DEJA SU IMPRONTA CON OBRAS COMO EL MUSEO HELGA DE ALVEAR, ATRIO, LA CASA DE PIEDRA EN LA SIERRILLA

Emilio Tuñón, el arquitecto que ha puesto a Cáceres en la élite constructiva

El autor recibe el Premio Nacional de Arquitectura y recuerda a su socio fallecido, Luis Moreno Mansilla. «Él se lo merecía tanto o más que yo», dice ante un auditorio presidido por la ministra Raquel Sánchez

Emilio Tuñón con la ministra Raquel Sánchez Jiménez.

Emilio Tuñón con la ministra Raquel Sánchez Jiménez. / LORENZO CORDERO

Miguel Ángel Muñoz Rubio

Miguel Ángel Muñoz Rubio

A los 8 años el padre de Emilio Tuñón le enseñó la Mezquita de Córdoba y se enamoró de aquel edificio emblema del Califato que hoy sigue concitando interés universal. A los 12, al ver la trayectoria de su hermano Antonio, comentó en casa que quería ser ingeniero naval, como él. Pero su madre le dijo que no, que se hiciera arquitecto. Lleva en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Madrid desde los 15. 48 ya. Esta noche, en el Auditorio del Complejo Cultural San Francisco, construido en el siglo XV, ha recibido el Premio Nacional de Arquitectura, y no ha podido evitar emocionarse al recoger el galardón y dedicárselo a su socio y amigo, Luis Moreno Mansilla, fallecido en 2012. Ahí han aflorado las lágrimas y el aplauso sonoro del público ha rebotado como una bendición monacal en Cáceres, la ciudad que Tuñón ha puesto en la élite constructiva internacional.

El acto ha sido hermoso. Tan hermoso que hacía tiempo que por aquí no disfrutábamos de algo parecido. Para empezar por el presentador, el siempre genial Juan Luis Cano, periodista y escritor (cómo no acordarse de Gomaespuma), que ha servido carcajadas y talento. Chascarrillos y recuerdo como aperitivo a Cayo Norbano Flaco, militar romano, cuya carrera se desarrolló en los turbulentos años finales de la República romana, que participó en la fundación de Norba Caesarina y que, según Cano, "era un delgaducho", chiste que parece fácil pero que, como todo lo locuaz, se te tiene que ocurrir. Luego siguió con aquello de que Emilio Tuñón era de los Tuñón de toda la vida, que quiso ser piloto de coches o, atención, imitador de José María García.

El maestro de ceremonias ha dado paso al discurso de Iñaqui Carnicero Alonso-Colmenares, director general de Agenda Urbana y Arquitectura, y muy alto, altísimo. Dicen que está loco por Cáceres. Cuando a Juan Luis Cano le ha tocado presentar la actuación musical de Celia Romero al cante y Francisco Pinto a la guitarra, ha sorprendido arrancándose por un cante. Y ha estado tan genial que el respetable se ha rendido a sus pies. Eso sí, lo de Celia (de Herrera del Duque) no es de este mundo. Sin micro, a viva voz, antes con su guajira y después con el 'Se nos rompió el amor' de la Jurado, esta muchacha ha vuelto a demostrar que su Lámpara Minera es más que merecida.

Laudatio

Luego ha llegado la laudatio. La ha realizado Manuel Blanco Lage, director de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de la Universidad Politécnica de Madrid, que ha estado sencillamente soberbio. Blanco Lage ha definido a Tuñón como "la excelencia de la arquitectura española". Ha recordado también a Luis Moreno Mansilla y ha hablado de Carlos Martínez Albornoz, el socio actual de Tuñón, y cómo juntos hacen "una maravillosa sinergia".

La cantaora Celia Romero.

