Junto al puente romano y rodeada de un atractivo reclamo turístico

1969-2024: La presa de Alcántara celebra su 55 aniversario

La presa de Alcantara desembalsaldo.

La presa de Alcantara desembalsaldo. / EL PERIÓDICO

Pablo Pujadas Álvarez

Pablo Pujadas Álvarez

La política energética llevada a cabo en España a partir de los años 50 se centró en la construcción de presas y centrales hidroeléctricas para conseguir un mejor aprovechamiento de los ríos. 

La presa a la que hoy nos acercaremos con motivo de su quincuagésimo quinto aniversario se inició en 1960 y concluyó en 1969, ahora hace 55 años. Esta fue una obra colosal que algunos no han dudado en calificar de faraónica. Tanto la presa como el correspondiente embalse que la misma genera son también conocidos, desde 1970, con el nombre de José María de Oriol Urquijo, presidente de la entonces Compañía Hidroeléctrica Española. 

Cerca de la frontera con Portugal, en el extremeño municipio de Alcántara que le da nombre, se erige, imponente, en el lecho del río Tajo, esta formidable construcción hidroeléctrica. Se trata de una presa de gravedad aligerada y doble contrafuerte con 19 elementos independientes de perfil triangular. 

Exhibe una respetable altura de 130 metros. Su longitud de coronación alcanza los 570 metros. La cota de cimentación se sitúa en los 93 metros, la de cauce en 101 metros y la de coronación en 223 metros. Está dotada de 2 aliviaderos en superficie: uno central, con tres vanos con una capacidad de desalojo de 4.000 metros cúbicos por segundo y otro lateral, en la margen izquierda, con capacidad para 8.000 metros cúbicos por segundo, todos ellos regulados mediante siete compuertas. También dispone de dos desagües de fondo que pueden desalojar un volumen de 677 metros cúbicos por segundo. Las galerías interiores son muy extensas y destaca la amplitud de los espacios. Moverse por las entrañas de esta presa produce vértigo.

Un proyecto colosal

El proyecto de esta colosal joya de la ingeniería corresponde al ingeniero Manuel Castillo Rubio con la colaboración de Nicolás Gavalón García. 

Aquí se elaboró un diseño muy ambicioso en el que la experiencia acumulada en presas como la de Valdecañas tuvo gran influencia. 

Como innovación se diseñó una presa hueca que representaba un considerable ahorro en materiales y un acortamiento en los plazos de ejecución. Esta hercúlea construcción, al tratarse de una estructura aligerada, cuenta con una serie de contrafuertes resistentes aguas abajo, que garantizan su estabilidad frente a deslizamientos y vuelcos.

La finalidad de esta infraestructura se centra en la generación de energía hidroeléctrica y en la regulación del caudal del Tajo, ejerciendo el control de las grandes crecidas del mismo.

La magnitud de esta obra y la envergadura de los trabajos a realizar requerían cuantiosa mano de obra. Aquí llegaron a trabajar hasta 3.500 personas en los momentos de máximo empleo y hasta un total de 5.000 entre fijos y eventuales. Esta circunstancia, naturalmente, supuso para la vecina Alcántara un relevante incremento en su demografía y su economía. 

Pero la localidad no estaba preparada para la acogida y abastecimiento de tanto personal, por lo que se hizo necesario, como ocurrió en tantas otras presas, la creación de poblados para dar solución al problema. Eran asentamientos próximos a la presa. 

Los asentamientos

En ellos se cuidaban los detalles para atender todas las necesidades del día a día. Algunos de estos asentamientos fueron montados con materiales prefabricados con el ánimo de desmantelarlos al finalizar las obras. Pero el llamado Poblado Permanente, también conocido como de José María Oriol, nació, como su nombre indica, con la intención de que perdurara en el tiempo tras la finalización de los trabajos y así conservarlo para el personal de mantenimiento de Hidroeléctrica Española. En él se intentó conjugar lo funcional y lo creativo, tanto en lo arquitectónico como en lo urbanístico. 

El proyecto corrió a cargo de Miguel Oriol e Ybarra. Aquí se alojaron la dirección y los mandos técnicos y administrativos. El corazón de ese poblado era el denominado Centro Cívico, con una plaza pública porticada, la escuela, la iglesia (con su llamativa torre helicoidal), el economato, la cantina, etcétera. El lugar estaba también dotado de arbolado y zonas verdes. 

En el Poblado Permanente había 68 viviendas repartidas en siete categorías según el escalafón laboral de aquellos que las habitaban. Así, al ingeniero y director de la obra se le asignó una vivienda de 315 metros cuadrados con un gran salón-comedor y una piscina privada. 

