San Fernando 2024

La noche de feria que una diva se quitó el sujetador en Cáceres

Antes que Rigoberta Bandini o Amaral, en la década de los 70 otras, como Susana Estrada, fueron avanzadas a su época y en la caseta El Globo, que montó Felipe Vela en la plaza de los Maestros, ya reivindicaron el feminismo frente al corsé del sostén en una feria que supo romper moldes en Cáceres

Miguel Ángel Muñoz Rubio

Miguel Ángel Muñoz Rubio

Los orígenes de la Feria de Mayo hay que buscarlos en el Fuero de Cáceres, donde ya se habla de las transacciones comerciales fundamentalmente relacionadas con el ganado, aunque no es realmente hasta mediados del siglo XIX cuando los grandes ganaderos afincados en la ciudad abogan por instaurar una feria ganadera acorde con la importancia de una capital de provincia como era Cáceres. La primera Feria de Mayo se celebra en 1896, siendo alcalde Nicolás Carvajal Cabrero tras múltiples reuniones previas que el ayuntamiento mantiene con ganaderos y propietarios de la Sociedad General de Fosfatos que explotaban las minas de Aldea Moret.

1896 fue un año muy importante para la ciudad: inauguró la luz eléctrica, el Paseo de Cánovas y la Feria de Mayo. Cáceres nunca tuvo especial fe por San Fernando y nunca le levantó ermita o capilla; realmente la fecha de la feria la eligieron los ganaderos y solo el azar y no una tradición religiosa quiso hacerla coincidir en el calendario con San Fernando. El Rodeo fue su primera ubicación y muy pronto la feria tendría eco en Cáceres.

El Teatro Principal y el Variedades programaban elencos de gran categoría y desde 1846 la plaza de toros trae carteles de postín. Uno de los más importantes fue el de 1943. Toreaban Manolete, Arruza (un mexicano que banderilleaba muy bien) y Morenito de Talavera. Esa fue una feria que movió mucho dinero porque coincidió con la llegada a la provincia de alemanes que buscaban wolframio, así que en los tendidos se veían por puñados a quienes encendían cigarrillos con billetes de 1.000 pesetas.

Y es que aquellos fueron los años del auge del woframio, durante la Segunda Guerra Mundial, cuando alemanes e ingleses peleaban por ese mineral. El suministro de wolframio, del que España era productora, resultaba vital para los planes de Hitler y esto supondría una gran revolución económica en nuestro país y el nacimiento de una burbuja que ayudaría a pagar las deudas contraídas durante la guerra civil.

35 años en el ferial

Este año se ha cumplido, precisamente, 35 del traslado de la feria a su recinto actual, en el campo de aviación. Allí, durante años, El Periódico Extremadura tuvo su propia caseta de feria, núcleo de atracción de toda la sociedad cacereña, que esperaba ansiosa la edición del día siguiente para ver su foto reflejada en el diario. Por aquella caseta, que contaba con Pepe None (emeritense que compaginaba su faceta de showman con la de repartidor de Danone, de ahí el pseudónimo de ‘None’) como principal animador, pasaban cada Feria de Mayo cientos de cacereños.

Pero lo feria no solo estuvo en el campo de aviación, también estuvo en El Rodeo y después en los Fratres. Y sea en cualquiera de sus ubicaciones, los cacereños han sido fieles a la tradición de cada mes de mayo. Porque la feria está relacionada con muchas pequeñas historias de miles de ciudadanos, entre ellos Tacatá, un cacereño que se hizo célebre por su carrito de helados con sus garrafas de corcho y su tapadera de níquel. Tacatá era bajito, vivía por Aguas Vivas y siempre se le veía por la feria, prensaba el hielo, le ponía un palo y luego lo rociaba con sabores de menta, canela, naranja o limón.

Caseta El Maño

Luego estaba la caseta de El Maño, que vendía vino dulce. A su lado existía otra caseta que se hizo famosa porque dentro, en el mostrador, había un mono atado a una cadena. De tantas veces que los muchachos iban a acariciar al mono, el animal se hizo rebelde, tan rebelde que a las caricias respondía con mordiscos o manotazos, según le viniera en gana. Vamos, que el mono tenía un poquino de mala leche.

