Opinión | Espectráculos

Un albatros extremeño

Julio César Galán.

Julio César Galán. / Carla Graw

Ya alguna vez he hablado en estas páginas de la obra, ambiciosa y polimorfa, de Julio César Galán (Cáceres, 1978), resaltando su originalidad y a la vez señalando el escaso reconocimiento que ha tenido en su región (frente al que ha recibido en otros países, sobre todo de Hispanoamérica), quizás precisamente por ello, en esta tierra mayoritariamente tradicionalista y gregaria, mal que nos pese. Como prueba, que no haya sido invitado nunca a ninguna de las aulas literarias, aunque lo de la Asociación de Escritores Extremeños y su falta de criterio (o sus criterios poco relacionados con lo literario), salvo excepciones, ya es de traca. 

La indagación en la identidad, la melancolía por lo vivido y por las vidas que se dejaron sin vivir, son temas recurrentes en la obra que Julio César Galán publica tanto bajo su nombre como con el de sus distintos heterónimos. Y es que su lírica, encima, surge a un ritmo que no siempre es fácil de seguir, y en los últimos meses ha publicado dos libros de poesía: el primero.

La poesía firmada por Galán, que celebra la vida pese a sus contradicciones, o precisamente por ellas

Un adiós abierto, publicado en la colección “La Cruz del Sur” de Pre-Textos, se divide en tres partes: “Un amor viejo como un recién nacido (El libro antes del libro)”, “Extraña forma de vida (Interludios del poema)” y “Mientras tanto (La obra abierta)”. Sus poemas, escritos la mayoría entre 2012 y 2018, coinciden con una época de crisis económica (la crisis de deuda y las medidas de austeridad que nos impuso Europa, y que el autor no ha olvidado) y renovación familiar, con el nacimiento del hijo y la hija del autor, que aparecen episódicamente en los textos como puntos de arraigo. El adiós a un pasado difícil pero con sus maravillas (“ardieron tantos idealismos / con sus pavesas por el aire”) y la renovación de la vida como padre hacen al poeta abrir “los ojos para comenzar / todo de nuevo” en un vitalismo característico de la poesía firmada por Galán, que celebra la vida pese a sus contradicciones, o precisamente por ellas. Una complejidad que se refleja también en la reescritura de los poemas, en las notas o acotaciones de una poesía que él ha dado en teorizar bajo el marbete de lo “especular”. Pese a todas las decepciones y desencantos, afirma, “perdura el hombre ensimismado en conocer a los personajes que lleva dentro”. 

Uno de esos personajes, o mejor dicho heterónimo, es Jimena Alba, la poeta rebelde, más joven que el autor (se dice que nació en 1986) y que nos ofrece en su Maldita épica salvaje, publicada por Libros del Mississippi, su tercer libro.Como ya anuncia su título, la obra de Alba es más directa, gamberra y sin compromisos, o con el compromiso solo con sus valores, gustos y deseos. Podemos reconocer en ella muchos referentes generacionales que a las personas de mi edad nos resultan familiares: grupos de rock como Extremoduro o Eskorbuto, películas como Los idiotas, de Lars von Trier. Algo punki y algo quinqui, Jimena Alba se burla de las ceremonias de la anuencia en las que consiste lo que algunos llaman “mundo literario” y resume: “No importa la transgresión que realice, / mirarán para otro lado, /harán como que no le ven, se juntarán para apartarle. / El pescado está vendido de antemano. / El pacto de los mediocres se cerrará en alguna antología, / en algún grupo, en alguna generación”. 

Frente a esa conjura de los necios, Alba, y creo que Galán también, se quiere identificar con el bello poema de Baudelaire sobre el albatros, el ave caída cuyas grandes alas le impiden caminar sobre la superficie del barco. Una poesía, la de Alba, a ratos violenta y que indignará a algunos poseídos de su importancia pero que a otros nos hace reíren poemas como “Apuntes para un diccionario de la tontuna”, magistral sátira de las redes sociales, o su “Breve historia de la masturbación”. 

* Escritor