Análisis de la región

Extremadura: Una economía en radical transformación

La región aspira a revertir su secular déficit de desarrollo industrial gracias a proyectos vinculados a las renovables y la movilidad eléctrica

Sus bazas: agua y sol en abundancia, suelo industrial barato y reservas minerales estratégicas

Extremadura: Una economía en radical transformación

Extremadura: Una economía en radical transformación / EL PERIÓDICO

Extremadura quiere dejar de ser un actor secundario de la economía española. Abandonar los puestos de cola que en términos de PIB, empleo y competitividad ha ocupado desde que estos indicadores se miden a nivel autonómico y convertirse en un territorio atractivo para la puesta en marcha de proyectos empresariales. Después de más de un siglo viendo el desarrollo industrial desde la distancia y tradicionalmente marginada respecto a otras regiones en políticas de inversión e infraestructuras, la apuesta por la economía verde aparece ahora en el horizonte como una oportunidad para revertir esta situación. Sus principales bazas para lograrlo: sol y agua en abundancia, un suelo industrial barato y reservas minerales estratégicas.

Sobre la mesa hay desplegada una cartera de proyectos con los que transformar todos estos recursos en empleos y renta. La mayor parte de momento solo tienen vida sobre el papel; algún otro ha empezado ya a ejecutarse. Una lista que incluye una gigafactoría de baterías para coches (en Navalmoral de la Mata); industrias dedicadas a producir otros componentes para la movilidad eléctrica (Badajoz y Cañaveral); una fábrica de diamantes artificiales (Trujillo); minas de litio o níquel (Cáceres, Cañaveral y Monesterio); una planta de hidrógeno verde (Mérida), y el Centro Ibérico de Investigación de Almacenamiento Energético (Cáceres)

Aún bastantes grises

Todas ellas son iniciativas vinculadas en mayor o menor grado con la transición energética, pero también se aguarda la materialización de algunas en el sector turístico, como un macrocomplejo residencial y de ocio (Castilblanco), o relacionadas con el que hoy por hoy continúa siendo uno de los principales motores de la economía extremeña: la agroindustria, con una azucarera (Mérida) y una planta para el tratamiento de la almendra (Miajadas).

A la espera de que estas industrias contribuyan a perfilar de verde la fotografía de la economía extremeña del futuro, el retrato actual que puede hacerse de ella presenta aún bastantes grises. La comunidad extremeña ocupa el puesto 196 en el ranking de 234 regiones europeas en materia de competitividad. Ninguna otra autonomía española aparece tan abajo en esta clasificación que la Comisión Europea publica cada tres años. A Extremadura se le puntúa con 70,1 sobre cien, que es la media europea en una variable que tiene en cuenta 11 indicadores englobados en tres áreas: pilares básicos, eficiencia e innovación.

Extremadura: Una economía en radical transformación

Extremadura: Una economía en radical transformación

Es verdad que en términos de PIB per cápita ha abandonado el puesto de farolillo rojo en los dos últimos años, superando a Canarias y a Andalucía. Se trata, sin embargo, de un sorpasso que tiene mucho que ver con una circunstancia ajena a la mejora económica, una vez que la huella dejada por la pandemia de coronavirus ha castigado especialmente a canarios y andaluces, muy dependientes del sector turístico (los datos oficiales llegan hasta 2021).

En la evolución de este indicador per cápita también se ha dejado sentir la sangría demográfica, que en el territorio extremeño está siendo especialmente acentuada y que le ha llevado a perder unos 50.000 habitantes en el último decenio (actualmente ronda el millón cincuenta mil). Un descenso poblacional que ha venido acompañado, como en otras zonas de la España interior, del envejecimiento: de hecho, la caída del censo es prácticamente la misma que se ha registrado en la población activa menor de 35 años.

Rasgos diferenciadores

La estructura productiva extremeña presenta varios rasgos que la diferencian significativamente de la del conjunto del país. Así, la importancia del tejido industrial es mucho más reducida. Las empresas manufactureras concentran solo el 6,7% de la producción de bienes y servicios en la comunidad autónoma, frente al 11,5% de España. Eso sí, al sumar la generación de energía, la brecha dentro del sector secundario se reduce de una manera considerable.

En 2022, la producción eléctrica alcanzó en Extremadura los 26.251 gigavatios hora (GWh), el 6,33% más que en el ejercicio precedente y un nuevo máximo histórico. La cifra contiene más de cinco veces y media toda la demanda de la región. La generación de los reactores de la Central Nuclear de Almaraz ha hecho que la comunidad lleve ya décadas siendo netamente exportadora de electricidad, un rasgo que se ha visto claramente impulsado por el auge de las renovables, especialmente de la solar fotovoltaica. Una cuarta parte de toda capacidad de generación con esta tecnología que hay instalada en España se ubica en suelo de Badajoz o Cáceres.

Por otro lado, el peso de la agricultura y la ganadería dentro de la economía es muy superior al nacional. Proporcionalmente, lo multiplica por 2,5. Con estas importantes producciones animales y vegetales, conseguir que el valor añadido que conlleva su transformación no salga fuera ha sido uno de los eternos retos de la economía extremeña.

Se han dado pasos muy importantes en esta línea ya en algunos sectores. Uno de los últimos ha sido la inauguración este mismo año del Complejo del Ibérico de Extremadura (Cibex) en la localidad de Zafra, al sur de Badajoz, con la previsión de sacrificar más de 400.000 cerdos anuales y vender sus productos a más 30 países. En otros alimentos, como el tomate transformado, en el que la región lidera la producción nacional, ya se cuenta desde hace tiempo con un tejido industrial consolidado.

Fruta, vino y aceite

También es destacable cómo el sector extremeño de la fruta ha sabido abrirse al exterior pese a las malas comunicaciones por ferrocarril y hacia puertos españoles. Gran parte de las nectarinas, ciruelas, cerezas y melocotones extremeños acaba en otros países de la UE, pero los productores han sido igualmente pioneros en llevar su fruta a destinos como China, Brasil yArabia Saudí.

En cambio, Extremadura permanece como una comunidad básicamente granelista en segmentos como el del vino y el aceite, a pesar de la calidad de sus producciones en ambos casos. Aquí se etiqueta, por ejemplo, solo una pequeña porción del aceite que se elabora en las almazaras y gran parte de la de mayor calidad acaba yendo a Italia, desde donde parte a mercados repartidos por todo el mundo.

Asimismo, en la región también es mayor la dependencia de la contratación pública en materia de empleo. El 27,8% de la población ocupada trabaja en el sector público, por el 17,2% en España, según la última Encuesta de Población Activa, la del primer trimestre de este año, en la que la extremeña volvió a situarse de nuevo como la comunidad autónoma española con una mayor tasa de paro (19,53%), algo que no sucedía desde el segundo trimestre de 2020.

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