Opinión | Espectráculo

Ce(n)suras

Al final el Tamamazo, como algunos lo llaman, acabó en agua de borrajas, disolviéndose como una aspirina efervescente

Al final, el tamamazo, como lo llamaban algunos (y el paralelismo con el tamayazo no está mal traído, pues la traición de Ramón Tamames en 1989, como tránsfuga de Izquierda Unida dentro del gobierno de coalición en el Ayuntamiento de Madrid, allanó el camino a la larga hegemonía de la derecha en la capital) acabó en agua de borrajas, disolviéndose como una aspirina efervescente que sin embargo habrá dado bastante dolor de cabeza a algunos, sobre todo a los miembros del Partido Popular.

Mientras en Francia se debatía una moción de censura por algo tan trascendental para todos sus ciudadanos como una reforma radical del sistema de pensiones, en España se abordaba la sexta moción de censura de la democracia con el supuesto fin de pedir unas elecciones adelantadas, cuando estas están a la vuelta de la esquina, siendo como serán casi un ciclo electoral a dos vueltas con las locales y autonómicas en mayo y las generales al final del año. Lo aparentemente inútil de esa moción destinada al fracaso no ha evitado que, para enojo de Feijóo y los suyos, ha acaparado los focos periodísticos y ha sido un auténtico filón de chistes y bromas de programas como El Intermedio, a propósito de las libérrimas ocurrencias y salidas de tono del peculiar candidato.   

Hay un famoso chiste en Polonia que pregunta “¿por qué el Sejm (el edificio que alberga el parlamento polaco) es redondo?” y responde: “¿Y cuándo has visto un circo cuadrado?” Es un chiste que, como tantos otros, refleja algo de la idiosincrasia de un país, en ese caso con un notable escepticismo hacia la política, que se refleja en la participación habitualmente baja en los comicios. Y en ese caso, de hecho, los hermanos gemelos Kaczynski, que han dominado su política durante muchos años, empezaron como una especie de payasos de la tele, al estilo de Miliki y Fofito. Recordé ese chiste al hilo de la descalificación como circo, esperpento o chirigota con la que fue recibida esta moción, y que el propio Santiago Abascal repitió luego tantas veces, se supone que para rebatirla, pero que al final no hizo sino confirmarse. Y cuando ya acabó de remacharla fue con esa antológica foto en grupo de Vox donde al “¡viva España!” y “¡viva el rey!” se sumó Tamames con un “¡viva la moción!” Más que un esperpento (aunque también), parecía una versión hispana del Ubú Rey de Alfred Jarry.

A Tamames, según parece, se le hizo largo el espectáculo (que tuvo una cuota de pantalla récord, casi 9 millones de espectadores, mucho mayor que la de cualquier otro debate parlamentario) y protestó de lo extenso de los discursos del presidente Pedro Sánchez y de la vicepresidenta Yolanda Díaz, algo que también la prensa de derechas, de Antena 3 a La Razón, ha criticado. Vaya, quizás era porque ante la impugnación de un gobierno, este quería defenderse y no solo recordar lo que ha hecho en estos tres años, sino anunciar lo que hará si podía seguir gobernando, es decir, si la moción no salía adelante. En realidad, ese discurso de Sánchez que, según Cuca Gamarra, aburriría a Fidel Castro, era también una muestra de respeto a Tamames, algo que el propio candidato no tuvo ni consigo mismo. Aburrido de su propio discurso, ensalada indigesta de citas eruditas pero adulteradas y topicazos, lo acortó a base de “etcéteras”.

Las mociones de censura, tan escasas en nuestra democracia, han sido también cesuras, cortes que han marcado para un lado u otro la tectónica parlamentaria, reforzando o debilitando liderazgos. En este caso, ha servido para mostrar con qué compañeros de cama tendrá que gobernar Feijóo si, a la izquierda del PSOE, Podemos no muestra la misma generosidad que mostró Izquierda Unida hace unos años. Algo tan elemental como que la unión hace la fuerza, algo que saben bien en la derecha.

*Escritor

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