Desde el umbral

Reinicio

Antonio Galván González

Antonio Galván González

Ante el final del año que concluye y el inicio del año que germina cabe contemplar la realidad desde dos perspectivas: desde la que se centra en que un año termina o desde esa otra que repara en que un nuevo año comienza. Es verdad que, como en casi todo, cabe un término medio, menos extremo y más equilibrado, que no renuncia a repasar de manera somera lo acontecido a lo largo del año que se despide, pero, al tiempo, fija la mirada en el horizonte que se perfila con el arranque o nacimiento del nuevo año. Todo esto, el modo de encarar esta realidad temporal, al final, viene definido o determinado, en buena parte, por lo vivido y experimentado, aunque, también, por los propósitos, ilusiones y proyectos. El origen y el destino… Según de dónde se venga, así puede entenderse el hacia dónde se va. Pero no siempre cabe la excusa del condicionamiento del pasado para justificar el presente o el futuro. Porque un punto de reinicio permite aparcar lo poco provechoso o nada enriquecedor del pasado para comenzar a construir una nueva realidad. Anclarse al ayer no permitirá nunca desplegar del todo unas alas que ayuden a planear o volar, a contemplar la realidad desde una perspectiva elevada, desde la que se admira el paisaje completo y no tantas particularidades anecdóticas que distraen de lo sustancial. Y es cierto que en lo vivido o experimentado podemos hallar respuestas y explicaciones que nos ayudarán a aprender, a corregir el rumbo o mantenerlo firme, a conducirnos por otros caminos o transitar veredas ya conocidas. Pero, al final, la perspectiva del mañana es la que nos alienta a vivir. Escuchaba a no recuerdo muy bien quién que uno comienza a hacerse viejo en el momento en que se ve desprovisto de cualquier ilusión, sueño o propósito. Y pienso que esta afirmación puede tener bastante de acertado. Porque son necesarios esos anhelos, esas esperanzas, esas ganas de crecer, de experimentar y vivir, para continuar levantándose cada día y encarar el presente con buena actitud. No siempre es fácil hacerlo. Pero siempre se puede encontrar una razón de peso que ayude a sobreponerse a las tentaciones de abandono, aislamiento, abulia o deserción, y a lanzarse a la conquista del mañana con alegría, confianza y hasta con ciertas dosis de intrepidez. Porque no siempre hay que caminar sobre seguro. Porque tambalearse también es de humanos. Y porque la aventura de vivir nos enseña, entre otras muchas cosas, que, en gran medida, somos dueños de nuestro destino, aunque no estemos exentos de condicionamientos ajenos, ambientales o personales, ancestrales o actuales, benéficos o perversos. Pero la última palabra sobre nuestra vida deberíamos tenerla siempre nosotros mismos. No en vano, la vida es nuestra. Y como es real, verdadera y limitada, haríamos bien en intentar aprender a exprimirla y saborearla. Apenas podremos vivirla una única vez. Y eso contando con algo de suerte y buen criterio… ¡Feliz año 2024, queridos lectores! 

* Diplomado en Magisterio

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