En mi atalaya

Están clavados tres cráneos en el Atrio del olvido de Mérida

El sesudo análisis de Pelín está motivado en su afán por averiguar si desciende de alguno de ellos para, así, conseguir su ansiada rotonda esa que, cual ínsula Barataria de Sancho Panza, anda ofuscado buscando desde hace tiempo

La estatua de don César Lozano que está de vigilante ojo avizor en el levantamiento del Atrio de la Basílica de Santa Eulalia para su conversión en nueva plaza.

La estatua de don César Lozano que está de vigilante ojo avizor en el levantamiento del Atrio de la Basílica de Santa Eulalia para su conversión en nueva plaza. / CEDIDA A EL PERIÓDICO

Rafael Angulo

Rafael Angulo

La voz de alarma la dio la estatua de don César Lozano que está de vigilante ojo avizor en el levantamiento del Atrio de la Basílica de Santa Eulalia para su conversión en nueva Plaza que, al ritmo que van, olvidada de los plazos, se terminará ad calendas graecas o emeritensis (confío en que mis nietos la vean) pero lo cierto es que, removiendo la tierra, justo debajo de la estatua, se encontraron tres cráneos antiquísimos que una vez analizados y estudiados por mi cuate Pelín, eminente e insigne estudioso de la arqueología y antropología de la Bimilenaria, ha resuelto cuál de las tres cabezas (lo que queda de ellas) correspondía a la mejor persona.

El sesudo análisis de Pelín está motivado en su afán por averiguar si desciende de alguno de ellos para, así, conseguir su ansiada rotonda en Mérida esa que, cual ínsula Barataria de Sancho Panza, anda ofuscado buscando desde hace tiempo. De hecho, anda molesto conmigo, su mejor amigo, porque el otro día propuse a ARO nombres para el callejero emeritense y no le cité a él que se jacta de ser quien “más quintos de Mérida” gestionó. Y no solo se refería a los reclutas.

También a sus estudios sobre la retención de cebada en cuerpos etéreos. Pretende Pelín, tras clasificar los cráneos clavados en el atrio (de momento), que hable con don Juan Cascos para darles sepultura digna, definitiva y ordenada, según sus méritos en vida craneal anterior. Y una plaquita diciendo que era el antepasado suyo.

Señalándome un cráneo me dijo: “Esta es la cabeza de la mejor persona de los tres”. ¿Cómo ha llegado ilustre y preclaro José Luis a esa conclusión? le pregunté. Contestó: “Mira, cogí uno de los cráneos y le metí un hilo por el oído y salió directamente por el otro, por lo que supuse que se trataba de una persona que lo que oía, le entraba por un oído y le salía por el otro”. “Hice lo mismo con el segundo cráneo y allí, vi que el hilo entraba por el oído y salía rápidamente por la boca, de lo que deduje que era persona indiscreta y chismosa que contaba todo lo que escuchaba, sin venir a cuento y sin pensar si eso podía hacer daño a otros”.

“En el tercer cráneo, al meter el hilo por el oído me di cuenta de que bajaba directamente hacia abajo, flechado al corazón, por lo que supuse que esta persona escuchaba con atención y amor. Así que era la mejor persona y la más sabia de las tres. Probablemente era de la barriada de La Argentina y casi seguro de nuestra Cofradía de La Cena”. La verdad, no me atreví a preguntarle de qué lugar eran los otros dos cráneos ni hacía dónde iría el hilito si se lo metiera por la oreja a uno que yo me sé.

TEMAS