Jueves sociales

Cenizas, sardinas y enamorados

Entierro de la Sardina.

Entierro de la Sardina.

Pilar Galán Rodríguez

Pilar Galán Rodríguez

Ayer, mientras los enamorados celebraban su día al amparo de los centros comercialesy los carnavaleros enterraban a la sardina acompañados de charangas, en silencio, como corresponde, comenzó la Cuaresma. Aunque parezca mentira, las tres fiestas tienen un nexo de unión: el corazón humano, solo que unos creen que todo se arregla con bombones, flores y una cena especial, y otros se preparan para reflexionar sobre la misericordia y sus pecados. Sea cual sea nuestra decisión, todos somos frágiles y mortales, solo que la mayoría no quiere acordarse. Parece mucho mejor acabar estos días de exceso del Carnaval con una declaración de amor o una charanga que con una cruz de ceniza que nos recuerde la única verdad de nuestra existencia: polvo somos y en polvo nos convertiremos. Miércoles de ceniza, Día de los Enamorados y Entierro de la sardina coincidieron ayer en un día extraño. La cabeza no da para ocuparse de la exaltación de la pasión, la meditación sobre nuestra condición mortal y el último vino que da fin a las fiestas de la transgresión más antigua. Si los Carnavales empezaron a celebrarse para que amos y esclavos, hombres y mujeres, intercambiaran sus papeles, la ceremonia de la ceniza viene a recordarnos que hagamos lo que hagamos, bajará el telón del gran teatro del mundo y todos acabaremos sin próxima función ni posibilidad de otro ensayo.

La cabeza no da para ocuparse de la exaltación de la pasión, la meditación sobre nuestra condición mortal y el último vino que da fin a las fiestas de la transgresión más antigua

Demasiadas cosas para tener en cuenta en un febrero loco, en estos tiempos extraños en que nadie quiere sentarse a pensar, porque vivimos obsesionados con la idea equivocada del carpe diem como carta blanca para cualquier exceso. Descartes queda muy lejos (si no pensamos, cómo vamos a existir) y Horacio es el pretexto para lanzarse a un carnaval continuo sin miércoles que nos recuerde que la vida sigue, y no siempre es una fiesta. Mientras, una empresa norteamericana quiere cobrarnos dos mil dólares para que las cenizas de nuestros difuntos se sumen a la órbita de la tierra, y trece mil para que descansen para siempre en la luna. A lo mejor, quitándolas de nuestra vista, como hemos hecho con el recordatorio de nuestra fragilidad, podremos vivir de espaldas a nuestra condición, disfrazados de lo que no somos, enmascarando la realidad como si en verdad quisiéramos transgredir,sin darnos cuenta de que no hacemos otra cosa que mantener el orden establecido.

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