EXtremadura desde el Foro

El experimento Milei

Las nuevas políticas estresarán el aguante de los argentinos

Cierre de campaña de Javier Milei en Buenos Aires

Cierre de campaña de Javier Milei en Buenos Aires

Alberto Hernández Lopo

Alberto Hernández Lopo

Sorprende la insistencia, pero la costumbre no parece cambiar. En España, siempre tratamos de «traducir» la política de otros países a nuestras propias y particulares circunstancias.aciendo el ejercicio de ajustarlo en moldes inmediatamente conocibles. Por poner el ejemplo canónico, Estados Unidos: ni los postulados económicos del partido demócrata serían aceptables por el socialismo (tradicional) patrio ni la doctrina conservadora del republicanismo encajaría en un programa del Partido Popular. Sea por una visión excesivamente egocentrista del mundo, por la atosigante necesidad de polarizar cualquier coyuntura política, sea por interés o por simple apatía (o una amalgama de todas las anteriores), la lectura en clave nacional es un clásico.

La victoria de Javier Milei en las elecciones argentinas ha sido, por supuesto, interpretada como un éxito de la ultraderecha. Lo que es, como mínimo, una simplificación. Cierto que el fenómeno del economista argentino ha sido saludado por los líderes de esa corriente, como Trump, Bolsonaro o el nacional Abascal. Pero es poco más que un intento de capitalizar internamente el fulgor de una victoria (los «mil padres», ya saben) ajena.

El programa del nuevo presidente argentino dista mucho del nacionalismo identitario, el proteccionismo económico o la complacencia con el gasto público. Sus propuestas le alejan decididamente de los esquemasde la derecha más conservadora. Milei es un libertario; radicalmente, al menos, en su percepción de la economía.

Con el nuevo inquilino de la Casa Rosada, los análisis se han anclado en lanarrativa del propio personaje. Decididamente, Milei es extravagante hasta el extremo. Polémico y marrullero. Veremos si populista en su acción de gobierno, donde deberá mandar el pragmatismo. Pero la indignación hacia el triunfo de Milei que se respira, especialmente en España, es no entender cuándo se llegó hasta aquí.

La generalización siempre tiene un punto de traición, más cuando se habla de un continente entero. En América Latina se repiten tres rasgos comunes: el fallo de las instituciones y la sofocante burocracia, la aparición continua de una izquierda populista que se ha probado incapaz de crear un estado social que funcioney la perenne inestabilidad financiera, cogida de la mano de una corrupción circular y de abusos de poder. En definitiva, una distinta graduación de estados fallidos o en crisis social.

Resulta fácil pontificar desde Madrid, París o Washington pero obviar que Milei es consecuencia de los actos de la clase política anterior es malintencionado. Argentina sufre de una inflación galopante (138%anual, sólo superado por la dictadura encubierta que es Venezuela), una moneda en devaluación perpetua, y un estado con «bolsillos de payaso»; no importa cuanto entre, parece no tener fin, y tampoco nadie sabe cómo o dónde va a parar.

Con dos quintos de la población en situación de pobreza, para los jóvenes argentinos (que han votado en masa por el candidato) el lema de «No future» de los Sex Pistols les parece una realidad. Optar con soluciones distintas de aquellas que han generado (y agrandado) el problema es de una aplastante obviedad.

Con dos quintos de la población en situación de pobreza, para los jóvenes argentinos (que han votado en masa por el candidato) el lema de «No future» de los Sex Pistols les parece una realidad. Optar con soluciones distintas de aquellas que han generado (y agrandado) el problema es de una aplastante obviedad.

Con todo, Milei es un experimento. Si realmente pretender aplicar la doctrina del shock en el país, será una prueba en la que el mundo entero estará atento. En una doble vertiente.

En la economía, ha hecho bandera de la dolarización. Un proceso complejo, sobre el que existe opiniones encontradas sobre su utilidad y, en especial, viabilidad. De facto, Argentina está ya dolarizada. Pero esto no significa que no vaya a tener un alto coste. Porque requerirá de una exigente disciplina fiscal. Lo que se anuda al recorte de gasto público que ha sido una de las más firmes promesas de Milei, que estima en 15% del PIB su impacto en la economía y a corto plazo conlleva el desmantelamiento de esquemas «tradicionales».

Esto nos conduce a la siguiente cara: la repercusión social. Las nuevas políticas estresarán el aguante de los argentinos ante un auténtico cambio de cultura y las implicaciones hacia un modelo, que pese a que es insostenible pero garantista con el ciudadano. Y, finalmente, con respecto de la polarización social de una izquierda que lleva demasiados años considerando al continente su campo de pruebas.

*Consultor financiero

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