rescate y voluntariado

Las protectoras extremeñas de animales no se van de vacaciones

El fallecimiento del dueño o la llegada de un bebé a la familia son los principales motivos de abandono en la región

Refugio de San Jorge: una imagen de archivo de dónde se atiende a los animales abandonados.

Refugio de San Jorge: una imagen de archivo de dónde se atiende a los animales abandonados. / EL PERIÓDICO

Unos 790 animales al día son recogidos por diferentes protectoras de animales en España. Aunque a personas como Laura Valardi, la responsable del Refugio San Jorge de Cáceres, no le gusta dar un número concreto cuando se le pregunta por la cantidad de animales que hay en el refugio. "¿Qué son los números? Sólo estadísticas. No llevamos la cuenta exacta de cuántos animales tenemos, pero en torno a unos cien perros y cien gatos". Ahí radica la importancia de estas asociaciones sin ánimo de lucro que, en la gran mayoría de casos, funcionan únicamente mediante voluntariado y aportaciones económicas de origen público o privado.

Estas personas, que ayudan desinteresadamente a cuidar y recoger animales, también tienen sus vidas, sus objetivos y sueños, pero ceden una parte de su tiempo y esfuerzo por un bien social. Como Mar, la encargada de sacar adelante el proyecto de subastas del Refugio de San Jorge, una iniciativa que supone el grueso de los ingresos que reciben. Ella trabaja en el Servicio Extremeño de Salud (SES) por las mañanas, y por las tardes se acerca al refugio a echar una mano a Laura. "Ya no es sólo lo que hago aquí, en el refugio, sino también llegar a casa y tener al día el tema de las subastas. Nos llega de todo, desde pendientes hasta muebles, y está sirviendo de mucha ayuda", espeta con una sonrisa de satisfacción. Allí también se encuentran Petri y José, que está pintando una de las salas.

Mientras, Laura comenta que la deuda con el Hospital Veterinario es de 70.000 euros y que, con razón, la gerente de dicho hospital les pide insistentemente que se salde la deuda, aunque no dejan de recibir animales para tratarlos. Cuenta que los principales casos de abandono o de traslado al refugio son porque el dueño del animal ha fallecido y su familia no pueda quedárselo, o la llegada de un bebé a la familia. El problema de estos animales es que suelen ser más viejos que el resto y están acostumbrados a vivir en un entorno familiar, y del día a la noche se ven en un refugio compartiendo chenil con cuatro o cinco perros más. Mar se apena al pensar en los animales que no se pueden salvar y acaban muriendo: "Me entran ganas de llorar sólo de imaginarlo. Acabas dándote cuenta de que estos animales son tuyos, y lo sufres como tal”.

Aunque también reconoce que hay muchos finales felices, cuando se llevan varios gatos de una sola vez o alguien decide adoptar a un "abuelete". Laura cuenta, con una inacabable sonrisa, que temen a la caja de cartón. Es época de camada y cada vez que ven a alguien acercarse al refugio con una caja de cartón ya saben lo que hay. Desgraciadamente, el Refugio San Jorge se encuentra al doble de su capacidad y los fondos procedentes del ayuntamiento de Cáceres no son suficientes: "Necesitaríamos que la subvención se duplicase, y eso que es de 45.000 euros anuales divididos en dos pagos, para poder estar sin problemas económicos en el día a día. Al final gastamos en torno a los 4.000 euros mensuales sólo en comida", explica Laura.

Ella comenzó la gestión del refugio en 2012, aunque esa vocación de cuidar a los animales ya le venía de antes. El punto de inflexión que le hizo dedicarse plenamente a esto fue ver cómo un dueño entraba al veterinario con su bóxer enfermo de Leishmania y luego salía sin el perro: lo había sacrificado. Para Laura es inconcebible que la ley española contemple, a día de hoy, la posibilidad del sacrificio de un animal sin que exista un motivo realmente justificado. "Existen tratamientos para la Leishmania, un perro puede vivir de forma normal si la enfermedad es tratada como se debe. Lo fácil es sacrificarlo".

Adana Badajoz

Por su parte, la protectora Adana, de Badajoz, celebra este año el 25 aniversario de su constitución oficial. María, su presidenta, afirma que dicha protectora se basa en pilares fundamentales como la educación y concienciación de los niños, que se logra a través de charlas en los colegios e institutos, así como con la realización de jornadas de concienciación en clases de Primaria y Secundaria; o la legislación, la redacción de borradores para renovar la Ley de Protección Animal que, como cuenta María, está obsoleta porque sigue vigente la aprobada en 2002, aunque por poco tiempo, ya que en septiembre de este año está previsto que entre en funcionamiento la nueva Ley 7/2023 de protección de los derechos y el bienestar de los animales y la modificación de la Ley Orgánica 10/1995, de 23 de noviembre, del Código Penal, en materia de maltrato animal. Una de las funciones primordiales que realiza esta asociación es la de denunciar a la policía cualquier posible caso de abandono o maltrato.

"Actualmente tenemos pendientes como tres juicios o más. Uno de ellos contra un rehalero que dejó morir a una gran cantidad de perros. Otro caso, por ejemplo, es el de una gatita atropellada intencionadamente". La asociación se sustenta económicamente gracias a la aportación de sus socios y algunos donativos. Menos de doscientas personas componen la asociación Adana, y aportan "lo que cada uno puede. Entre 25 y 50 euros de forma anual, trimestral o mensual, como ellos prefieren", explica María.

También realizan mercadillos, calendarios solidarios o eventos. Para adoptar en esta protectora se debe depositar una cuota de de 120 euros, aunque a la protectora le cuesta, de media, 250 euros comenzar a encargarse de un animal. Además, esta cuota también sirve para hacer ver a los adoptantes que tener un animal de compañía implica una responsabilidad económica. "Normalmente los adoptantes nos entregan más dinero del requerido por cuota de adopción, por ayudar".

En cuanto a los abandonos, Adana lamenta que es difícil ganar un caso de abandono. Normalmente es complicado conseguir testigos por miedo a represalias de los supuestos agresores de animales. Aunque Adana ha logrado buenos resultados cuando estos testigos han decidido declarar en un juicio. El problema es que en torno al 90% de los animales que recoge Adana están sin microchip, por lo que para las autoridades es complicado investigar el origen. Si no hay microchip no se puede etiquetar como abandono, y por tanto no consta en las cifras oficiales. Pese a todo ello, María se encuentra relativamente contenta con la evolución que ha tenido este tema en la sociedad en los últimos años. "Aunque la evolución sea muy lenta, sí veo a la gente cada vez más concienciada. Antes ibas a la policía a denunciar un abandono o maltrato y no te tomaban en serio. Hoy en día, sí". 

Este tipo de asociaciones funcionan con la ayuda de todos para lograr que muchos animales indefensos tengan una segunda, o tercera, oportunidad.