Esa caseta estaba enfrente del almacén de grano de los Muriel, a quienes se les conocía como los Siriri. Su propietario era Gabino Muriel (el abuelo), cuyo testamento verbal decía que todos los hijos y todos los nietos primogénitos de su familia tendrían que llamarse Gabino y todas las hijas y nietas primogénitas habrían de llamarse Vicenta, haciendo honor así a la memoria de sus antepasados. El almacén estaba a continuación de los Blázquez en la avenida de Portugal, que entonces era el más importante nudo comercial y de comunicación de la ciudad dada su cercanía con la estación de ferrocarril y El Fielato, nombre popular que recibían las casetas de cobro de los arbitrios y tasas municipales sobre el tráfico de mercancías, aunque su nombre oficial era el de estación sanitaria, ya que aparte de su función recaudatoria servía para ejercer un cierto control sanitario sobre los alimentos que entraban en las ciudades.

Las monjas del Colegio San José

En San Fernando las monjas del Colegio San José, que estaba en Santa Gertrudis, llevaban a las internas a la feria del Rodeo cuando en el Rodeo no estaba la Residencia y solo existían en Cáceres la Casa de la Madre y el hospital Provincial. En el Rodeo había ganado y cacharritos: los caballitos, la noria, las cadenas, las barcas de madera y el tren de la bruja, que era la atracción estelar. Luego estaban los puestos de turrón y de juguetes, que esos solían ponerse por la avenida de la Montaña, y a veces también estaban en Colón y en la avenida del Brocense, donde ahora están el pabellón polideportivo y el instituto.

En ocasiones las monjas aprovechaban la feria para que sus alumnas se hicieran una foto. En aquellos años era muy común el bambi o el caballo de madera que el fotógrafo Santiago Caldera ponía justo en Calvo Sotelo y que utilizaba para sus montajes fotográficos.

Caldera fue uno de los fotógrafos más conocidos de la ciudad. Aprendió pronto el oficio y aunque la fotografía era su gran pasión, antes ejerció de zapatero y hasta repartió novelas por entregas. Aquel caballito de Caldera fue tan popular que dio origen a un dicho no menos divulgado: «Eres más famoso que el caballo de Caldera, que no come pero da de comer». En feria, en lugar del bambi o del caballo, Santiago utilizaba una Vespa, así que cientos de niños cacereños se hacían la foto de la feria junto a la Vespa de Caldera.

Cuando la feria la pusieron en los Fratres, junto a la estación vieja, hasta ella acudían los circos, los titiriteros, y ponían una caseta municipal en la que una vez estuvo Juan Pardo cuando estaba tan de moda, y hasta Tony Roland . También pasó por Cáceres Isabel Pantoja, al poco tiempo de morirse Paquirri. Luego, al Gran Teatro acudían importantes compañías de revista y la feria se ponía muy animada.

En los años en que instalaban la feria en el Rodeo, la avenida Virgen de la Montaña se llenaba con los turroneros. Eran años duros para las economías domésticas, pero siempre había algo guardado para que los pequeños montaran en la noria, en el carrusel con sus cubas y aquellos volantes en el medio y las focas con la bola en el hocico, y las barcas, los cochecitos, los caballitos...

Al regresar del ferial, te compraban un trocito de turrón, o la manzana con caramelo, las garrapiñadas, la fruta escarchada, o alguna de aquellas pelotas de colores que tenían una goma y podías meterlas en el dedo. En Pintores también había puestos, donde se amontonaban trompetas, gorros, souvenirs en suma de la feria.

Luego estaba el teatro de Manolita Chen, que decían que salía al escenario desnuda cuando más bien lucía bañadores de esos de patera. También venían los circos, con sus payasos y aquel colorido, y aquellas lentejuelas que inundaban Cáceres de alegría.

Cuando la feria estaba en Los Fratres ponían la caseta municipal. Un año vinieron Los Bravos, que estaban en todo su apogeo. Había teatros, revistas, acudieron Jesús Puente y Quique Camoiras y el Gran Teatro se puso hasta arriba porque en aquella época todo era una novedad.

