«Todavía cuesta entender que los saeteros con formación vivimos de la voz, somos profesionales»

Tamara Alegre, cantaora y saetera cacereña.

Tamara Alegre, cantaora y saetera cacereña. / CEDIDA

Directa, clara, sincera... Tamara Alegre (1987) lleva años dedicándose cien por cien a la música, sus temas suenan a través de emisoras nacionales, pero mantiene los pies en el suelo de ese Cáceres que adora, y en el que se siente tan querida. Desde muy niña, cuando iba tocando el tambor con su hermano en las procesiones, a ella lo que le gustaban eran las saetas, de modo que sus padres la llevaron a la escuela del Niño de la Ribera. Hoy es una voz excepcional que puede escucharse al paso del Amparo y en otros momentos de la Semana Santa cacereña.

Qué buen trabajo hizo la escuela de Simón García ‘Niño de la Ribera’, la primera de saeteros en Cáceres. Allí empezó usted ¿verdad?

Sí, todo vino cuando yo tenía 9 años caminito de 10. Mis padres me llevaron a esa escuela que había formado en Cáceres Simón García, donde di mis primeros pasos. Los que hoy día nos dedicamos cien por cien a esto, salimos de allí. Fue mi maestro durante mucho tiempo, el primero que hizo un certamen de saetas en Cáceres, y además me llevaba a otros. Con el tiempo decidí abrir un poco mi carrera artística y salir fuera de Cáceres para seguir formándome en la saeta y en el flamenco, por ejemplo con la Fundación Cristina Heeren de Sevilla, y con saeteros bastante importantes de Andalucía como Aroa Cala y Kiki de Castilblanco.

Y con toda esa dedicación… ¿Se puede vivir hoy de la música?

De hecho, me dedico cien por cien a ella, pero luchando mucho. A parte del flamenco, desde la pandemia trabajo con la discográfica de Barcelona ‘Infinito Record’, de modo que estoy un poquito abierta a la música más comercial, lo que permite que mis canciones suenen en cadenas como Radiolé y RadioCut. Hay que trabajar sin parar, es difícil, pero hoy por hoy tengo muchísimo trabajo. Siento que a Cáceres nos tienen como una cruz hecha, parece que uno tiene que estar en Madrid y en ciertos lugares para triunfar. Pero yo siempre voy por los concursos, los certámenes y las emisoras presumiendo de ser extremeña, diciendo que vengo de Cáceres capital. Quiero luchar por mi tierra. ¡Aquí hay muy buenos artistas!

¿Cuándo cantó al primer paso?

 Fue en la procesión de la Sagrada Cena. La escuela de saetas que dirigía Simón se llamaba ‘La Sagrada Cena’, y de hecho formábamos parte de la hermandad. Ensayábamos en una de las salas al lado de Santiago. Simón le cantó al paso principal y yo a Nuestra Señora del Sagrario. Tenía 11 años. Recuerdo que la letra hacía alusión a la ‘soberana de Santiago’ y estaba especialmente dedicada a la imagen.

Y desde hace muchos años, la gente acude al arandel de Caleros para escuchara, cada Martes Santo, cantarle al Cristo del Amparo…

Sí, es que mis padres me llevaban allí desde muy chiquitita y para mí el Cristo del Amparo supone una gran devoción. A veces la gente me pregunta por qué no me subo al balcón, y les digo que ya es una tradición, que me da igual estar arriba que abajo, yo lo que no quiero es perder esa costumbre.

¿Y siempre le canta una distinta?

Es una procesión muy bonita en una calle muy especial, y la gente va a escucharte. No puedes repetir, no lo haré mientras pueda evitarlo. Hoy por hoy nunca lo he hecho.

¿A qué más pasos dedica su voz?

Este año, la cofradía de la Sagrada Cena había querido contar con Jorge Peralta y conmigo para cantarle en un balcón de la calle San Pedro, como saeteros principales. Los demás días, como trabajadora que soy, me demandan fuera. Todavía cuesta entender que los saeteros con formación somos profesionales, que formamos parte de la Semana Santa al igual que las bandas. Luego, por supuesto, tengo mi devoción y siempre que puedo estoy en las procesiones de Cáceres. Debo cuidarme la garganta pero intento escaparme y cantarle a algunas imágenes. Ojalá tuviera una voz que me aguantara todos los días, pero no es posible, piensa que estamos en la calle a pleno pulmón. Requiere mucho descanso, estar centrada. De hecho, durante la Semana Santa evito hacer llamadas por teléfono, utilizo el WhatsApp.

¿Quién tiene una voz que realmente le impresiona?

Bueno, para mí Juan Corrales ‘El Borrasca’ era increíble. Yo le tenía como otro abuelo más. Me llevaba de la mano cuando todavía él podía hasta el Nazareno. Nunca olvidaré la última saeta que hicimos en la Madrugada. También me pasó el relevo, cuando ya estaba malito, en silla de ruedas, en la salida del Cristo Negro. Para mí fue impresionante. Se lo voy a agradecer siempre. Su voz era un eco en la parte antigua. Eso no podrá volver a hacerlo nadie.

¿Hay pocos saeteros en Cáceres para la dimensión de su Pasión?

Saeteros hay, porque además la saeta es un rezo. Tenemos gente muy buena como por ejemplo la familia Cantero, creo que existe un buen plantel.

¿Cómo se cuida la voz?

Prefiero tirar mucho de remedios naturales, aunque algún día tiene que caer un ibuprofeno porque ya no puedes más. Tomo infusiones, procuro descasar la voz, hago terapia de calentamiento…

¿Hay buen entendimiento entre los cantaores de la ciudad, entre los saeteros?

Sí, de todos modos nunca me meto en berenjenales (risas). Me llevo bien con todos los compañeros, y me siento apoyada por ellos. La gente dice que nadie es profeta en su tierra, pues en mi caso no me puedo quejar, yo sí siento el cariño y llevo a mi Cáceres donde voy.

¿La saeta que más le gusta?

Más que una saeta, lo que me gusta es cantar por seguidillas. Yo me voy a lo bruto, a lo fuerte, me gusta ese estilo. Luego, en concreto, hay una que suelo hacer todos los años porque la considero muy especial: ‘Desde la cuna me enseñaron a quererte’. Fue de las primeras que canté y cada vez la he ido dominando más. Me ha dado reconocimientos en muchos concursos, la letra entera es muy bonita, lleva mucho sentimiento. Me da que no la voy a quitar nunca de mi repertorio.

¿Y Tamara Alegre cómo ve la Semana Santa de Cáceres?

Mi Semana Santa es espectacular. Siempre animo a todo el mundo a que venga a conocerla. Tenemos que explotarla mucho más.