en 1972 compraron un local en la calle Gil Cordero donde montaron su primer almacén

Cierra Sánchez Cortés y con él parte de la historia de Cáceres

Ángel Sánchez Cortés comenzó vendiendo chupa chups en el corral de la casa de la calle Juan García, donde vivían sus padres. Fueron los primeros pasos de un negocio que se convirtió en el Olimpo de las golosinas

Vicente y María junto a sus tres hijos, Ángel, Paco y Valentín.

Vicente y María junto a sus tres hijos, Ángel, Paco y Valentín. / EL PERIÓDICO

Miguel Ángel Muñoz Rubio

Miguel Ángel Muñoz Rubio

Ha cerrado Sánchez Cortés y un hormigueo de infinita nostalgia atraviesa el alma de la ciudad, especialmente al pasar por la avenida de España y contemplar la persiana bajada de lo que fue el paraíso dulce de Cáceres. El origen de una de las empresas más importantes de Extremadura hay que buscarlo en Vicente Sánchez Pacheco, al que todos llamaban ‘El Sardina’. Era carnicero y un día dejó el Casar, de donde era oriundo, para venirse a la capital a trabajar junto a un primo suyo, Marcelino Pacheco, conocido como ‘El Cuchara’, un hombre que había montado un negocio por donde estuvo la bodega La Catalana y al que le marchaban bien las cosas. Vicente llegó a Cáceres y conoció a María Cortés Rufo, una cacereña nacida en el seno de una familia apodada Los Moreno. La pareja inició su relación en un baile que había por donde estaba la central lechera, se casaron y se fueron a vivir a la calle Juan Caldera.

Allí tenían una casa de planta baja, con un patio y un corral de más de 200 metros cuadrados, con tinado donde metían el ganado. No tardó el matrimonio en emplearse a fondo en el negocio de la carne adquiriendo una casilla en el mercado del Foro de los Balbos.

Los puestos de la carne estaban en la primera planta. El de los Sánchez Cortés se encontraba a la derecha. Allí, María Cortés y su hermana Seba, que también tenía una casilla, se convirtieron en las más famosas de la casquería. Entre sus clientes tenían al Bar Manso, a Antonio el del cebadero, al Bar Leoncio de la Concepción, o a Amador , de General Ezponda. María, que no sabía leer ni escribir pero que era más lista que el hambre, contaba con los dedos. «María, ¿cuánto le debo?», preguntaba la clientela: «Uno, dos, tres...», se tocaba los dedos María y respondía: «Cuatro reales».

El resto de la familia de los Sánchez Cortés también tenían puestos en el mercado del Foro: tío Paco, tío Leandro, tío Lolo... En esa primera planta se repartía el vasto gremio de los carniceros de Cáceres: la Pipa, la Petrona en esa fila, los Fragoso más allá, un comercio de Hijos de Petra Campón donde estaba Matías...

Vicente y María tenían tres hijos: Ángel, Paco y Valentín, y todos desde muy pequeños colaboraban para garantizar la prosperidad del negocio.

En los García Hermanos

Cuando Ángel tenía 12 años, su padre lo mandó a trabajar a los García Hermanos. Una noche, al volver de la faena, a Ángel se le ocurrió decirle al padre que no quería seguir trabajando. Del guantazo que su padre le pegó, se bebió el plato de sopa de un sorbo mientras su madre aleccionaba: «Hijo mío, si te despides donde estás trabajando, te quedas sin cenar ‘to’ las noches».

Los García Hermanos eran almacenistas de coloniales y fabricantes de embutidos. Tenían tiendas en la Cruz, en San Pedro, en la Plaza del Duque, enfrente del arandel de la plaza Mayor, y un almacén en Antonio Hurtado. Allí aprendió Ángel a deshacer cochinos y partir jamones. Trabajó con Felipe apodado ‘El no come', con Martín Barrantes, Joaquín Cascos y Galiche. En García Hermanos también despachaba. Sus primeras clientas fueron Teresa la Navera y la señora Petra, madre de los Caldera. Al llegar le pidieron medio kilo de garbanzos, pero Ángel no atinaba. Entre bromas la Navera exclamaba: «¡¡¡Pero cómo se os ocurre traer al muchacho aquí, si no sabe envolver!!!!».