La cantaora Celia Romero. / LORENZO CORDERO

El director de la escuela ha valorado que Tuñón haga que "lo necesario se convierta en próximo y lo próximo en necesario". Y se ha detenido en Atrio, uno de sus diseños, ese lugar que logra que un muro pinte el espacio; distinto, diverso como nuestra vida, "un pequeño tejido urbano" igual que la ciudad antigua de Cáceres. Tuñón, su arquitectura, es "aire". Ahora, los dos (Blanco y el propio Tuñón) están embarcados en la museografía de las colecciones reales. Es una obra que se sitúa en las traseras del Palacio Real. 50.000 metros cuadrados, que abrirán posiblemente en julio, y que son el eje que comunica Madrid con la naturaleza: un portento, como todo lo que hace este arquitecto, ligero y liviano. Escuchar a Blanco Lage ha sido, sin duda, una delicia.

Con Moneo

Al escenario ha subido Emilio Tuñón. Su maestro, Rafael Moneo, le había dicho antes: "Nunca te había visto con una camisa tan bien planchada". "Es que voy de estreno", le ha respondido el premiado. A Extremadura llegó Tuñón de la mano de José María Viñuela, conservador del museo Helga de Alvear, fallecido inesperadamente en junio pasado. Desde entonces su relación con esta tierra ha sido eterna.

Foto de familia en el San Francisco.

Foto de familia en el San Francisco. / LORENZO CORDERO

Todo esto ha ocurrido esta noche. Por la mañana, en el patio del Museo de Arte Contemporáneo Helga de Alvear, Emilio Tuñón acariciaba con devoción casi divina el árbol blanco de Rondinone, que en realidad Ugo tituló en 2009 ‘Hecho de nada y nada más’ y que probablemente es la pieza más fotografiada junto a ‘Luz descendente’, el impresionante candelabro rojo de Ai Weiwei, del elefantiásico centro museístico de Cáceres. El arquitecto que hoy ha pasado definitivamente al olimpo de los arquitectos españoles, paseaba entre las columnas del edificio de la coleccionista alemana que él también diseñó y que ha catapultado a la capital cacereña como una de las ciudades turísticas y culturales referentes del mundo.

Tuñón es un hombre sencillo y modesto. Calza botas negras, vaquero, abrigo azul marino y una bufanda gris que lo protege en la mañana gélida de finales de febrero. Allí atiende a los medios, horas antes de que el Auditorio del Complejo Cultural San Francisco aplauda su reconocimiento como Premio Nacional de Arquitectura.

«No soy nadie importante», asegura sorprendido ante el interés mediático que la distinción ha despertado en la ciudad. Y enseguida vuelve a demostrar su modestia: «Este es el reconocimiento de una generación de arquitectos, que trabajamos desde Madrid y algunos desde Cataluña en ciudades pequeñas, precisamente por nuestra vocación de actuar en la periferia más que en la capital. Para mí es muy importante porque es el premio más destacado que se puede dar a un arquitecto español en España. Y es un honor porque la anterior premiada fue Carmen Pinós, a la que tengo tremenda admiración, y a ella se unen los tres grandes maestros de la Escuela de Madrid, Alberto Campo, Juan Navarro Baldeweg y Rafael Moneo. Me hace mucha ilusión, además, porque Rafael Moneo fue mi maestro; trabajé con él 10 años».

En Cáceres

En 1992 Emilio Tuñón Álvarez (Madrid, 1952) fundó con Luis Moreno Mansilla (fallecido en 2012) la oficina de arquitectura Mansilla+Tuñón Arquitectos con la que construyeron obras como el Museo de Zamora, el Centro de Natación en San Fernando de Henares, el Auditorio de León, el MUSAC y el Hotel Atrio Relais&Chateaux en la plaza de San Mateo de Cáceres.

Tuñón, esta mañana en el Helga.

