Opinión | Tribuna abierta

Periodismo contra la ceguera

Miramos el mundo a través de un pequeño agujero para ver solo aquello que confirma nuestra realidad

Periodismo contra la ceguera.

Periodismo contra la ceguera. / El Periódico

Miramos el mundo a través de un pequeño agujero que horadamos estratégicamente para ver sólo aquello que confirma nuestra idea de realidad. Esto nos proporciona una absurda pero convincente sensación de seguridad. Como fotógrafos vitales, en ese acto de encuadrar llevamos a cabo dos operaciones: seleccionamos aquello que quedará dentro de los límites de nuestra visión a la vez que descartamos el resto. 

Al crecer, los márgenes de esa imagen reclaman nuestra atención: el fuera de campo está vivo y nos llegan sonidos, ecos de algo que sucede más allá de los límites trazados. La curiosidad innata del ser humano, motor de nuestra evolución, nos lleva a agrandar el agujero para satisfacerla y, así, esa visión de la realidad también se amplía, poniendo en peligro la certeza desde la que juzgamos el mundo conocido.

Entonces, tenemos dos opciones: incorporar los nuevos elementos y redefinir nuestra perspectiva, o usar la masilla de nuestros prejuicios para devolver el agujero a su diámetro original. La humanidad no se divide entre los que optan por una u otra cosa. Todos empleamos ambas técnicas para sobrevivir. 

En el centro de nuestra visión, están siempre los nuestros, cuyas comodidades, derechos y capacidad para progresar, aprendemos, gracias al relato mediante el que interiorizamos nuestra historia, a considerar merecidos y justos. En el fuera de campo permanecen siempre los otros, con sus terribles problemas, sus vidas rotas, sus guerras, sus migraciones infernales, sus insultantes pobrezas, de las que, incluso aunque no nos lo confesemos, los consideramos culpables. Debe ser así para que nuestra capacidad de autojustificar nuestros privilegios no se tambalee.

Sin embargo, cuando los márgenes reclaman nuestra atención y nosotros decidimos integrarlos en el todo que es ese exiguo mirar, los otros se revelan inevitablemente tan parecidos a nosotros que es imposible no cuestionarse sobre qué se construye nuestro éxito, si no es sobre su desgracia.

Durante los días 1 y 2 de marzo, se celebraron en la Facultad de Ciencias de la Documentación y la Comunicación las II Jornadas Revelando Conflictos, bajo cuyo paraguas se reunieron en Badajoz algunas y algunos de los más destacados profesionales del periodismo en zonas de conflicto. Las fotografías y las historias de vida de esos otros habitantes del mundo, traídas desde allí como presentes por estos hombres y mujeres cuyo oficio consiste en la improbable tarea de dinamitar los márgenes de nuestras burguesas mirillas, agitaron el avispero de nuestro fuera de campo. 

Entre los asistentes había muchos estudiantes de periodismo. Algunos rezumaban pasión por el oficio que habían elegido. Otros, como el que estaba sentado a mi lado, le preguntaba entre risas a su compañero si alguno de los ponentes tendría algo que decir del próximo derbi. Y es que hay mirillas horadadas en roca.

Sin embargo, flotaba en el ambiente el convencimiento de que estábamos viviendo un hecho privilegiado. Poder escuchar en nuestra ciudad, que a veces consideramos tan en los márgenes, a fotoperiodistas como Juan Luis Rod, experto en el continente africano, contarnos cómo recorrió Mali, Burkina Faso y Níger para entender y documentar el conflicto del Sahel; o como Santi Palacios, reciente premio Ortega y Gasset por sus fotografías de la matanza de Bucha, intentaba desgranarnos su concepto de ecología humana. Conversar con Patricia Simón o con Óscar Camps, y muchos otros, todo orquestado por el periodista extremeño Ángel Sastre, coordinador de las jornadas, fue un regalo inesperado, por mucho que ahora toque un tiempo de reflexión en el que deberemos decidir qué hacer: si integrar a esos otros en nuestra visión del mundo, o tirar de prejuicios para estrechar la mira.

Que mañana, cuando llegue el futuro, sea este cual sea, podamos decir que lo construimos o nos lo arrebataron, pero no mientras defendíamos nuestra ceguera

Unos días después tuve la ocasión, en el marco del FILE, de tomar un café, junto a otras veinte personas, con la directora de El País, Pepa Bueno. Le pregunté por qué los grandes medios ignoran sistemáticamente algunas partes del mundo. Ella me contestó que no se puede obviar el factor de proximidad: a las audiencias le interesan más las historias de aquellos que consideran más próximos. Me extrañó su respuesta. Parecía validar la teoría de la masilla como forma ideal de ver el mundo. Le respondí que el de la proximidad es un discurso peligroso, que la proximidad se crea con el relato y esa es también la función de los medios: narrar los márgenes, no para que los nuestros nos parezcan menos próximos, sino para que los otros no nos parezcan tan lejanos.

Es fundamental prestar atención a las historias que estos profesionales nos traen de más allá del agujero, jugándose la vida para ello, no solo porque, con un solo golpe de timón de alguno de los megalómanos que manejan los hilos del presente, podemos ser nosotros los que pidamos ayuda aplastados contra una verja o en medio del mar, sino porque es nuestra responsabilidad moral usar los ojos para ver. Que mañana, cuando llegue el futuro, sea este cual sea, podamos decir que lo construimos o nos lo arrebataron, pero no mientras defendíamos nuestra ceguera.

*Escritor

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