Opinión

Ramón Gómez Pesado*

El olor de los recuerdos

Jazmines.

Jazmines.

Hace ya veinte años que los investigadores estadounidenses Linda Buck y Richard Axel fueron galardonados con el Premio Nobel de Medicina, siendo reconocidos por descifrar el enigma del olfato y explicar la capacidad que tenemos los seres humanos de distinguir entre miles de olores diferentes y recordarlos después. Ellos afirmaban que, al percibir un olor, los sensores nerviosos en el epitelio olfativo llevan la información al cerebro y éste es capaz de recordar, por el olor, a personas, o lugares, o momentos que hace mucho tiempo se guardan en la memoria de los recuerdos.

Gracias a estos dos investigadores hemos entendido lo que muchos de nosotros ya habíamos experimentado en más de una ocasión. Por el exquisito y penetrante aroma del olor del jazmín, yo me traslado en el tiempo a una casa antigua donde había unas plantas de jazmín sembradas en la gran pérgola del patio, que proyectaban una magnífica y fresquísima sombra en verano. Automáticamente el intenso olor de la flor del jazmín, a mí me transporta siempre allí.

Había muchas plantas de anís o hinojo de olor fuerte y penetrante que llenaba parte del campo en el paseo que solíamos hacer de niños con los amigos y amigas, y solo con llevarme un trozo de la planta de anís a mi pituitaria, basta para recordar gratamente y con mucha nitidez aquellos momentos y aquellos amigos de tertulia y paseo de juventud.

Solo con llevarme un trozo de la planta de anís a mi pituitaria, basta para recordar gratamente y con mucha nitidez aquellos momentos y aquellos amigos de tertulia y paseo de juventud.

Con la colonia y el perfume me ocurre exactamente lo mismo. Acostumbraba mi padre a utilizar el AfterShave de Floid, y cuando huelo ese perfume me acerca más que nítidamente su recuerdo. Y debo decir que, aunque no sea un perfume que use habitualmente, muchas veces lo uso sólo para recordarlo.

Supongo que muchos que leéis esto y que ya os habéis merecido, por vuestro trabajo y vuestra edad, cobrar una pensión digna de jubilación, recordaréis el anuncio de televisión que se refería a un jabón como «el aroma de mi hogar». Aquel jabón se llamaba ‘Heno de Pravia’, y junto a otro, de color oscuro y forma ovalada, que llevaba grabado el nombre de ‘Magno’ son las dos pastillas de jabón que principalmente han formado parte de los olores en el aseo de mi niñez y juventud en casa de mis padres.Así que más que productos de higiene para mí son productos que adquieren un tinte y valor sentimental que felizmente me acercan, ahora, magníficos aromas de años atrás, de muy atrás.

Conque yo sigo adquiriendo ambas pastillas de jabón cuando voy a la tienda y sigo disfrutando, con gran satisfacción, del olor de mis recuerdos. Sin embargo, con uno de ellos he notado cambios que tienen que ver muy directamente con el estudio de los Nobel. Y es que, hace un tiempo que comencé a notar una variación en la presentación de la forma de la pastilla de jabón de ‘Magno’. De pronto comenzó a disminuir en su tamaño y es que se había quedado la fábrica con 25 gramos de los 125 que siempre presentaba.

Pero es que, además del peso, había cambiado también la forma. Forma y peso que no me habría importado en absoluto si esos cambios formales no hubieran traído aparejado un cambio en el aroma de la pastilla de jabón. Al olerlo es como si ese aroma que, inmediatamente, a mí me acercaba recuerdos tan queridos, ahora los dejaba totalmente vacíos, absolutamente desaparecidos. Es como si el jabón se hubiera quedado sin alma. Ya sólo me servía como generador de espuma para lavar las manos y la cara. ¡Qué bien entiendo ahora a los investigadores premiados con el Nobel en su estudio perfectamente comprobado de que el olor atrae, aviva y mantiene y conserva los recuerdos! No tengo más que colocar en una mano el jabón antiguo de ‘Magno’ y en la otra el nuevo que ahora fabrica la empresa. Uno, al acercarlo a mi nariz está lleno de aromas en el que puedo ver perfectamente el recuerdo de mis padres, y el lavabo de mi antigua casa. El otro, sin embargo, no me dice nada. Está totalmente vacío, está sin vida y apagado, porque ya, desgraciadamente, no me inspira el entrañable olor de mis recuerdos.

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