Opinión | Lluvia fina

Política del resentimiento

Parlamento de Extremadura.

Parlamento de Extremadura. / EL PERIÓDICO

Dijo la poetisa estadounidense Maya Angelou, en esas frases que han quedado para que todos hagamos un poco de coach en las redes sociales, aquello de que «La gente olvidará lo que dijiste, olvidará lo que hiciste, pero nunca olvidará cómo la hiciste sentir». Para mí no hay mejor definición de resentimiento, una palabra a medio camino entre el dolor y el rencor, que tiene bastante mala fama, a pesar de lo que reconoce Angelou y todos podemos compartir, y que es demasiado poco tenida en cuenta dada su influencia en nuestras vidas.

No soy experta en sociología pero tengo la sensación de que todos minusvaloramos la importancia del resentimiento en política, a pesar de que ese no poder olvidar cómo te hicieron sentir ha cambiado gobiernos.

El ejemplo más claro lo tenemos en la Extremadura de 2011 cuando tres diputados de IU posibilitaron la llegada del PP al Gobierno de la Junta, tras 28 años de gestión socialista.

Nadie, ni la Ejecutiva federal de la coalición, ni el propio coordinador general, Cayo Lara, impidieron que IU-Extremadura se cobrara, con grandes dosis de resentimiento y también de rencor, por qué no decirlo, el ninguneo y hasta el desprecio con el que Juan Carlos Rodríguez Ibarra siempre les trató.

Recuerdo el viaje de Fidel Castro a Mérida y el enfado de los dirigentes de IU, de Teresa Rejas y Manuel Cañada, que compartían ideología con el líder cubano y a los que Ibarra trató por todos los medios de vetar en la visita, algo muy distinto a lo que hizo Manuel Fraga en Galicia, que en su periplo con el comandante por la tierra de sus antepasados compartió espacio en todo momento con la izquierda y la extrema izquierda sin el más mínimo problema y con situaciones que nos dieron para escribir curiosas crónicas.

Evidentemente en la política, como en la vida, hay buenas y malas personas y evidentemente en la política, como en la vida, quien “siembra tormenta, recoge tempestades”, para volver al refranero tradicional convertido también en carne de coach digital.

Desde aquel verano de 2011, muy alejado de la actual polarización, me convertí en una rastreadora del resentimiento político de andar por casa, aquí en Extremadura y creo poder afirmar que a Guillermo Fernández Vara, a quien tengo por un demócrata convencido, no le dolió que la abstención de IU le desbancara del gobierno tanto como que José Antonio Monago tratara de montar falsos casos de corrupción en torno a su persona, una estrategia que el “karma” y alguien más hicieron que se volviera en su contra cuando salieron a la luz los famosos viajes que el dirigente popular hizo para ver a su amante canaria con cargo al Senado.

María Guardiola ha llegado a la Presidencia de la Junta en un tiempo récord, apenas un año después de ser elegida líder de los populares extremeños, pero en tan poco tiempo ha forjado un resentimiento que de momento le acompaña en su meteórica trayectoria política, el hecho de que Fernández Vara y los socialistas no se dignaran ni siquiera a nombrarla mientras ella se dejaba a piel por intentar darse a conocer entre los extremeños.

María nunca “olvidará como la hicieron sentir”, si volvemos a Maya Angelou, pero debería poder hacerlo porque ella es la triunfadora y, sobre todo, por el hecho de que todos los políticos, absolutamente todos, deberían de dejar sus resentimientos personales a un lado para poder ejercer correctamente su actividad pública y política. Es lo suyo, cuando son los ciudadanos quienes les entregan algo tan poderoso y sanador como es su confianza.

Me cuentan que Guardiola, cacereña de pura cepa, tampoco olvida a quienes desde su ciudad expresaron públicamente su apoyo a que el alcalde de Plasencia, Fernando Pizarro, pudiera optar a presidir el PP extremeño.

Ahora entramos en un nuevo periodo de afectos y desafectos en política con la llegada de Miguel Ángel Gallardo a la Secretaría General del PSOE extremeño. Tengo la sensación de que a Gallardo, a quien su predecesor en la Alcaldía de Villanueva de la Serena lo bautizó como “el niño de la catana”, no le importa demasiado que le sigan colgando este sanbenito y va a construir el partido que él quiere sin tener muy en cuenta los cadáveres políticos que tenga que dejar a su paso.

Tan importante como saber perder, es saber ganar. Hacerlo con humildad, elegancia, generosidad e inteligencia. Siempre es conveniente no sembrar tormentas que puedan generar tempestades de ese resentimiento que nunca se olvida.