Editorial

La escalada de delitos entre menores solo puede frenarse desde la educación

La escalada de delitos entre menores solo puede frenarse desde la educación

La escalada de delitos entre menores solo puede frenarse desde la educación / EL PERIÓDICO

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La Fiscalía de Extremadura presentó esta semana a la Asamblea su memoria anual con unos datos estremecedores sobre los delitos sexuales que afectan a menores en la comunidad. Una sola frase pronunciada por el fiscal superior, Francisco Javier Montero Juanes, describe una situación alarmante: «Hay una agresividad latente y soterrada que eclosiona con demasiada facilidad». No es solo una impresión. Los datos lo corroboran: el aumento es de un 50% en los cometidos por menores y un 65% en los que ellos son víctimas de delitos sexuales.

El informe también recoge el crecimiento de la violencia intrafamiliar y de género, al tiempo que considera "absolutamente desbocada" la incidencia de las tecnologías en la comisión de delitos, sobre todo internet o redes sociales.

Hay una relación evidente entre todos estos factores. Y dolorosos ejemplos que lo demuestran, como la veintena de jóvenes implicados en el caso de Almendralejo, diez de ellos menores, que usaron una aplicación para vejar a otras tantas chicas mediante la difusión de falsos desnudos creados a partir de una de tantas aplicaciones que circulan en un mundo, el de las nuevas tecnologías, con líneas aún demasiado finas entre su utilización para contribuir a mejorar la sociedad y la destrucción de principios y valores básicos para la convivencia.

"Son cruciales medidas educativas que erradiquen comportamientos cuyo final se traduce en la vulneración de los derechos del otro

Existe un transfondo sociológico que tiene su piedra angular en cómo los jóvenes hacen uso de las infinitas posibilidades que les ofrece un mundo cada vez más dependiente de la interconexión digital. Consideramos nativos digitales a las generaciones nacidas a partir del siglo XXI con la misma ligereza que podríamos haber calificado de expertos conductores a quienes vinieron al mundo en plena expansión de la industria automovilística. Los chavales tienen toda la tecnología a su disposición y, en numerosas ocasiones, su habilidad para el manejo supera cualquier posibilidad de control por parte de los padres. Eso no se soluciona mediante la censura o la prohibición, llámese pin parental o cualquier otra fórmula basada más en la represión que en la educación. Las consecuencias podrían ser, incluso, más nocivas. Porque lo que se echa realmente en falta es una formación como personas en un mundo azotado por la incertidumbre y la precariedad laboral. En el que los antiguos ascensores sociales ya no funcionan. Tener un grado universitario ya no es sinónimo de puesto asegurado y bien remunerado. Los sociólogos y psicólogos que han expresado sus opiniones esta semana tienen clara esa relación: a más desigualdad, más facilidad para la aparición de perfiles violentos que no encuentran cauces para canalizar una frustración para la que tampoco están preparados.

En la vida real, los problemas no se bloquean con un clic, ni se premia con un "me gusta" el esfuerzo en el estudio o en el trabajo.

"En la vida real, los problemas no se bloquean con un clic, ni se premia con un "me gusta" el esfuerzo en el estudio o en el trabajo

Acostumbrados a un mundo donde todo se consume de manera rápida, donde la premura gana a una mínima reflexión, el explosivo cóctel está servido.

Es un fracaso generalizado, fruto del vértigo que gobierna estos tiempos. Las tecnologías pueden ser buenas o malas, depende de cómo y para qué se utilicen. Como la legislación suele ir muy por detrás de la evolución de la sociedad, las grandes tecnológicas empiezan a reclutar entre sus filas a licenciados en Humanidades. Los filósofos arrasan en Silicon Valley por su capacidad para razonar y entender el futuro. Justo cuando la Filosofía ha sido reducida o eliminada para siempre del currículo escolar.

Así, resulta difícil erradicar peligrosos estereotipos, imposible avanzar en la pretendida igualdad. Porque los especialistas se muestran de acuerdo en la dificultad de extirpar el concepto trasnochado de masculinidad que se asocia a la violencia de género. La Fundación Anar acaba de hacer público su informe anual. Las llamadas de jóvenes por violencia machista, con casos que las víctimas, a veces, ni siquiera tienen conciencia de que sean tales, "se han disparado". El acceso a la pornografía es fácil y, sin educación sexual, el peligro de normalizar como conductas sexuales lo que es claramente abuso y violencia contribuye a alimentar esos terribles datos de la Fiscalía extremeña.

Con la agresividad por bandera se traspasan todas las barreras del respeto al otro. Se elimina la conciencia de ciudadano y el sentido de colectividad. Ahí reside también el germen de problemas ligados al vandalismo, como el vivido en el barrio cacereño de La Madrila. Que la Policía Local tenga que recurrir a disparar al aire para detener a un conductor temerario, previamente amenazado de muerte, traspasa las habituales quejas de vecinos en una zona en la que conviven con dificultad el ocio con el uso residencial.

Los problemas existen y están diagnosticados. Por supuesto que no se puede generalizar ni identificar juventud y uso de la tecnología con violencia. Pero son cruciales medidas educativas que erradiquen comportamientos cuyo final se traduce en la vulneración de los derechos del otro y de las leyes que los protege.

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