Aparte de este llamado Poblado Permanente, un segundo núcleo de construcción más modesto, levantado con materiales de más baja calidad, fue vendido al concluir la obra por módicos precios. Este núcleo constaba de 244 viviendas de unos 50 metros cuadrados cada una. 

Además de los citados asentamientos se estableció una red de transporte para el traslado de los trabajadores desde Alcántara y localidades vecinas. Estos poblados, en fin, constituyen una parte muy importante de la historia y la memoria de la presa.

La central

A pie de presa, en la margen izquierda, se ubica la central. En su interior, una sala de máquinas de 120 metros de longitud da cobijo a los 4 grupos de generación que con una potencia instalada de 957 megavatios alcanzan una producción de 1.255 gigavatio hora anuales. 

La central proporciona energía limpia a 450.000 personas y se sitúa como la segunda en importancia del país y la quinta de Europa. Esta instalación supuso, además, la construcción de 200 kilómetros de líneas de alta y media tensión para el transporte de la energía producida.

Está proyectada una segunda central, subterránea, esta vez con la moderna tecnología de bombeo. La nueva instalación requiere la excavación de dos pozos verticales de 750 y 675 metros respectivamente hasta la nueva central que alojará dos turbinas más con 220 megavatios cada una. 

El agua será bombeada desde el embalse de Cedillo hacia el de Alcántara, lo que implica la construcción de un circuito doble conectando ambos embalses. Esta moderna tecnología de bombeo establece un ciclo que permite la reutilización del agua para una nueva producción de energía. Se almacena el agua en los momentos de menor demanda, cuando la energía cuesta menos, y se aprovecha para generar energía en las horas de mayor consumo. Es un sistema eficiente, estable, rentable, seguro, limpio y sostenible.

El embalse Oriol-Alcántara II

El embalse José María Oriol–Alcántara II acoge las aguas del Tajo y sus afluentes Alagón y Tiétar. Ocupa una superficie de 10.400 hectáreas y alberga 3.162 hectómetros cúbicos del líquido elemento. Es el mayor de España por su longitud (91 kilómetros) y el segundo por su capacidad, después del también extremeño La Serena. El perímetro de su ribera alcanza los 745,22 kilómetros. Se ha calculado que este embalse, en su punto de máximo llenado, podría proporcionar agua durante un año a 47 millones de personas.

Como bien reza el título de este modesto artículo, nuestra protagonista, la presa, está rodeada de un atractivo reclamo turístico. La localidad de Alcántara, cuyo casco antiguo está declarado Bien de Interés Cultural desde 2022, es un interesante enclave cuya historia se remonta a tiempos inmemoriales. 

Construcciones megalíticas

En esta zona y sus alrededores se han hallado más de 50 construcciones megalíticas y una placa denominada Bronce de Alcántara que se hace eco de la rendición de un pueblo indígena ante los romanos. Merecen ser mencionados lugares como el castillo con su recinto amurallado del siglo XVII, o los numerosos edificios religiosos, como la iglesia de Santa María de Almocóvar, la iglesia de San Pedro de Alcántara, edificada sobre el lugar donde estuvo la casa del santo y el convento-fortaleza de San Benito (bien de interés cultural) del siglo XVI, con una impresionante iglesia y el convento propiamente dicho en el que destaca su galería porticada con tres plantas, con columnatas de orden jónico y arcos rebajados o de medio punto según la planta. 

En este recinto podemos apreciar la transición del estilo gótico al renacentista y en el mismo se hace patente el poder que ostentaba la Orden de Caballeros de Alcántara. Fue construido por orden de los Reyes Católicos para ser la sede de dicha orden (militar y religiosa). Su arquitectura constituye un verdadero tesoro. También son de interés algunas casas señoriales, así como lo que queda de antiguos palacios y fachadas con portales blasonados. Así mismo resulta de interés la arquitectura tradicional de la zona. 

Conventural de San Benito.

Conventural de San Benito. / EL PERIÓDICO

A quienes guste la arqueología encontrarán un buen aliciente en la visita al yacimiento arqueológico de Peña Buraca donde se puede contemplar una gran roca con dos cavidades («ojos») y que se encuentra en un área declarada bien de interés cultural con categoría de zona arqueológica. Se trata de un asentamiento tardorromano y alto medieval con rastros de algunas viviendas rodeadas de unas 29 tumbas y lagares del periodo final romano.

Todo el patrimonio al que acabamos de aludir es de un valor incalculable pero, por si esto fuera poco, nos queda la joya de la corona: el puente romano. Este icono de la ingeniería civil romana que trasciende en el tiempo es precisamente el que da nombre a la ciudad cacereña de Alcántara (en época visigoda Oliba) cuyo topónimo actual encuentra su origen en el árabe Al-Qantarat que significa precisamente el puente.

