Opinión | Desde el umbral

Atención selectiva

Lo que nos ronda la mente acaba haciéndose presente

Cerebro

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Resulta curioso cómo funciona la atención. Cuando uno está muy atento a un asunto o tienes algo entre ceja y ceja, parece que va encontrando referencias a eso mismo por doquier. Una canción, una imagen, una conversación… Lo que nos ronda la mente acaba haciéndose presente de manera frecuente. Llega a parecernos que casi todo gira en torno a ese algo que nos ocupa o preocupa. Y lo que ocurre, habitualmente, no es que sea así, es que vamos ojo avizor, con la parabólica dando vueltas y a la expectativa de ver o escuchar algo acerca de ese particular que orbita sobre nosotros. De algún modo, buscamos esas referencias en el ambiente, cuando, de no tener el asunto tan presente, no las detectaríamos siquiera. Supongo que, a ustedes, como a quien escribe, les ha ocurrido esto en alguna ocasión y con respecto a cualquier hecho de mayor o menor importancia.

Cuando uno está muy atento a un asunto o tienes algo entre ceja y ceja, parece que va encontrando referencias a eso mismo por doquier. Una canción, una imagen, una conversación…

Parece que las canciones han sido compuestas para nosotros y nuestro momento vital, que las películas se inspiran en parte de nuestras vivencias, que, por alguna extraña circunstancia, se nos hace llegar un mensaje determinado a través de los portavoces menos esperados. Supongo que todo tiene que ver con una atención muy concentrada en algo. Y este modo de articularse de la atención entiendo que nos ayuda a hacer una mejor digestión del pensamiento, a profundizar, a ensanchar la mirada para contemplar todas las posibilidades y alternativas circundantes al tema concreto que nos sobrevuela. Es cierto que hay que poner coto a esa tendencia a la unicidad de la atención. Y que, evidentemente, no aporta demasiado disponer de una atención que tiende a dispersarse. Pero tampoco lo hace que esta no vea más allá del monotema del momento. Una cierta flexibilidad, una pluralidad y diversidad un tanto controladas o acotadas solo pueden aportar cosas buenas. Quien se asoma a una mirilla estrecha y oscura, reduce su mundo al desamparo y la privación. Quien sale al mundo con afán de contemplar su complejidad desde la curiosidad y las ganas de aprender y conocer, se regala la suerte de una vida estimulante. A veces, no basta con el deseo o el gusto por hacer las cosas de un modo u otro. Porque pueden ser múltiples los condicionantes que nos limiten, a pesar de una clara determinación o una sana intencionalidad. Las idas y venidas, las vueltas imprevisibles de cada día, pueden hurtarnos o regalarnos un modo de mirar. No es suficiente con tener una buena agudeza visual o unas gafas bien graduadas para ver con nitidez toda la realidad. Hay algo muchas más profundo e inasible que activa la capacidad para observar y aprehender. Y ahí se halla una parte importante de la clave que nos permite desentrañarlo todo con un carácter más preclaro.

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