Opinión | Es decir

Chirría

Parece razonable que disminuido desaparezca de la Constitución como definición de quienes padecen alguna discapacidad

Hay más que electoralismo en lo que hizo el presidente del Gobierno el pasado viernes con el fin de defender la reformar del artículo 49 de la Constitución, el cual dispone que“los poderes públicos realizarán una política de previsión, tratamiento, rehabilitación e integración de los disminuidos físicos, sensoriales y psíquicos (…)”. Pero conviene aclarar primero que el presidente del Gobierno se llama Pedro Sánchez. En concreto, Pedro Sánchez Pérez-Castejón. La aclaración, aunque parezcaociosa, no lo es, dada su preocupaciónpor el qué dirán de mí, como recordabael sábado Andrés Trapiello en el diario El Mundo (otra aclaración que también conviene, seguramente): “Qué dirán de mí, qué dirá de mí la historia”, le dijoa Máximo Huertacuando le presentó su dimisión siete días después de ser nombrado ministro de Cultura. En realidad, y en esta ocasión, lo único que dirán de él es que el viernes jugó un partido de baloncesto en silla de ruedas con quienes juegan a baloncesto en sillas de ruedas porque no pueden hacerlo de pie a causa de algún accidente, enfermedad, etcétera.

El fin de defender la reforma del artículo 49 de la Constitución es eliminar el término disminuido, sustituyéndolo no por discapacitado, qué horror, sino por persona con discapacidad o, más exactamente, persona que tiene una discapacidad, que es lo políticamente correcto. La preguntaes dónde está el problema, si esa reforma ya se consensuó en el Parlamento en 2018, aunque no se aprobó por disolverse las Cortes para convocar las primeras elecciones de 2019, dónde,si difícilmente habría grupo parlamentario que se opusiera, incluido Vox, dónde, si hace quince días el Partido Popular pactó con el Gobierno precisamente la reforma de ese artículo (únicamente de ese artículo, eso sí). El problema no estáporque no lo hay. Así querefórmese el artículo y suprímase el término disminuido, que, en efecto, denigra, desacredita en el sentido de “disminuir o quitar reputación o estimación pública”, además de descalificar, de usarse como insulto. ¿Suena mal que antaño se refirieran a la persona con discapacidad como tullida? Pues lo mismo ocurre hoy con disminuido, que es algo más que un participio.

El problema está en el presidente del Gobierno, que el pasado viernes jugó un partido en silla de ruedas únicamente por razones electorales, sí, lo cual es irreprochable, por supuesto. Pero chirría. ¿Por demagógico? No hay político que no apele a los sentimientos más elementales de losciudadanospara halagarlos, compadecerlos oprometerles reparar las injusticias que se los provocan. ¿Por populista? No hay político que visite una explotación agrícola y se resista a subir al tractor y labrar, o que acudaa una obra y se ponga el casco para poner en marcha la hormigonera, y así sucesivamente. No. Se trata de algo de naturaleza moral. Y tal vez se aprecie mejor si una ministra, por ejemplo, con el fin de defender los derechos de las prostitutas, hicierade prostituta, entiéndase, vistiendo, hablando, siendo como ellas, compartiendo un rato.

En fin, parece razonable que disminuido desaparezca de la Constitución como definición de quienes padecen alguna discapacidad física, sensorial, intelectual o mental. Perola palabra debe permanecer en el diccionario como está, porque siempre habrá quien que la necesite. 

*Funcionario

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