Opinión | A la intemperie

Extremadura, vuelta y vuelta

Ahora que está el romero en flor y, a su espalda, la jara está al aguardo…

Pollo (1)

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Ahora que está el romero en flor y, a su espalda, la jara está al aguardo… me han venido a las mientes las adelfas floridas de Puente Ayuda. Quizá no fueran adelfas, solo tal vez. Quizá fueran romero y jara. Lo que sí recuerdo es que iba yo a los toros de Barcarrota cuando se me averió la mula, un Renault 21. Sentado en un peñasco, al sol de septiembre, mientras esperaba la grúa, me vino el apetito… peladilla y bacalao de feria. Y me fui quedando dormido y soñé que comía… Y en eso llegó el camarero, chaquetilla blanca la suya…

Vuelta y vuelta. Vuelta y vuelta a empezar. Andando caminos, romero y jara. Una ruta alrededor de nosotros mismos. Calor y color de Extremadura. Extremadura y más allá. Hay una Extremadura que busca siempre el mar. Extremadura hasta la hipérbole. Viajando por la tierra nuestra de cada día, de Herrera a Badajoz, de Hervás a Llerena, y vuelta a empezar. Entrañables historietas escritas con tinta sangre del corazón. El pálpito poético de todos los tragaldabas que en Extremadura han sido… –¿Cómo quiere el chuletón? –Vuelta y vuelta, por favor. –Señor, bendice los alimentos que vamos a tomar (y devuélvenos el peñón de Gibraltar).

Paso a paso. Extremadura, la tierra de las mil y una posadas. Del hambre al hartazgo. Extremadura abrasada de sol, de viento castigada. Extremadura al amparo de castillos y monasterios, al paso de mercados y tenderetes, en la calma de las chimeneas y los braseros. Extremadura la de los mil y un fogones (y los que se tercien). Extremadura, donde aletea el íntimo misterio de comer y haber comido. Extremadura contemplada con curiosidad, los ojos abiertos hasta el sobresalto… –Por favor, un café. –Por favor, bombones de higo.

Paso a paso. Extremadura, la tierra de las mil y una posadas. Del hambre al hartazgo. Extremadura abrasada de sol, de viento castigada. Extremadura al amparo de castillos y monasterios, al paso de mercados y tenderetes, en la calma de las chimeneas y los braseros.

Trago a trago. Extremadura, la leyenda del agua que quiso ser vino. Extremadura y tiro porque me toca. A mesa y mantel. Aromas que emocionan. Emociones que aroman. Porque aquí se come tan bien como donde mejor. ¡Y que aún haya quien no se sienta orgulloso de ser extremeño! Tenemos la caza, el cordero, las chacinas, las tortas, los aceites… y las manos limpias para cocinar. Tenemos la compaña y la sobremesa, el tiempo y la palabra. Comer es la tertulia, comer es la compañía galante… y Zurbarán colgando de las paredes. La santísima trinidad del buen yantar. ¡Menos miserias y más sábanas de hilo! Sibaritas del mundo entero, el inventario de la felicidad principia aquí… –Camarero, una copa de cava, por favor. –¿Cava extremeño? –¡Sin duda!

Bocado a bocado. Extremadura es tan ancha… Aquí, para comer y volver comer, hay que viajar y volver a viajar. Puede que en otras tierras los buenos restaurantes se agolpen en tupido minifundio, pero aquí, en Extremadura, Dios nos ha dado los caminos para gozar, más aún, del paisaje y del paisanaje, para abarrotar el alma de la dicha de andarlos y, sobre todo, para comer de cabo a rabo, mañana, tarde y noche. Leguas de pasión, dentelladas de placer… Extremadura, a toda vela… –¿Tiene el cortapuros a mano? –Por supuesto.

Volver y volver. Volver al camino, al romero y a la jara, débil ante la tentación de la buena mesa, lleno de un entusiasmo casi infantil. Volver a cierta estética del gusto. Volver al espíritu poético que habita en la prosaica necesidad de comer. Volver al alboroque dichoso de celebrar que estamos vivos. Volver a dar gracias al Creador por darme las ganas de comer y darme qué comer. Carne de pluma, Extremadura jovial y risueña, Extremadura a mesa puesta. Y de la mesa a la vida. Siempre café, copa y puro. –La cuenta, por favor, que esta tarde es tarde de toros en Barcarrota, que esta tarde en Barcarrota torea…

Y, en eso, lo que llegó fue la grúa.

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