El blog del cronista

La Madrila, un barrio diferente

Para nuestros antepasados era una conocida fuente pública que pervive en el parque del Príncipe, uno de los principales pulmones de la ciudad

También era una propiedad rural, cercana al ensanche cacereño, que marcaba el final de la expansión urbana

Fernando Jiménez Berrocal

Fernando Jiménez Berrocal

En mí recorrido, histórico y descriptivo, por los diferentes barrios que han ido conformando el actual entramado urbano cacereño, no solo hay cabida para los barrios más castizos, aquellos que han albergado a una tipología humana específica, en cuanto a su hábitat se refiere. También debemos citar a algunos de los barrios diferentes. Dispares por sus contenidos tanto endógenos como exógenos. Por sus moradores o por el tipo vida que ha circulado por sus calles. Uno de esos barrios desiguales es La Madrila.    

Para nuestros antepasados, La Madrila era una conocida fuente pública que actualmente pervive en el parque del Príncipe, uno de los principales pulmones de la ciudad. También era una propiedad rural, cercana al ensanche cacereño, que marcaba el final de la expansión urbana en tiempos no tan lejanos. Próxima a la Avenida del Oeste y a la Ronda del Hospital.

Las discotecas eran una novedad en ese Cáceres setentero que trataba de modernizarse en diferentes aspectos, incluido el festivo

La Madrila fue para el Cáceres de los años 70 del pasado siglo, un símbolo de modernidad en todos los sentidos; bloques de pisos en torno a una gran plaza privada, con diferentes zonas verdes que venían a contribuir a la renovación urbanística de la ciudad. Un barrio céntrico de viviendas confortables y modernas para acomodo de clases medias que presagiaban un espacio residencial de calidad. En su entorno se encontraba el Paseo de Cánovas, el Banco de España y todo el paisaje urbano que acompañó a una zona de Cáceres que acabaría por convertirse en su verdadera columna vertebral, tanto en el aspecto comercial como institucional. Bloques de viviendas en cuyos bajos se situaban diferentes locales comerciales conectados tanto con la Avenida de Hernán Cortés, como con la calle Doctor Fleming. Otros locales comerciales se abrían directamente a la Plaza de Albatros, centro neurálgico de la nueva urbanización. Una plaza con fuente ornamental y arboles que proporcionaban sombra para mitigar las altas temperaturas del cálido verano cacereño. Todo ello en beneficio de la calidad de vida para los residentes en este moderno y nuevo barrio cacereño. 

Pero el destino quiso que fuese en esta nueva urbanización donde se levantaran las dos primeras discotecas que tuvo la ciudad. Primero Los Faunos y posteriormente la discoteca Bols, así como diferentes cafeterías que, en aquellos principios de los años 70, desplegaron un efecto llamada que consigue atraer e estos nuevos locales a gente joven que empieza a disfrutar de un ocio diferente que no existía en ninguna otra parte de la ciudad. Las discotecas eran una novedad en ese Cáceres setentero que trataba de modernizarse en diferentes aspectos, incluido el festivo. Los viejos bailes habían desaparecido o estaban en declive. Ahora era tiempo de otras músicas y otros hábitos que, venidos de lejos, no tardaron en fascinar a la juventud “popera” de esos años.

Desde los años 70, La Madrila se fue consolidando como zona de “marcha”, por este barrio han desfilado, durante décadas, todo tipo de tribus urbanas en busca de fiesta, un hecho que acabó por convertirlo en un lugar incómodo para la vida vecinal, debido a los ruidos que tanto locales como usuarios aportaban, de manera especial los fines de semana. Su consolidación como zona festiva ha ido acompañada de una, cada vez mayor, contaminación acústica y una excesiva concentración de locales de copas. Vivir en esta parte de la ciudad se ha ido convirtiendo en sinónimo de fines de semana salvajes, donde la circulación de vehículos a cualquier hora de la noche o el escándalo de miles de personas en la calle, así como la no adecuación de los locales en materia de insonorización, fueron debilitando la calidad de vida de sus habitantes. La Madrila , con el paso de los años ha pasado a ser el principal referente de la vida nocturna local, con todos los inconvenientes que ello produce. 

Noches inmortales

Sus noches inmortales y eternas permitían a los amantes de la fiesta salir de La Madrila con los primeros rayos del sol y en sus garitos, se encuentran escritas sorprendentes páginas del Cáceres golfo y pendón, propias de un barrio con poco control de horarios y ruidos. Por ello, cuando las autoridades tratan de reconducir la vida nocturna estalla el conflicto. Los hechos ocurridos la madrugada del 13 de octubre de 1991 , cuando se pretende, por parte de la policía ,que se cierren los locales de copas a partir de las 3,30, produce un levantamiento de jóvenes con detenciones y altercados de diferente alcance que lanzan a La Madrila al estrellato nacional como zona fiestera.

En tiempos venideros llegarán denuncias hacia hosteleros y autoridades por los ruidos tanto en los garitos como en la vía pública, que acabaran con algún empresario pasando por la cárcel por decisión del Juzgado de lo Penal, que consideró que la contaminación acústica llegó a provocar lesiones psíquicas en algunos de los vecinos afectados. Cada cierto tiempo, los medios de comunicación nos informan de detenciones, trifulcas varias, redadas más o menos selectivas, controles de diferente índole o quejas del vecindario por las molestias ocasionadas. Señal inequívoca que La Madrila, el veterano barrio “canalla” de Cáceres, sigue vivo. 

Ni alcaldes, ni gobernadores civiles han sido capaces de meter en cintura a La Madrila durante su más de medio siglo como zona de ocio nocturno. Al tiempo presente, sus vecinos siguen resistiendo los avatares de noches intensas de ruido y molestias. La convivencia entre ocio y descanso parece insalvable. Su actual Asociación de Vecinos sueña con poder reconducir el futuro de su barrio, por medio de actividades de promoción cultural y comunitaria de un espacio urbano que tuvo el infortunio de ser elegido, desde los años 70, como espacio para la peregrinación festiva de los hijos de la noche.

* Cronista Oficial de Cáceres