Opinión | Jueves Sociales

La épica de la guerra

Fuera, continúa la guerra de Ucrania, Israel ataca Irán, siguen muriendo niños, ancianos y enfermos golpeados por una maquinaria incomprensible

Heridos palestinos, entre ellos niños, en el ataque de Israel al hospital Al-aqsa

Heridos palestinos, entre ellos niños, en el ataque de Israel al hospital Al-aqsa

Entre los llantos de los cofrades, la alegría de los agricultores y el hastío de los turistas, la lluvia ha sido la protagonista de una semana que ha tenido menos de pasión que de recogimiento. Problemas del primer mundo, los llaman, aunque la sequía no sabe de geografía y sí de despilfarro de recursos, pero eso ahora no parece importar a nadie. Ha llovido a gusto solo de unos cuantos, como si en verdad no necesitáramos el agua todos. El caso es quejarse, hablar de récord de precipitaciones, de ocupación turística, de cofradías…de lo que sea con tal de que la realidad no golpee nuestro pequeño mundo aislado. Fuera, continúa la guerra de Ucrania, Israel ataca Irán, siguen muriendo civiles, ese genérico que incluye a los niños, a los ancianos, a los enfermos, golpeados por una maquinaria que no comprenden porque es incomprensible. Vivimos en un clima de preguerra, avisan los mandatarios, como si hablasen de lo mucho que ha llovido, o de los hoteles llenos. También avisan de la posibilidad de una tercera guerra mundial, y a algunos se les nota el deseo, la salivilla ávida, la ansiedad porque el mundo se vea envuelto de nuevo en una catástrofe de la que saldrán enriquecidos los mismos.

Vivimos en un clima de preguerra, avisan los mandatarios, como si hablasen de lo mucho que ha llovido, o de los hoteles llenos. También avisan de la posibilidad de una tercera guerra mundial, y a algunos se les nota el deseo, la salivilla ávida, la ansiedad porque el mundo se vea envuelto de nuevo en una catástrofe de la que saldrán enriquecidos los mismos

Ya no existe la épica de la guerra, dicen también. Las batallas no son ahora esa orgía de sangre y muerte que tan bien describen la literaturao el cine, como la reciente y larguísima Napoleón o la menos reciente, Salvad al soldado Ryan, que sigue provocando escalofríos. ¿Qué épica puede haber si todo se maneja con drones? se quejan, echando de menos quizá la caballería y los húsares o los cañones atascados en el barro y los caballos acribillados por las bayonetas. A lo mejor confunden el significado de épico, como hacen los adolescentes de ahora, para los que todo es épico u obvio, hasta una hamburguesa con patatas fritas grasientas una noche de viernes, que poco o nada tiene que ver con Homero, salvo la epopeya de sobrevivir a la inanidad más absoluta. La épica, dicen. No los muertos, los huérfanos, los mutilados, el hambre, el racionamiento, los campos de refugiados, la miseria, los piojos, el frío. Puede que hablen de Héctor o de Patroclo, o del Cid y el robledal de Corpes, o de Roncesvalles, si algo hubieran leído, pero lo más seguro es que conozcan las guerras por las películas o las series donde los oficiales bailan en salones elegantes y los amigos se juran lealtad en las trincheras. La guerra es otra cosa, y suele aparecer en los informativos, justo a la hora de comer o cenar, porque los periodistas, tan poco delicados, no se dan cuenta de que las imágenes pueden quitar el hambre a nuestros hijos y revolvernos el estómago. A ver qué necesidad hay de mostrar a los niños desamparados al lado de los padres muertos o las casas bombardeadas. Qué necesidad de enseñarnos la realidad cuando vivimos tan tranquilos en este mundo donde los héroes llevan capa, las batallas se dirimen en la Play y la lluvia se ha convertido en un problema.

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