El blog del cronista

Memoria minera

La aparición de fosforita en las entrañas del suelo de la vieja dehesa de las Corchuelas, en los años 60 del siglo XIX, cambiaría para siempre su fisonomía y su destino. La actividad minera aportó trabajo para muchas familias y contribuyó a crear un lugar de provisión y vida 

El poblado minero de Aldea Moret en Cáceres.

El poblado minero de Aldea Moret en Cáceres. / EL PERIÓDICO

Fernando Jiménez Berrocal

Fernando Jiménez Berrocal

Hay  barrios que han transitado por etapas trascendentales que han marcado su pasado y su presente , desde su nacimiento hasta la actualidad . Etapas que los han trasformado en lugares diferentes, en espacios donde la diversidad ha ido borrando sus huellas primigenias, hasta el punto de perder su identidad histórica. En Cáceres, uno de los barrios periféricos que ha sufrido esa metamorfosis ha sido Aldea Moret, para los cacereños de antes y de ahora “las minas”, dicho desde el respeto más absoluto, que siempre se tuvo, hacía aquellos ciudadanos que con orgullo se han considerado mineros, tanto por sus orígenes como por su vecindad.

La aparición de fosforita en las entrañas del suelo de la vieja dehesa de las Corchuelas, en los años 60 del siglo XIX, cambiaría para siempre su fisonomía y su destino. La actividad minera aportó trabajo para muchas familias y en consecuencia contribuyó a que un campo yermo y despoblado se convirtiese en lugar de provisión y vida para aquellos que buscaban en la actividad minera mejorar su bienestar. Poco a poco la vieja dehesa se inundó de pozos, donde la fosforita era extraída primero a cielo abierto por una sociedad minera local conocida como la Fraternidad y desde 1876 por la Sociedad General de Fosfatos de Cáceres, empresa que se hizo con los derechos de explotación de las ricas minas cacereñas.

Años después se crea el poblado Moret, también conocido por Aldea Moret, para dar cabida a las familias que se instalan cerca de los pozos mineros. Un poblado con cine y escuela, también con economato e iglesia y con piscina y parque público y hasta con baile y dispensario médico. Un poblado diferente y peculiar en el Cáceres de finales del siglo XIX, basado en el modelo urbanístico de “ciudad jardín” que se utilizaba en otros lugares de Europa, con predominio de casas bajas con un pequeño jardín que las hacía más placenteras para familias, que en muchos casos provenían del medio rural.

Con el mineral.

Con el mineral. / EL PERIÓDICO

Aldea Moret fue durante un siglo espacio para la vida de muchas generaciones, cuna de nuevos cacereños nacidos en ese enclave minero, territorio donde se trenzaron amoríos y amistades y por el que transitaron sueños e ilusiones. En la cuenca minera llegaron a trabajar más de 500 operarios entre entibadores, picadores, barreneros, mecánicos, administrativos, conductores y toda una cadena de profesionales que hicieron posible que los fosfatos elaborados en Cáceres se utilizaran para acrecentar la fertilidad de los campos de gran parte de Europa.

Durante casi un siglo esta cuenca minera fue la principal industria de la ciudad y a ella se debe la llegada del ferrocarril a la ciudad en 1881, para que el mineral, ya tratado, pudiese viajar con menor coste hasta el puerto de Lisboa . Igualmente desde los pozos mineros llegó por primera vez el agua corriente a las fuentes de la ciudad. Pero todo tiene un fin, aun más en el mundo minero. 

Imagen aérea de Aldea Moret.

Imagen aérea de Aldea Moret. / EL PERIÓDICO

A finales de los años 50 del pasado siglo cerró la mina de la Abundancia, la más productiva y única que se mantenía abierta. Empezó a llegar fosforita venida de otros territorios donde era más barata su extracción. La actividad minera casi desapareció y muchas familias emprendieron el camino de la emigración a otros lugares donde buscar el sustento. Otros se quedaron en el poblado de Moret o en Santa Lucia, justo al lado, donde habían llegado a tener su propio ayuntamiento y alcalde pedáneo. También en otros enclaves cercanos a los viejos pozos mineros como el barrio de la Abundancia o el barrio de la Paloma. Espacios de hábitat netamente minero.

El cambio radical

El paisaje de urbano de Aldea Moret y su entorno va a sufrir un cambio radical a partir de los años 80 del pasado siglo, cuando esta zona del extrarradio cacereño se elige como área urbana para la construcción de pabellones de viviendas donde alojar a vecinos de la ciudad que habitaban en nucleos chabolistas como el Junquillo, el Carrucho, las casas prefabricadas en la carretera de Monroy o el viejo barrio del Refugio junto al desaparecido Matadero. Un plan de erradicación del chabolismo local que tuvo efectos desiguales. Una concentración de gentes venidas de otros lugares sin arraigo en la zona, ajenas al pasado minero. Un nuevo chabolismo vertical que se ha visto corregido recientemente con la demolición del, tristemente célebre, bloque C de la calle Ródano.  

Aldea Moret, el viejo distrito minero, es hoy una barriada multiétnica y heterogénea, habitada por gentes venidas de muchos lugares, tanto de la ciudad como de lejos de ella. La mayoría con un perfil humilde y trabajador, aunque por desgracia tenga mayor amplificación social y mediática la población problemática que los cientos de familias que, cada día, se esmeran en cambiar la imagen de barrio conflictivo y marginal que Aldea Moret proyecta hacía el exterior.

Son muchos los colectivos ciudadanos y administraciones implicadas en el cambio de rumbo de este histórico barrio cacereño. Ante la adversidad social, a este enclave siempre le quedara su particular memoria histórica. La que fraguaron miles de hombres y mujeres que llegados a este inhóspito lugar en el siglo XIX, supieron convertirlo en un espacio para la vida, el trabajo y el progreso de su ciudad. A día de hoy, el añejo poblado de Moret resiste ante el abandono, custodiado por los pocos descendientes de aquellos que lo ocuparon cuando estaba lleno de vida.  Sus viejos edificios, pura arquitectura industrial, se han convertido en nuevos espacios para la innovación empresarial. Las veredas que en otro tiempo recorrieron esforzados  mineros se utilizan por senderistas y curiosos como aula excepcional para ilustrar sobre el pasado de la zona, a partir de los restos que la industria minera ha ido dejando junto a profundos pozos, arcaicos torreones y esbeltas chimeneas.

La veterana y fecunda mina de la Abundancia ofrece la posibilidad de conocer el duro trabajo de los hombres que se sumergían en oscuras galerías, a cientos de metros bajo tierra, para arrancar la fosforita. Los desmantelados malacates dan nombre a zonas verdes de nuevas promociones de viviendas y la escultura del minero, situada en la misma entrada de Aldea Moret, indica al viajero que entras en su peculiar territorio. Un espacio urbano con mucha historia a sus espaldas que se resiste a perder su memoria y su futuro. 

* Cronista Oficial de Cáceres.

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