Con el paso del tiempo, la famosa saetera siempre recordaba a Ángel ese episodio cada vez que le tocaba llevarle el suministro al colegio de la diputación donde La Navera trabajaba. Porque desde los García Hermanos también se hacían repartos: a la casa de los Ordóñez, a los Mirat, a los Cardenal... A la condesa de Canilleros le servían el aceite.

Magnífica fotografía de los comienzos de la empresa.

Magnífica fotografía de los comienzos de la empresa. / EL PERIÓDICO

Ángel estuvo durante 12 años en las tiendas de San Pedro y de la plaza Mayor, con sus estanterías de madera, sus balanzas, sus botes repletos de productos de mil sabores. Fue en García Hermanos donde conoció precisamente los caramelos que venían de Béjar en sacos de esparto, un negocio -el de las golosinas- que a partir de entonces marcaría su vida.

Cuando Ángel se marchó de García ya estaba casado con Mari Luz Arroyo Ros, a la que conoció en los Coros y Danzas de la Sección Femenina. Mari Luz era modista, iba a coser a un taller que había en la calle San José. Era Mari Luz hija de Emilia y de Antonio, un viajante de Mendieta de toda la vida, curtido en la época en la que los viajantes montaban en los coches de línea cargados con maletas en las que mostraban el género y con las que recorrían toda la provincia.

Ángel y Mari Luz se casaron el 18 de junio de 1968. Ángel dejó los García Hermanos cuando la franquicia Chupa Chups llegó a Cáceres con la intención de implantarse en la provincia. El primero en entrar en la ciudad en ese negocio fue Manolo Blázquez, pero al año y poco se marchó de viajante con los Sobrinos de Gabino Díez a la cadena de alimentación BG, de manera que Ángel tomó el testigo con un pequeño almacén que puso en el corral que tenían sus padres en la calle Juan Caldera y comenzó a distribuir Chupa Chups por el sur de la provincia de Cáceres. En invierno no tardaron en triunfar los Chupa Chups con sabor a fresa y nata y en verano el de sabor a ácido, que era más fresco.

Después llegaría el Pita Gol, un caramelo con silbato que hizo furor. La empresa concedía premios a los mejores vendedores y Ángel consiguió muy pronto el galardón de Vendedor de Oro, condición indispensable para poder ascender. Fue así como Ángel Sánchez Cortés se convirtió en jefe de vendedores y distribuidor para toda Extremadura de la línea de Pita Gol.

Todo iba sobre ruedas hasta que en 1970 echaron a todos los empleados a la calle y Ángel se quedó con una mano delante y otra detrás. Padre de tres hijos: Mariángeles, Antonio y Marta, la familia recibió ayuda de los abuelos porque en aquella época no había prestaciones. Vicente, el padre de Ángel, le dio de alta al menos para garantizar la Seguridad Social de los pequeños.

En ese tiempo, Paco, uno de los hermanos de Ángel ya andaba por Madrid, donde estuvo primero en Barreiro y luego se jubiló en Telefónica. En Cáceres quedaban Ángel y Valentín, el otro hermano, que también estaba en Chupa Chups y que igualmente se había quedado en paro. De manera que ambos se embarcaron en un nuevo negocio. La tía Vito les prestó 37.500 pesetas para dar la entrada de un 4L, contactaron con un competidor de Chupa Chups (la Firma Reineta), que hacía caramelos con palo, y empezaron a vender.

Buscaron luego a la fábrica de pipas Pari, implantada en la provincia de Sevilla, y al año y pico, en 1972, compraron un local en la calle Gil Cordero donde montaron su primer almacén dada la cercanía de la antigua estación de autobuses. En el negocio se volcó toda la familia: Mari Luz, José, Ceci, Manoli... Vicente y María, los abuelos, ya jubilados de los puestos de la carne, también echaban una mano porque la empresa comenzó a vender juguetes. María se las apañaba sobradamente con los juguetes y Vicente hacía repartos con el 4L, facturaba, iba al banco, a los recados... Y así nació y creció Sánchez Cortés, una empresa que ahora dice adiós y que fue la encargada de que los cacereños descubriéramos el dulce sabor de la golosina.