FIESTA DE INTERÉS TURÍSTICO INTERNACIONAL

Cuatro años después... Cáceres recupera por fin su Lunes Santo

El regocijo de Salud y el silencio de Batallas devuelven a la ciudad una noche con carácter

Nadie imagina la incertidumbre de un mayordomo cacereño en Lunes Santo. Quiere la providencia, o el Meteosat, que casi ningún año esté libre de borrascas, que esos mayordomos tengan siempre el peso de la última decisión sobre exponer tallas, niños y procesiones enteras. Pero hoy no... Hoy ha lucido el sol a primera hora y tanto en la Concatedral como en Santo Domingo se vivía otra alegría, otro brío, la tranquilidad del «¡Salimos!», la expectación del «¡Atentos!», la emoción del «¡Arriba!» que siempre alborota el estómago del cofrade como si fuese la primera vez. Y así, después de cuatro años lastrados por la lluvia y la pandemia, Cáceres ha recuperado su Lunes Santo, un día siempre de grandes contrastes.

Primero ha salido la Franciscana Hermandad de la Salud, que ha conformado en poco más de una década uno de los mayores pasos de misterio (‘Señor de la Salud en su Injusta Sentencia’) y una segunda talla mariana, la Virgen de la Estrella. Fundada en 2007 por una directiva muy joven, esta cofradía tiene en su arrojo y en su falta de prejuicios por incorporar novedades (este lunes iban repartiendo entre el público cruces de Tau y llaveros nazarenos), su identidad más característica.

«Contamos con una buena junta directiva», agradecía poco antes de la salida Eduardo Martínez, el nuevo mayordomo, imbuido en esos últimos momentos de tensión cuando se repasa el itinerario, se comprueba el incienso, se encienden los ciriales... Cuarenta costaleros para los seis metros de andas del Señor de la Salud, otros 28 para la Virgen, unos veinte de relevo, 40 hermanos de luz y un nutrido grupo de nazarenos responsables de portar ornamentos e insignias, esperaban nerviosos el momento.

Y el momento ha llegado a las ocho de la tarde con una salida realmente novedosa a la que se ha incorporado el himno de Extremadura. Fuera no cabía un alma. Y así, bajo los acordes de la Agrupación Jesús Nazareno (Jerez de los Caballeros), y La Soledad de la Algaba (Sevilla), la comitiva ha emprendido un recorrido a paso costero, a tres pasos, con levantás al vuelo o a pulso aliviado que iban llenando las calles de aroma a rosas, claveles y lisiantus traídos expresamente de Holanda, Ecuador y Colombia. Ya en San Juan se tenía previsto interpretar ‘Bendición’ en honor al fallecido Martín Cisneros, y en Santo Domingo una lluvia de pétalos.

Lunes Santo de contrastes ¿Por qué? Porque mientras la Salud avanzaba por el casco viejo, la cofradía de Batallas emprendía desde la Concatedral una de las procesiones más recogidas. Batallas está en la raíz de la Semana Santa cacereña, en los valores tradicionales que le caracterizan: la cadencia del paso, la horquilla, el orden, el silencio... Y esta noche con más devoción, tras cuatro años de espera.

«Solo pido que después de tanto tiempo sin poder salir a las calles seamos capaces de transmitir esa fe, ese cariño y ese saber de la Semana Santa de Cáceres», declaraba por la mañana Inmaculada Hernández, mayordoma, este año aquejada de una incidencia temporal que no le ha permitido acompañar todo el recorrido. «Me siento tranquila porque somos un equipo, somos ‘batalleros’ y todos saben lo que tienen que hacer», afirma orgullosa de sus hermanos.

La ciudad ha acudido a reconocerse en estas imágenes que forman parte de las vivencias de tantos cacereños, como esa cruz guía de Santiago con el corazón, los siete puñales y la corona de espinas que muchos vieron de niños, de jóvenes, de adultos... Primero procesionaba el paso titular, el Cristo de las Batallas, tallado a semejanza del que portaban los Reyes Católicos en campaña, rodeado de doscientas docenas de claveles amarillos colocados uno por uno con mimo por los cofrades.

Detrás, una de las principales novedades de la Pasión, el Fervoroso Cristo del Refugio (S.XVIII) con sus nuevas andas, obra de Manuel y Elvira Polo, que representan las torres, arcos y palacios de Cáceres en relieve. Finalmente, la belleza serena de María Santísima de los Dolores (S.XVIII), vestida y ornamentada un año más con antirrhinums, gladiolos y anturiums blancos y crema por José María San Félix. «Sé que ella se siente muy guapa por las calles de Cáceres», comentaba con esa mirada que solo entienden quienes han sido alguna vez cofrades. 

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