jueves sociales

Pilates de pared

Pilar Galán Rodríguez

Pilar Galán Rodríguez

Desde hace unos meses libro una guerra personal con la aceptación o rechazo de las cookies, esos pequeños fragmentos de texto que las páginas web envían al navegador para que recuerden tus preferencias. 

Por más que marco la casilla del no, siguen bombardeándome con todo tipo de anuncios supuestamente personalizados que invaden cada día mi teléfono y mi ordenador. Me despierto cansada después de una noche tropical y, en cuanto la pantalla se enciende, me saludan mujeres embutidas en mallas, con cara de haber dormido de un tirón, dispuestas a comerse el mundo a saltos o con mancuernas o con pilates de pared, en posturas claramente inverosímiles. 

"Y luego, si me queda tiempo, que no creo, me dedicaré a pensar que yo puedo reírme de las posturas en la pared y la delgadez y los trucos de maquillaje para sentirnos espléndidas

No siempre son mujeres, también saludan hombres energéticos que te aconsejan cómo adelgazar veinte kilos en veinte días, cómo perder grasa, bajar la barriga, corregir la postura o sonreír y posar en las fotos. De paso, te sugieren el ayuno intermitente, la limpieza estomacal, los batidos desintoxicantes y cómo cocinar de forma sana para llevarte al trabajo. A veces te dicen cómo vestirte, de qué forma combinar unos pantalones o la manera de disimular todo tipo de defectos, los tengas o no, que te crecen enseguida si pasas mucho tiempo pegada a tus redes sociales. 

Un día de estos voy a seguir todos esos consejos, pero a la vez. Me levantaré dispuesta a tomarme un combinado de espinacas y alcachofas licuadas, en lugar del café a todas luces insano. Luego, me pegaré a la pared como Spiderman, y realizaré todas las repeticiones indicadas, en ese pilates que me devolverá una cintura que no tuve nunca y unas piernas que solo se pueden alargar en sueños, pero por intentarlo que no quede.

Luego ordenaré mi armario por colores o por conjuntos, y cocinaré platos elaborados para toda la semana, como ensaladas verticales que llevaré al trabajo vestida tal como me indiquen las amables mujeres de internet. A leer no me dará mucho tiempo, ni a dedicar mi mente a otras actividades que la despierten, porque estaré ocupada creando mis outfits (así se llaman ahora) para salir a la calle más allá de un vestido holgado, sandalias y una coleta.

Y luego, si me queda tiempo, que no creo, me dedicaré a pensar que yo puedo reírme de las posturas en la pared y la delgadez y los trucos de maquillaje para sentirnos espléndidas, pero que este contenido llega a adolescentes que tienen menos criterio, menos defensas y muchos más complejos. Y entonces deja de parecerme divertido, y se convierte en algo perverso, que los padres y el gobierno deberían regular, vigilar o directamente eliminar de las pantallas y de las mentes de personas que se están formando y creen que la vida es esto: la frivolidad, la apariencia y la esclavitud de ser siempre perfectos, aunque sea mentira. 

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