujeres que en hombres y va aumentando con la edad, explica la experta de la Semfyc. Y es precisamente en los pacientes de mayor edad donde sus efectos secundarios son potencialmente más problemáticos. Aparte de «dependencia psicológica y fisiológica», producen fallos de memoria «y a la larga algunos estudios las han asociado también con generar más casos de demencia o de deterioro cognitivo», menciona. Pero el mayor riesgo para estas personas mayores son «las caídas. Si toman esta medicación, tienen menos reflejos, y más fácilmente se caen o se fracturan la cadera o un hueso, lo que puede ser definitivo para su supervivencia». 

El coste anual de estos medicamentos para la sanidad pública extremeña se acerca a los tres millones de euros

Remigio Cordero, portavoz de la Asociación para la Defensa de la Sanidad Pública, subraya que se trata de medicamentos cuya ingesta «no se puede suspender de forma brusca, porque producen un cuadro de dependencia importante». Es algo parecido a lo que sucede con otro grupo de fármacos con el «es relativamente frecuente» que se combinen dentro del «arsenal terapéutico» de un paciente: los antidepresivos. Personas que «se toman un antidepresivo por la mañana y una benzodiacepina por la noche para dormir», esgrime Cordero, quien fue jefe de Estudios MIR del Hospital Universitario de Badajoz entre 2003 y 2021

Cordero avisa igualmente de que está comenzando a detectarse un consumo de benzodiacepinas entre población joven «como no se había visto nunca». Se trata de jóvenes que permanecen «enganchados» a las pantallas del móvil o la tablet hasta últimas horas de la noche. Este hábito dificulta una correcta conciliación del sueño, por lo que antes de acostarse «se toman la pastilla para dormir». 

Percepción en las farmacias

También los presidentes de los dos colegios provinciales de farmacéuticos extremeños confirman este incremento en la dispensación de benzodiacepinas, acentuado desde la irrupción del coronavirus. «La pandemia nos ha cambiado los hábitos. No ha sido solo un virus respiratorio, ha sido también un virus conductual y anímico», sostiene Cecilio Venegas, presidente del Colegio Oficial de Farmacéuticos de Badajoz. La preocupación y la incertidumbre causadas por la situación sanitaria o la económica se ha notado en la afluencia de personas que acuden a las farmacias con «trastornos de ansiedad, depresión o los dos juntos». 

«La pandemia nos ha cambiado los hábitos. No ha sido solo un virus respiratorio, ha sido también un virus conductual y anímico»

Cecilio Venegas

— Presidente del Colegio Oficial de Farmacéuticos de Badajoz

«Hay un consumo demasiado elevado de estos medicamentos, habría que tener un mayor control sobre su prescripción, pero a veces los médicos, con el poco tiempo que tienen para estar delante del paciente, no pueden hacer un estudio detallado de él», sostiene por su parte Juan José Hernández Rincón, presidente del Colegio Oficial de Farmacéuticos de Cáceres. Hernández Rincón agrega que el repunte de los ansiolíticos y tranquilizantes comenzó a notarse «meses después del inicio del confinamiento» y que posteriormente «se ha mantenido» en el tiempo.

Una tendencia que se ha replicado en los productos que se pueden adquirir sin receta y que son «más naturales». Es el caso de la melatonina, una hormona natural, o de los elaborados a partir de plantas de efecto sedante, como la valeriana o la pasiflora, que han experimentado un «’boom’ asombroso», coincide Venegas.

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