Opinión | contrapunto

El «cortijeo»

A estas horas todos conocerán las prácticas del alcalde de Mérida, Antonio Rodríguez Osuna. En este asunto hay varios aspectos deplorables. En primer lugar, el caciquismo que practica desde el ayuntamiento; en segundo lugar, las insinuaciones de que tiene las claves para retorcer la ley y, en tercer lugar, que la capital de Extremadura –mi querida Mérida- esté en boca de toda España por las malas artes de un alcalde que no merece.

"Lo importante es la actuación del alcalde, del responsable obligado a velar porque los impuestos de los emeritenses

¡Ni más ni menos! El alcalde reconoce en una conversación con un extrabajador del consistorio que repartía trabajos a dedo entre afiliados al PSOE. El dinero público al servicio del partido y su gente. No crean que lo insinúa, no. Lo cuenta a su interlocutor con poderío; con una pretendida autoridad que, evidentemente, pierde a cada palabra que pronuncia, y con amenazas, claro está, porque «quien denuncie al ayuntamiento no trabajará ni de alguacil».

Osuna ha intentado defenderse saliendo en rueda de prensa a explicar las motivaciones del extrabajador, pero ¿qué importancia tiene eso? ¿Eso le exime de su responsabilidad como servidor público sobre lo que reconoce en esa conversación? Por supuesto que no. Aquí lo importante es la actuación del alcalde, del responsable obligado a velar porque los impuestos de los emeritenses, y el resto del dinero público que gestiona, se gaste en beneficio de todos los habitantes de Mérida y de la ciudad; no de los que lleven en su cartera el carné del PSOE ni tampoco para fomentar el clientelismo.

En un momento de la conversación, el trabajador le informa de que no cumple con las bases de la bolsa de trabajo. «Escúchame lo que te voy a decir. Hay muchas fórmulas. Tú te coges, te das de alta cómo autónomo o a través de una empresa, sacas un contrato y punto», le contesta el alcalde. No he estudiado Derecho y, por lo tanto, no conozco el recorrido legal de esta conversación, pero ¡qué mal huele! Ante esto, solo cabe la dimisión del alcalde de Mérida o su cese inmediato por Vara.

Esto me recuerda a cuando el PSOE reconoció en la Asamblea de Extremadura que los candidatos socialistas de los pueblos llamaban al partido para que la Junta no hiciera inversiones en esos pueblos gobernados por alcaldes del PP. O cuando ahogaron a todo un pueblo, Alburquerque, hasta que tuvo un nuevo alcalde del PSOE, momento en el cual la Diputación de Badajoz acudió al rescate poniendo un dinero que negó anteriormente a otras corporaciones y, en definitiva, al pueblo.

Este convencimiento del PSOE de que Extremadura es su feudo; esas mañas para amenazar, para castigar a quien no es de su ideología, tarde o temprano dejan en evidencia el método socialista. Da lo mismo que sea decidiendo a dedo quién trabaja en Mérida, que sea ahogando a un pueblo como Alburquerque o pidiendo que no se hagan inversiones en municipios donde no gobiernan. Al fin y al cabo, todos son «cortijeos» del PSOE.

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