Tuñón, esta mañana en el Helga. / LORENZO CORDERO

Precisamente, Mansilla también fue maestro de Moneo. Hoy, más que nunca, Tuñón llevaba en el corazón a su colega. «Con Moneo lo aprendimos todo». Y añade: «Es muy emocionante que me concedan el premio un 23 de febrero, porque hace 11 años justamente que falleció Luis. En realidad es un galardón que me lo dan a mí, pero que se lo podrían haber dado a él, o a los dos, porque se lo merecía tanto o más que yo. Es un recuerdo para Luis Moreno Mansilla muy importante».

La emoción contenida da paso a otras preguntas en la charla con Tuñón: ¿Qué aportaron ustedes a la arquitectura española? «Nos gusta hacer una arquitectura contemporánea que establece vínculos con el contexto histórico. Siempre hemos trabajado en edificios culturales fundamentalmente, aunque también en viviendas, pero relacionados con el casco histórico y sus límites».

En Cáceres, por ejemplo, han realizado lo que él denomina «una familia de edificios» que establecen vínculos entre ellos y que tienen en cierta medida «un sentido del humor», por ejemplo las piezas de Atrio aparecen también en el Museo de Helga «porque en el fondo son instituciones que tienen que ver, son conexiones que van juntándose». Lo cierto es que la impronta de Tuñón y Mansilla se deja ver en las seis obras que han diseñado la ciudad: «un corpus», define el arquitecto. Ese corpus está compuesto por el relais&chateaux, el hotel de Casa Paredes, también propiedad de los empresarios Jose Polo y Toño Pérez, el Museo Helga de Alvear, la reforma de la Casa Grande y la construcción de sus almacenes (ya en marcha) y la casa de Piedra en La Sierrilla, «que aun estando lejos de Cáceres, habla de esa nostalgia del casco histórico por la utilización de la piedra, los cercos de las ventanas o el grosor de los muros».

El presidente Vara junto a los dueños de Atrio.

El presidente Vara junto a los dueños de Atrio. / LORENZO CORDERO

Se trata de edificios en los que se actúa con una vocación claramente contemporánea y que tienen una proyección en su continente, primero, pero luego en su contenido. «Las seis obras -recalca Tuñón- hablan de lo colectivo y lo privado. Es ese juego oscilante. Atrio y Paredes Saavedra son obras que están para acoger a las personas, con esa vocación de Jose y Toño de tratar bien a la gente para que se sientan en su casa. Las tres de Helga de Alvear hablan de lo público claramente y de cómo en realidad una colección que es privada se convierte en pública y los visitantes se sienten aquí acogidos».

Y aquí se corona Tuñón en una de sus frases más hermosas: «Estamos hablando de una arquitectura de los cuidados, del amor, del acogimiento». El autor es consciente de la impronta que dejan y no olvida a su amiga Helga: «La colección es impresionante y el hecho de que Cáceres la haya acogida requiere un cierto pensamiento por parte de los dirigentes que aceptaran que se instalara aquí; porque es una colección radical. Y es bonito ver cómo ese arte contemporáneo radical se ensambla con el casco histórico y establece vínculos artísticos y arquitectónicos. El arte y la arquitectura -concluye- son una forma de ver el mundo».

Hoy el acto en el San Francisco, en presencia de la ministra de Transportes, Raquel Sánchez Jiménez, el alcalde Luis Salaya, y el presidente de la Junta, Guillermo Fernández Vara, ha reunido a los mejores amigos de Tuñón, a su familia (los nietos incluidos) con quien compartió comida, a gente de la profesión y del Colegio Oficial de Arquitectos de Extremadura, de quien partió la petición luego presentada por el Consejo Superior de Colegios de Arquitectos de España. El Premio Nacional de Arquitectura, que está promovido por el Ministerio de Transportes y está dotado con 60.000 euros, brilló.

Lo que pasó en el San Francisco (contó con el respaldo de la diputación) fue magia. Dejó constancia de que la arquitectura, una vez más «mejora la vida de las personas porque les mejora la forma de ver el mundo». Y Tuñón sabe ver el mundo y acariciar el eterno árbol blanco de la vida