Opinión | A la intemperie

El trile, el trilero y los incautos

Lo grave no es que nos gobierne un chiquilicuatre, sino que haya quien le vote

Milei.

Milei. / EL PERIÓDICO

Suma y sigue. En cascada. La degradación extrema de ayer queda corta hoy. No me atrevo a nombrarlo no sea que traiga mal fario. Este elemento que nos gobierna es capaz de extremar su degradación día tras día. Decisiones descabelladas que, según la mayoría de los opinadores políticos, sean o no de su cuerda, solo persiguen el poder a cualquier precio. Son los tan traídos y llevados intereses electorales de las decisiones del presidente. Y aquí es donde la puerca tuerce el rabo…

¿Es posible que semejantes trapacerías lleven a cambiar su voto a un solo votante? Es palmario que la degradación moral extrema, que no por extrema deja de ser creciente, es la seña de identidad del mandarín de Moncloa, pero deberíamos preguntarnos a la vista de cuanto ocurre qué grado de aturdimiento moral vicia al cuerpo electoral español para que las majaderías den votos. La pregunta tiene tela…

Los antecedentes los conocen: indulta y amnistía sin rubor a quienes dieron un golpe de estado; modifica el Código Penal al dictado de los delincuentes para que en el futuro delincan sin pena; pone en libertad a cientos de violadores y silba; señala y amenaza a jueces, periodistas y empresarios con descaro; gobierna sin presupuestos y ni se inmuta; mantiene en su cargo a un fiscal general cuyas decisiones han sido declaradas ilegales por los tribunales; es incapaz de sacar adelante ley alguna porque sus ministros votan contra él y no dimite… Y, sin embargo, los incautos siguen apostando porque creen saber dónde esconde la bolita el trilero…

¿Cómo es posible que aquel teatrillo indigno, cinco días de enredo y suspense, le dé votos? ¿Cómo es posible que aquella burla a la ciudadanía le dé votos? ¿Acaso no son sus votantes lo suficientemente despiertos para abominar de tan trapacero engaño?

¿Cómo es posible que la farsa ignominiosa que ha concluido con la retirada de nuestra embajadora en Argentina le dé votos? ¿Acaso no ven los votantes que ha elevado un asunto personal a cuestión de Estado? ¿Acaso sus votantes no comprenden que los únicos perjudicados por tan insensata decisión somos los ciudadanos? ¿Cómo es posible que reconocer como estado a un territorio gobernado por un grupo terrorista le dé votos? ¿Cómo es posible que, entre un estado democrático y un grupo terrorista, prefiera a los terroristas? ¿Acaso no se espantan sus votantes de las alabanzas que le rinden los terroristas?

¿Cómo es posible que una política exterior manifiestamente contraria a los países de nuestro entorno le dé votos? ¿Acaso sus votantes se sienten más cercanos a las dictaduras de Irán, Venezuela, Rusia o Marruecos?

¿Cómo es posible que modificar las normas para que los empleados puedan cobrar las prestaciones para desempleados le dé votos? ¿Acaso no ven sus votantes que gobernar a golpe de pandereta, con desprecio de toda mesura en el gasto, despilfarrando de manera obscena, es la ruina de nuestros hijos y de nuestros nietos?

Y no, aquí no hablamos ni de Milei ni de Netanyahu, ni siquiera de Begoña, aquí hablamos de ese al que no quiero nombrar, de sus embustes -o si lo prefieren, de sus cambios de opinión- y de su gobierno de opereta, del juego del trile, del trilero y de los incautos, panolis o tolilis, que al trile pierden siempre, pero siguen jugando. Lo verdaderamente grave no es que nos gobierne un chiquilicuatre, lo verdaderamente grave es que haya españoles que, sin ser manifiestos enemigos de España, a la vista de tamaños despropósitos, le voten. He ahí el misterio.n