El bombo

Políticos mediocres

La situación es más grave aún porque la degradación de la vida política está conduciendo al desprestigio de las instituciones 

Antonio Sánchez Buenadicha

Antonio Sánchez Buenadicha

A pocos habrá sorprendido el triunfo de Gallardo porque, en contra de lo que él dice, los militantes han votado en su mayoría en clave provincial y además se ha puesto de relieve una vez más la influencia de un presidente de diputación. Sus primeras declaraciones las podían haber hecho Rodríguez Ibarra, Vara, o incluso Monago, salvo un aviso preocupante: Los jóvenes no participan en la política. 

Es necesario tener pocas expectativas de trabajo para querer ser miembro de un colectivo que pone en solfa la buena fama y el honor de las personas con presunciones, sin pruebas, que no tiene adversarios sino enemigos, propensos al choriceo, que está rodeado de tertulianos y medios de comunicación debidamente pagados para que compitan en la búsqueda de los epítetos más sangrantes y ofensivos basados en suposiciones. Gallardo promete hacer cosas, faltaría más, pero la primera tarea que debiera asumir hoy un secretario general o presidente de cualquier partido es ni más ni menos que elaborar unos filtros que alejen de la vida política a quienes no cumplan un mínimo de formación e instrucción y sobre todo un comportamiento ético ejemplar porque la falta de tales filtros ha convertido la vida política en un solar emponzoñado en el que triunfa la mediocridad cuando no la indigencia y propicia las condiciones necesarias para que prolifere el robo descarado dejando pequeño al patio de Monipodio.

La situación es más grave aún porque la degradación de la vida política está conduciendo al desprestigio de las instituciones y en la mente del ciudadano cada día está más presente la sospecha de que todo está comprado y de que el esfuerzo y el estudio no sirven para nada pues el mérito ha sido borrado y el acceso a cargos de relieve se consigue con amistades y recompensas lo que conduce a que cualquier mindundi con un carné en la frente y la lengua presta a la adulación, a quien privadamente no le encargaríamos ninguna tarea importante, llegue a dirigir aspectos fundamentales de nuestras vidas. Si el sueño de Platón de que gobiernen los filósofos se ha demostrado imposible, aprended de los que saben, como diría Kant.