ESTÁ ESPECIALIZADA EN arqueozoología

La investigadora de los caballos del Turuñuelo

María Martín Cuervo, profesora de Veterinaria de la UEx, habla sobre su participación en el estudio de la hecatombe animal de este yacimiento arqueológico, el mayor vestigio de Tarteso en la Península Ibérica

Parte de los restos hallados en el yacimiento del Turuñuelo, perteneciente a un ritual de sacrificio.

Parte de los restos hallados en el yacimiento del Turuñuelo, perteneciente a un ritual de sacrificio. / EL PERIÓDICO

Redacción

«La importancia de los caballos en este yacimiento es tal por el valor de estos animales en el mundo tartésico. En aquella época eran un símbolo de poder económico y adquisitivo. Sacrificar 52 caballos relativamente jóvenes, de entre cinco y seis años, machos, en edad productiva, no tiene mucho sentido desde nuestro punto de vista hoy día, habría que investigar lo que pasó y lo que esto significa». Quien habla es María Martín Cuervo, veterinaria especializada en caballos y profesora en la Facultad de Veterinaria de la Universidad de Extremadura (UEx). En este centro empezó también Historia del Arte, y es por esta razón que entra en contacto con el yacimiento del Turuñuelo, un proyecto arqueológico de reciente actualidad por el descubrimiento de los primeros rostros de la mítica civilización tartésica. Allí también aparecieron los esqueletos de 52 animales sacrificados, la mayoría, los citados caballos.

Los primeros trabajos de excavación arrancaron en 2014 en la finca de Casas del Turuñuelo en Guareña, cuando un pequeño grupo del Instituto de Arqueología del CSIC, liderado por los investigadores Sebastián Celestino y Esther Rodríguez, saca a la luz los restos de un edificio que dataría de entre el siglo V y IV a.C. Este es considerado el período final de la cultura tartésica, que había florecido durante doscientos años en el suroeste peninsular y de la que apenas se tenía huella. El edificio presentaba indicios de una destrucción y abandono ritualizado, como demuestra su posterior enterramiento, y coincidía con otros yacimientos de la época como el de Cancho Ruano (Zalamea de la Serena), también en la zona del curso medio del río Guadiana.

En 2017

La gran sorpresa llegó en 2017, cuando una segunda excavación descubre una gran escalinata que conduce a un patio en el que se encuentran, entre restos de bronces, hierros y cerámicas, los esqueletos de 52 animales sacrificados, la mayoría caballos, pero también burros y mulas. Una hecatombe o sacrificio ritual de proporciones nunca vistas en la historia de la arqueología mediterránea. El descubrimiento de estos animales hizo que Sebastián y Esther (CSIC) organizaran un workshop para intentar contactar con arqueozoólogos. La arqueozoología es la rama que estudia los restos de animales presentes en los yacimientos arqueológicos. Es entonces cuando María Martín se suma al proyecto junto a otros compañeros de la UEx.

Martín relata que, debido al gran número de expertos que trabajaban en el proyecto, se organizaron dos grupos. Uno liderado por el CSIC de Mérida, en el que participaba la investigadora Ana Isabel Mayoral, veterinaria anatomista de la UEx que se encargó del ensamblaje de los huesos con el objetivo de hacer una reconstrucción en 3D de toda la hecatombe. Y un segundo equipo, formado exclusivamente por científicos de la UEx, en el cual el investigador principal era Joaquín Jiménez Fragoso (especialista en diagnóstico por imagen) y con el que Martín Cuervo colaboró.

Información del ADN

«Nuestro grupo tenía varios objetivos, uno de ellos era trabajar con el ADN mitocondrial de los caballos para obtener datos como el sexo o las líneas genéticas, y, sobre todo, información sobre las enfermedades, tanto infecciosas como parasitarias, que podrían haber tenido estos caballos. Por otro lado, hemos escaneado todos los restos para poder estudiar también las patologías óseas de los caballos, saber si han sido montados, o estudiar las enfermedades ortopédicas que tenían. Necesitábamos tener todos los animales escaneados para estudiar estas cuestiones sin tener que manipularlos», destaca la investigadora.

También resalta el carácter multidisciplinar y colaborativo del proyecto, cuya magnitud sobrepasa los límites regionales y nacionales, «pues se trata de trabajar juntos para resolver las incógnitas de esta cultura de la que apenas se conocen datos históricos».