el novenario acogió la presentación de los niños; acudieron 137

La Virgen que resistió al bombardeo de Cáceres

La patrona lució el manto que portó el día que bombadearon la ciudad, el 23 de julio de 1937, una prenda única pocas veces exhibida. La jornada coincidió con el homenaje a Ucrania, víctima de otra cruenta guerra, 87 años después

Miguel Ángel Muñoz Rubio

Miguel Ángel Muñoz Rubio

Cuentan que en la guerra civil bajaron del santuario a la Virgen de la Montaña y la dejaron «durante largo tiempo» en Santa María. Allí, en el presbiterio de la concatedral, ante el retablo mayor plateresco del más importante templo cristiano de la ciudad, los cacereños iban en masa a pedir para que llegara la paz. Tiempos de incertidumbre y de batalla que hicieron temblar a Cáceres un 23 de julio de 1937.

Sobre las 9.30 de la mañana de ese día, en plena contienda, cinco aviones republicanos sobrevolaron Cáceres descargando 29 bombas que dejaron 34 muertos y 78 heridos, la mayor parte de ellos personas civiles. Solo fallecerían dos militares. Los aviones, que habían despegado de la base aérea de Los Llanos en Albacete, eran conocidos como Katiuskas, bombarderos de fabricación soviética que utilizarían la guerra española como campo de pruebas. Al igual que lo hicieron los temidos Caproni 310, de fabricación italiana, o los Stukas alemanes, que fueron utilizados por el bando rebelde.

Las autoridades militares, al tanto de un posible ataque aéreo, habían dispuesto alarmas y lugares para ser usados como refugios antiaéreos, que no fueron suficientes ni eficaces para frenar los efectos del bombardeo. Entre los fallecidos había ocho niños y 26 adultos que representan la irracionalidad de la guerra, según relata con acierto el cronista oficial de Cáceres, Fernando Jiménez Berrocal.

El bombardeo no cambió el rumbo de la contienda, ni afectó a supuestos objetivos como el Gobierno Civil, la Audiencia Territorial o el Cuartel Infanta Isabel. Desde el punto de vista operativo, «el ataque fue una perfecta chapuza». Cayeron bombas en la Ribera del Marco, en las afueras de San Blas o en mitad del barrio monumental. Solo en la plaza de Santa María hubo 20 muertos. Estas últimas serían las más letales junto a las caídas en el entorno de la plaza Mayor y la calle Nidos. Frente a los grandes edificios que se destruyeron, como el palacio de Mayoralgo o el propio cementerio municipal, el principal perdedor de aquel trágico bombardeo sería la población civil, como en todas las guerras.

Tanto es así que -cuenta Berrocal- «se abrieron suscripciones públicas para ayudar a los que habían perdido casi todo. El aparato de propaganda del régimen franquista utilizaría el hecho para señalar la atrocidad producida por el ejército del Frente Popular. Para las víctimas no había patrias ni bandos que justificasen la destrucción de vidas y enseres. Para ellas, la guerra continuó siendo sinónimo de dolor, muerte y luto».

Ucrania

Las bombas cayeron sobre Santa María, pero la concatedral y con ella su Virgen dentro, permanecieron a salvo. Aquel templo, volvió hoy a recordar otra guerra, esta vez más cercana, la de Ucrania, con el homenaje que se rindió por la mañana al pueblo ucraniano.

A final del pasado año, más de diez meses después del inicio de la guerra en Ucrania por la invasión de Rusia, España ha concedido más de 160.000 protecciones temporales a refugiados ucranianos, de ellos 733 en Extremadura, de los que aproximadamente un tercio son menores. España es uno de los países de la Unión Europea que más ucranianos refugiados ha matriculado en el sistema educativo durante esos últimos diez meses, según un informe publicado por la UE; la región concretamente ha escolarizado a 373 refugiados desde que comenzó la invasión.

Un manto único

La Real Cofradía ha sido sensible a la situación y en julio del año pasado realizó un acto en el santuario, en apoyo a los refugiados que hoy repitió con el homenaje. De modo que no pudo haber elegido la camarera de la cofradía, Julita Herrera, y la junta de gobierno de la hermandad, mejor manto para vestir a la patrona que el número 29, justo el que lució la talla el día del bombardeo. Pocas veces han tenido los cacereños la oportunidad de ver esta prenda magnífica, de damasco rosa, tejida con hilo de seda y plata, que lleva aplicaciones de encaje e hilos de plata.

Ante ese manto desfilaron por cierto 137 niños durante la presentación ante la Virgen de los bebés nacidos este año (aunque acuden de todas las edades), un acto que presidió el obispo, Jesús Pulido, tras la polémica del año pasado cuando la falta de curas impidió la presencia sacerdotal. 

El manto es de damasco rosa, tejido con hilo de seda y plata, con encaje e hilos de plata

Es una tradición masiva y emotiva (surgió de forma espontánea hace años) que comenzó en torno a las cuatro y media de la tarde, impartiendo primero el agua bendita en el templo como recuerdo del bautismo, seguido del desfile de los pequeños en brazos de sus padres ante la Virgen, situada en el presbiterio. Los niños pasaron por el manto protector de la patrona mientras el obispo les hace en la frente la señal de la Cruz. No faltó el mayordomo de la cofradía, Juan Carlos Fernández Rincón, quien con su habitual buen humor aseguró: «Esto ha sido un guirigay».

El día se cerró con otro momento estelar a las diez de la noche durante la misa por la Asociación Cultural Coro Rociero de Cáceres. Se estrenó con una Salve nueva y otras canciones de su repertorio, entre ellas la que lleva por título ‘Señora’. 

Los actos

El novenario entra en su recta final y lo hará culminando el próximo domingo con la celebración de la Procesión de Subida, también conocida como de retorno.

Para mañana está prevista una misa a la Unión de Cofradías Penitenciales a las diez de la noche y el inicio de la recogida de alimentos, que se prolongará hasta mañana en el Palacio Episcopal.

Este viernes será otra de las grandes jornadas con el homenaje a la policía local a las doce, a la tercera edad (17.30) y a la Asociación San Jorge (22.00). Sin olvidar, claro, el Besamanto. Comenzará a las ocho de la mañana de ese día y seguirá hasta las doce de la noche del sábado. Se trata esta vez de un besamanto especial puesto que la estampa del mismo reproduce la imagen de un precioso repostero que fue donado a la Virgen por el maestro Juan Solano Pedrero en 1942. Representa a la Virgen la Montaña con la ciudad de Cáceres al fondo. En la actualidad la prenda se encuentra custodiada en la sede de la Real Cofradía, en la avenida de Alemania.

Se han confeccionado 23.000 estampitas, a tenor de las personas que esos días se calcula que acudan a rendirle tributo a La Montaña. Aunque se desconoce la fecha exacta, parece que la tradición de besar el manto a la Virgen se remonta al siglo XVII, cuando el anacoreta Francisco de Paniagua recorría la ciudad con una imagen pequeña de la patrona implorando limosna para levantarle una capilla en la Sierra de la Mosca. Así comenzó la devoción cacereña, que no ha perdido ni un ápice de fe.