Opinión | Tribuna

Los nuevos valores sociales

Las redes sociales, al alza.

Las redes sociales, al alza. / EL PERIÓDICO

La sociedad de consumo ha desvirtuado la auténtica esencia del vivir. En los tiempos que corren se prefiere vivir sobradamente. Esta tendencia responde a la creciente propensión a confundir el Estado del bienestar con una sociedad líquida y sin arraigo de valores. En tiempos no muy lejanos, las personas buscaban reflejarse en el espejo que representaban los intelectuales, los buenos profesionales y, si se quiere, hasta los héroes y mártires. Estos personajes eran paradigmas a imitar. El ejercicio de una profesión manual o intelectual siempre ha producido emotividad. Ayuda a que el individuo se realice. Hoy, en cambio, son los influencers, vacíos de ideas y de proyectos, los modelos que siguen nuestros jóvenes.

La inteligencia y la emotividad deben alentar un universo excepcional en el que, a través de un proceso de observación y reflexión, nos lleve a un mundo más humanizado. Sin embargo, la búsqueda de los grandes valores tradicionales, sean intelectuales, artísticos o conductuales, se está perdiendo. Decaen las exigencias en el ámbito educativo y profesional, por no hablar de la política, y nos deslizamos por el tobogán que nos brinda una sociedad que parece que solo piensa de forma hedonista. El vivir honestamente, según los cánones clásicos, en los que se prestigia la solidaridad, el esfuerzo, el respeto, la tolerancia o la responsabilidad, está pasando en nuestros días a un segundo plano. Buscamos la inmediatez en la consecución de nuestros fines. Se ha perdido el concepto de la obra bien hecha. Tampoco nos cuestionamos si nuestros logros son éticos. Ni nos detenemos a pensar si los triunfos sociales van a servir para realizarnos mejor como personas; si, en definitiva, nos van a humanizar más. Solo nos afanamos en buscar objetivos meramente materiales que satisfagan nuestros instintos, a veces nuestros bajos instintos, y en los que la emotividad apenas cuenta. Es cierto que no podemos generalizar estos comportamientos, pero el predominio de estas ideas parece evidente.

En un mundo donde triunfan los populismos, la creatividad y el esfuerzo se menosprecian. Se intenta que todo sea fácil. Pero la vida no es un camino de rosas. Es un trayecto en el que encuentras rosas, pero también espinas. Y es mejor preparar a los jóvenes para los momentos álgidos. Y, pese a que la mayoría creemos que compartimos esta reflexión, no estamos preparando a nuestra juventud para los momentos duros y difíciles que el porvenir sin duda ninguna les va a deparar.

La sociedad está cambiando a marchas forzadas. Vivimos bajo el paraguas de las nuevas tecnologías. La inteligencia artificial esconde grandes enigmas. Los jóvenes, que contemplan una sociedad muelle, permisiva, que les satisface todas sus necesidades graciosamente, se deslizan hacia ideas que, por lo menos a los que nos hemos educado en la cultura del esfuerzo y el trabajo, nos deben llevar a la reflexión. Las encuestas no son exactas, pero marcan tendencias. Y las opiniones extraídas de consultas a los jóvenes europeos revelan datos que deben alertarnos: un cuarenta por ciento considera la pena de muerte como completamente asumible. Respecto a la inmigración se vislumbra una inclinación cada vez mayor a considerarla como un fenómeno que empobrece económica y culturalmente a un país. Se propugna un Estado fuerte que controle el orden público, dé seguridad y esté al servicio de los ciudadanos para procurar su bienestar personal. Se destaca el desinterés por la política y la religión. Por el contrario, los jóvenes muestran una gran tolerancia hacia los comportamientos que se entienden como pertenecientes al ámbito privado (homosexualidad, sexo, aborto, eutanasia ...). Son amantes de la paz y, eso sí, tienen más preocupación por el medio ambiente.

Lass redes sociales ocupan un lugar preferente en la vida de los jóvenes. Su uso desmedido está provocando alarma social e institucional. Las redes trabajan con algoritmos que provocan adicción. De ahí que la Unión Europea haya abierto expedientes plataformas por la falta de transparencia y desprotección de los menores por sus prácticas adictivas. No es solo que muchos jóvenes no hayan abierto un libro en su vida, es que todo su ocio se basa en la interacción con redes sociales. Su uso desmedido y sin control preocupa.

Los que no pertenecemos a las jóvenes generaciones, pensamos que estamos contribuyendo a una sociedad sin valores. O al menos, con valores equivocados o disvalores. Importa más el derecho al bienestar que el sacrificio para conseguir ese bienestar. El esfuerzo no se premia. La solidaridad no importa. Solo hay derechos; ninguna obligación. Se piensa que el trabajo no realiza, humilla. Y se cree que el Estado debe asumir todos los gastos y satisfacer todas las necesidades. Pero hay un hecho incontrovertible: los ingresos del Estado para satisfacer esas necesidades son limitados, y son exclusivamente los que aportan sus ciudadanos. Esto es, los contribuyentes como usted y como yo.

* Catedrático