La crónica del Martes Santo

El Amparo salió, pero el Perdón y el Despojado no arriesgaron en Cáceres

Las cofradías de Fátima y San Juan no se atrevieron a dejar sus templos por las previsiones tan inestables

El Amparo sí lo hizo a las once de la noche por uno de los recorridos más largos, de la Montaña a San Mateo

Hay jornadas difíciles para las hermandades, y luego están las imposibles. El Martes Santo ha sido una de ellas, una prueba de fuego para los nervios de las juntas de gobierno de las cofradías cacereñas. No se puede pasar de la ilusión al desencanto, de la esperanza al recelo, en pocas horas, para volver a apasionarse y decepcionarse, y todo ello mirando con un ojo al cielo y con otro a la Aemet. Tras un día de sol, de nubes, de chubascos, de calma, de viento y de frío, el Despojado y el Perdón decidieron suspender sus procesiones. No llovía en el momento de comunicarlo, pero las nubes de agua eran evidentes y las directivas tenían clara su responsabilidad. En cambio, el Amparo pudo aprovechar horas más tarde una ventana del tiempo, y salió con dos turnos completos de carga.

Vídeo | El Amparo, a su paso por Fuente Concejo

Ángel García Collado

«Hemos valorado todos los pros y los contras, y al final, viendo la inestabilidad que hay, y dado que el tiempo no da ninguna certeza, hemos decidido no realizar este año la estación de penitencia», anunció Alberto Portillo, mayordomo de Jesús de la Lealtad Despojado, a todos los hermanos reunidos en la iglesia de Fátima a las 20.40 horas, tras dos demoras de quince minutos. Se trata de la primera procesión que se suspende este año por la lluvia en la ciudad, y la primera vez que la cofradía más joven de la Semana Santa cacereña se queda en puertas. Ya se estrenó con un ambiente desapacible en 2022, pero en aquella ocasión se arriesgó y sorteó la lluvia.

Sin embargo, el Despojado tenía previsto realizar esta vez un largo itinerario cruzando todo el centro hasta Santo Domingo, donde iba a realizar su estación de penitencia. «Ha sido una decisión muy dura pero la más sabia para todos. Aunque nos duele mucho, preferimos pecar de prudentes que de arriesgados», dijo el mayordomo. «Ahora mismo las predicciones no daban lluvia y aun así ha caído un pequeño aguacero, no debemos arriesgar a los niños, a los nazarenos, a las bandas ni a Jesús Despojado», subrayó.

Costaleros del Despojado al conocer que la procesión se suspendía. En tres años han logrado dos cuadrillas completas.

Costaleros del Despojado al conocer que la procesión se suspendía. En tres años han logrado dos cuadrillas completas. / CARLOS GIL

Los costaleros, que en esta cofradía tienen entre 20 y 40 años, no podían evitar el disgusto. Llevan meses ensayando y habían reunido dos cuadrillas completas, todo un hito en una hermandad recién creada. Además, el tiempo fue cruel con ellos. La mañana amaneció con sol y los ánimos se vinieron arriba. Los aguaceros de primeras horas de la tarde estaban anunciados, eran esperables. Pero a las ocho, hora de salida de la procesión, la lluvia se empeñaba en volver, y no caían precisamente cuatro gotas. «Estamos muy nerviosos, llevamos todo el año esperando», reconocía José Luis Barrantes, veterano de segundo año. A las ocho y cuarto amainó. Los más jóvenes estaban todavía esperanzados. Los mayores lo tenían claro y solo esperaban la confirmación de la suspensión.

Ioane y Nerea esperaban estrenarse como costaleras y no podían evitar las lágrimas. «¿Por qué lloro? No sé dar una explicación. Conoces a la hermandad, empiezas con ella, decides estar aquí, y después de tantos ensayos duele quedarse en casa», argumentaba Nerea. «Esto es una familia, me puede el sentimiento porque aquí he aprendido cosas que nunca me habían enseñado», se sinceraba Ioane.

Pese al mal tiempo, los exteriores de los templos que hacen de sedes canónicas de las cofradías del Martes Santo, estaban llenos de gente que esperaba la salida de las hermandades. Estoicamente, con frío y con paraguas, no se movían. De hecho, al suspenderse la salida del Despojado, el público se dirigió desde Fátima a San Juan. «A ver si esta la salvamos», comentaba un grupo de chavales mientras se apresuraba Cánovas abajo. Pero tampoco pudo ser. Pronto se vio a los hermanos de los Ramos con su característica esclavina morada subir por San Antón. «¿Se ha suspendido el Perdón?» «Se acaba de suspender».

San Juan, tampoco

Efectivamente. A las 20.45 horas, quince minutos después del inicio fijado, la junta de gobierno de la Real y Fervorosa Hermandad de los Ramos subió al altar para comunicar lo evidente. Luis Manuel Rodríguez Parra, su mayordomo, explicó que las previsiones daban posibilidad de lluvia. Optaron por salvaguardar «la integridad de nuestro patrimonio, de nuestra talla y de los hermanos más pequeños, para evitar cualquier contratiempo».

Quedaba suspendida la procesión más íntima de las tres que saca esta cofradía en solo cuatro días. Se trata de un vía crucis con Nuestro padre Jesús del Perdón, una talla del siglo XVII rescatada de Granadilla cuando el pueblo quedó muerto por la construcción del pantano Gabriel y Galán. Desfila el Martes Santo hasta los tres conventos de clausura (San Pablo, Santa Clara y las Jerónimas) con una estética muy peculiar, en silencio, con música de capilla, en una atmósfera especialmente espiritual y recogida. Finalmente, el vía crucis se realizó en el interior de San Juan, con las excelencias musicales de Sacrum Trío.

Tristeza en San Juan al conocer la decisión de que debían quedarse en el templo.

Tristeza en San Juan al conocer la decisión de que debían quedarse en el templo. / CARLOS GIL

La talla, ornamentada siempre de un modo muy especial, llevaba un bello homenaje al campo extremeño, con encina, tomillo, retama, brezo y lirios. También suponía un guiño al entorno del santuario de la Virgen de la Montaña, en el centenario de su coronación. Estos son los detalles que hacen especial a la cofradía de los Ramos.

Desde la Montaña

Faltaba la tercera procesión, precisamente la que menos suele arriesgar en caso de lluvia. El Santísimo Cristo del Amparo tenía  previsto salir a las once de la noche desde su ermita, en la falda de la Montaña, para realizar un recorrido especialmente largo, con el mayor de los encantos, por San Marquino, Fuente Concejo, el sabor popular de Caleros (donde le llueven saetas), Santiago, el Socorro, Santa María y, desde allí, todos los adarves arriba buscando la calle Ancha para finalizar en San Mateo. Todo ello con pocas posibilidades de resguardo en caso de aguacero.

A las diez de la noche la decisión no estaba tomada. Concejo volvía a concitar al público pese al frío. Los hermanos seguían deliberando junto a esta nazareno del siglo XVII, que lleva la sencillez al extremo, siguiendo la identidad de su cofradía, posiblemente la más austera.

Finalmente, a las diez y media se anunció la salida. La creación este año de una estructura de cinco metros en el patio de la ermita, ha permitido, por primera vez en la historia de la hermandad, tener a punto la imagen sobre sus andas, algo hasta ahora imposible en días de meteorología dudosa. Y así, el Amparo fue la única en procesionar el Martes Santo, resarciendo a los cacereños de tantas idas y venidas, a los saeteros de tanta incertidumbre, y a los cofrades de tanta congoja por lo que está por venir estos días.