Opinión | Espectráculo

Lo vivido

¿Es mejor ser escritor a tiempo completo o, como defendía Juan Benet, es mejor la literatura que surge “a ratos perdidos”?

La semana pasada estuve, junto al poeta Óscar Curieses, acompañando al escritor Marcos Eymar (Madrid, 1979), en la presentación, en su ciudad natal, de su última novela, Caravana española, publicada por Huerga & Fierro. Queda un poco snob decirlo, pero él y yo nos conocimos en Oxford, la única vez que he estado allí, en 2010, en un congreso sobre “los límites de la traducción literaria”. Ambos teníamos en común los equilibrios para compaginar los compromisos académicos y la vocación literaria, y de hecho ha sido un tema recurrente en las conversaciones y correos entre ambos: ¿es mejor ser escritor a tiempo completo o, como defendía Juan Benet, es mejor la literatura que surge “a ratos perdidos”, en el tiempo de ocio que deja un trabajo que nos garantice el sustento y no nos haga depender de los caprichos y exigencias editoriales?

A mi entender, la obra de Eymar, que sigo con atención desde entonces,respondea ese dilema, y ha ido conformando un mundo narrativo muy reconocible, desarrollado en dos libros de relatos, Objetos encontrados (2007, Premio Tiflos) y Llaves en mano (2013) y tres novelas, Hendaya (2012, Premio Vargas Llosa y traducida al francés), El último libro (2019, Premio Ciudad de Valencia) y Caravana española. A pesar de los premios mencionados, me da la impresión de que no es tan conocido como merece, seguramente por no residir en España (es profesor en la Universidad de Orleans, otra coincidencia: ahí estuve yo de Erasmus hace veinte años), tener familia, y no embarcarse en esas giras promocionales (la promo, la llaman) por toda España, de Salamanca a Murcia y de Cartagena a Lugo. Para colmo, tampoco es dado al autobombo en redes sociales, y es que frente a la cada vez más invasiva autoficción, Eymar sigue creyendo en la literatura no como en prolongación del ego, sino en lo contrario, en dejarse invadir y ceder nuestro lugar a las voces de yoes imaginarios pero a veces más auténticos y vitales que muchas de las personas que nos rodean.  

El ecosistema ficcional de Eymar está poblado por personajes algo perdidos y a la búsqueda de una clave que les permita encontrarse a sí mismos

El ecosistema ficcional de Eymar está poblado por personajes algo perdidos y a la búsqueda de una clave que les permita encontrarse a sí mismos. Si en Hendaya era Jacques Munoz, francés hijo de emigrantes españoles que marchaba a un país del que sus padres no habían vuelto a querer saber nada, esta nueva novela toma su título de Spanish Caravan, canción de The Doors, que evoca, como dirá su protagonista, tanto la “caravana de artistas neuróticos sedientos de exotismo” como la que “en sentido inverso, ha arrastrado a millones de personas fuera de mi país no para cambiar de vida, sino para salvarla”. Quien nos cuenta su historia es un ya no tan joven de 34 años, que cansado de ejercer de dependiente en Decathlon a pesar de su doctorado, decide marchar a Londres, empujado por el misterio de la breve estancia de su madre en la capital británica poco antes de que él naciera. Londres, ya se sabe, ha sido imán (ya menos desde el Brexit) para toda una juventud hipercualificada de españoles, italianos o polacos subempleados.

Aterido por el frío, el protagonista se refugiará en la National Gallery, donde frente a la Venus del espejo, de Velázquez (el único desnudo femenino del tan poderoso como pudoroso Siglo de Oro español), conocerá a una española, con aspecto de vagabunda, que se hace llamar Mary Payne (oficialmente María Dolores), de la edad de su madre, y que llegó como joven de 17 años, habiendo vivido la época dorada del punk. Mary Payne lo fascinará, aunque también lo asustará por la intensidad que transmite, mostrando el contraste entre la juventud contestataria de los setenta y ochenta y el acomodado conformismo, casi borreguismo, de muchos jóvenes de hoy. Todo ello en una historia que combina intriga, melancolía, y no pocos momentos de fino humor.

*Escritor

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