Susana y El Globo

Unos años antes de empezar a construir los pisos de la Plaza de los Maestros, en 1977, Felipe Vela habló con los propietarios del solar y montó una caseta en la Feria de Mayo a la que puso por nombre El Globo. La caseta era de plástico, se inflaba con un compresor; la trajeron de Tomelloso (Ciudad Real). Habitualmente las casetas de feria las montaba Pepe Aranega, dueño de las discotecas 2003 y Ara, del hotel Ara y de Acuario. Eran casetas descubiertas pero como en la feria siempre llovía, se acababa perdiendo dinero.

Así que en el 77 Vela puso El Globo. Llevó a Lola Flores, María Jiménez, Pablo Abraira, el de ‘Gavilán o paloma ‘, Paco Martín, Romeros de la Puebla, Amigos de Gines, bueno y a Susana Estrada, que hizo con Fernando Esteso la peli Pepito Piscinas y que esa noche enseñó las tetas al ritmo de su memorable canción ‘Quítate el sostén’.

Mucho antes de todo eso, hacia 1875 Alonso Machacón abrió en la calle Andrada La Machacona, que en realidad era una posada, la única que había en esa zona y que competía con otra posada de nombre novelesco llamada La posada del humo, que estaba en la plaza de las Canterías. Eran años en los que durante la feria venían a Cáceres putas ambulantes, que prestaban sus servicios en barracones que se montaban para la ocasión o incluso en estas mismas posadas.

En La Machacona

La de La Machacona tenía dos entradas. Por Andrada entraban los clientes, por la calle Ríos Verdes lo hacían las bestias, puesto que donde ahora está situado el escenario estaban las cuadras.

A los cinco o seis años de su apertura, Alonso Machacón murió. Se hizo cargo del negocio su mujer, a la que apodaban La Machacona por ser la esposa de Machacón. El local funcionaría como posada hasta después de la guerra civil, que se cerró.

En la década de los 70, coincidiendo con la etapa de la transición y la llegada de la democracia, cogieron La Machacona para explotarla como bar Juan Sánchez Escobedo, Juanín, profesor, Lin (hermano de Teresa y Manolo Mateos, de Trujillo), y Carlos, otro profesor.

Exaltación de la Cruz (conocida como Salti) y su marido, José Ramón, eran amigos de Juanín. Ellos procedían de Esparragosa de Lares, vamos que eran paisanos de Pablo Guerrero. La pareja decidió hacerse cargo del bar cuando Juanín y sus amigos lo dejaron. Estaba entonces de camarera Vicki, la que tuvo Las Claras. Ellos relanzaron el Carnaval y empezaron a ofrecer los primeros conciertos.

Pero la época dorada de La Machacona fue, seguramente, la de los 90, cuando Marce Solís, Tomás Pavón y Fernando Jiménez Berrocal se hicieron cargo de ella. Se convirtió en un café latino, en un cabaret, en un mito de la movida en definitiva. Allí actuaron Alexis Valdés, Bebe con su guitarra, El chaval de la peca y Pedro Almodóvar, que acudió a una recordada entrega de premios que se organizó para celebrar el 15 aniversario del garito.

En torno a La Machacona se creó un movimiento cultural del copón (allí, con Marce, nacieron los San Pancracio). Iban Santi Márquez, Ricardo, que hacía cómics, los de Coup de Soupe, Bola, José León, Rita, Julián Rodríguez, María José Cebriá, Paco Expósito, biólogo que ahora tiene un estudio de diseño en Londres, Píu, que fue novio de la actriz Maruchi León, Hilario Bravo, Olga Estecha, el inolvidable escritor Luis Alviz y tantos otros. Pero esta es ya otra historia.

La vida pasa y Cáceres, antes de irse a dormir, echa la vista atrás y recuerda que antes de que llegaran Rigoberta Bandini o Amaral, Susana Estrada defendió arriesgadamente el feminismo y aquel último corchete de su Playtex que con tanta maestría desabrochó en El Globo de la plaza de los Maestros mientras cantaba «Quítate el sostén, ponte tus tejanos, la hora de las chicas ha sonado ya, tenemos que lograr dominar a la ciudad, deja que tus pechos se muevan al andar...».

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