El puente de Alcántara

Se trata de un longevo viaducto en arco, cimentado sobre roca, con seis arcos de medio punto de altura y luz desiguales, sillería de granito almohadillada, pilares con contrafuertes, dos estribos en los extremos y un arco conmemorativo de 14 metros de altura en su parte central. Su longitud es de 194 metros, su anchura de 8 y su máxima altura de 61.

El ingeniero de Caminos, Canales y Puertos, Carlos Fernández Casado, indiscutible autoridad en materia de puentes, escribió: «Es el edificio más duradero creado por la mano del hombre, resistiendo en plena forma el paso del tiempo y los agentes destructores [...] y el puente sigue siendo puente de paso sobre el río y puente de enlace entre generaciones sucesivas». Este maestro de la ingeniería de puentes, que no dudó en calificar al de Alcántara como «puente por excelencia», solía decir a sus alumnos: «Que nadie construya un puente sin haber visitado Alcántara».

La importancia estratégica del lugar, el interés por la extracción de metales en la zona y la necesidad de completar la ruta entre Augusta Emerita (Mérida) y Bracara Augusta (Braga) llevaron a la construcción de este viaducto. El punto concreto que se eligió para su ubicación obedece a la circunstancia de que aquí se produce un estrechamiento del cauce del Tajo. Dicha angostura conlleva, naturalmente, el aumento en la altura y la fuerza del caudal, pero parece que ambas vicisitudes estaban perfectamente previstas por los ingenieros romanos (no en vano estamos hablando del puente romano de mayor altura del Imperio).

El puente romano de Alcántara.

El puente romano de Alcántara. / EL PERIÓDICO

Paradójicamente, no existen citas romanas alusivas a este puente, aunque tal vez se hayan perdido. Las primeras fuentes conocidas que hablan de él son árabes y de los siglos IX – X calificándolo de «maravilla del mundo». En el siglo XII encontramos referencias que atribuyen la obra a los emperadores romanos y se cita una Torre de la Espada (pero no un «arco conmemorativo»). 

En tiempo de los Reyes Católicos se describe un puente fortificado con tres torres (las de los extremos fueron demolidas entre 1496 y 1504). En época de Carlos V, entre 1522 y 1634, está documentado que el puente pasó por diversas reparaciones. En 1527, un viajero de paso por Alcántara sí cita la existencia de un arco central.

Se estimó que la construcción del puente, atendiendo a una inscripción del arco triunfal que se erige en su justo centro, se podría datar en el periodo de gobierno del emperador Trajano, o lo que es lo mismo entre los años 98 y 117. Ha habido muchos estudios e hipótesis al respecto. Más recientemente, Joan Carbonell Manils y Helena Gimeno Pascual, basándose en datos arqueológicos y epigráficos del arco conmemorativo central, así como en la tradición manuscrita y la historiografía, vienen a concluir que el puente podría corresponder a la época de Cayo Julio César Augusto (cuyo gobierno se extiende entre el 63 antes de Cristo y el 14 después de Cristo con lo cual sería aún más antiguo de lo que se creía).

Respecto a la inscripción que dedica el puente a Trajano, afirman que no corresponde al momento de su construcción, sino que procedería de otro lugar (posiblemente Alcántara) y que fue colocada allí con fines propagandísticos hacia 1480 con el propósito de relacionar al emperador de origen hispano Trajano con la monarquía de los Reyes Católicos. En el mismo caso estaría la placa de los populi donde se citan las localidades que sufragaron los gastos de la construcción.

Junto al puente se levanta un templete romano con sillares de piedra, tejado a doble vertiente y con dos columnas toscanas a ambos lados de la puerta (aportación etrusca). 

En ese templete, una inscripción sobre la puerta recoge el nombre de Cayo Julio Lacer atribuyéndole la construcción del puente. Resulta extraño que no se conozca ninguna otra obra de este supuesto ingeniero, lo que sumado a la carencia de evidencias históricas hace que su existencia resulte dudosa. Es más, sabemos que en el siglo XV ya existía este pequeño templo, pero nada podemos afirmar sobre su existencia anterior.

A lo largo de estas líneas hemos contemplado dos alhajas de la ingeniería separadas en el tiempo por dos milenios: el viejo puente de Alcántara y la moderna presa de Alcántara II. 

Son diferentes, sí, pero ambas hunden sus raíces en el mismo cauce y se dejan acariciar por las mismas aguas. Ambas nos sorprenden y nos fascinan, y ambas despiertan nuestro interés y provocan por igual nuestra admiración. Su rotundidad y belleza formal saltan a la vista y ambas las tenemos en nuestra comunidad autónoma.

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