MUJERES QUE HACEN EXTREMADURA | MUJERES RURALES | Blanca Vivas Ganadera

«He tenido que luchar mucho para darme mi lugar»

«He tenido que luchar mucho para darme mi lugar».

«He tenido que luchar mucho para darme mi lugar». / CEDIDA

Cuando Blanca Vivas (Bilbao, 1968) tenía 18 años se enamoró de un muchacho de Hinojal y decidió cambiar por completo su vida en la comodidad de la ciudad para ir a vivir a un municipio de menos de 400 habitantes. «En el pueblo fundé una explotación que primero fue de ovejas y luego de cabras, fue bastante difícil abrirme hueco, siempre me he movido en un mundo de hombres», explica.

Dice que se ha movido en un mundo de hombres, ¿cómo ha sido?

Yo creo que por mi forma de ser se me han abierto algunas puertas, soy muy aperturista. Digo que me he movido en un mundo de hombres porque tuve la explotación ganadera, me metí a política y me gusta el mundo de la tauromaquia. He tenido que luchar mucho para darme mi lugar. En los inicios, notaba que los hombres siempre llevaban la voz cantante en las reuniones de ganaderos, pero yo no me dejaba acobardar. Siempre he sido muy echada para adelante. Pero es cierto que la mentalidad en un pueblo es diferente a la de una ciudad, o es lo que yo viví.

¿En qué sentido?

Yo noto que la mujer que no ha salido nunca del pueblo sí ha estado totalmente supeditada al hombre. Como que la voz de la mujer ganadera, si había un hombre, estaba más callada. En mi caso, yo he tomado mis decisiones, he sido la ganadera y mi marido que es veterinario es quien me ha ayudado. Él no ha tomado nunca una decisión sin contar conmigo, ha tenido en cuenta que la ganadera soy yo. No me he sentido menos o no he dejado que me hagan menos. Siempre he tenido voz y voto, he dado mi opinión y he protestado cuando ha habido que protestar.

¿Por qué ha costado más abrirse camino en el mundo rural?

En el mundo rural la mujer ha estado más a la sombra, pero tenía laboras muy importantes. Al final se terminaba hablando siempre del ganadero, como si fuera él el que hacía el trabajo grande. Sin tener en cuenta, además, ese otro trabajo que tenía la mujer: el de llevar su casa. El hombre terminaba su jornada y se iba a descansar. En los pueblos todavía hay muchas ideas machistas arraigadas, sobre todo en la gente más mayor. 

¿Persiste la brecha de género en los municipios?

Creo que, por ejemplo, la mujer todavía no cobra lo mismo que el hombre. Es diferente con el ganado, que lo suelen llevar personas dueñas de las explotaciones y, afortunadamente, ya sí puede haber titularidad compartida. Pero cuando vas a la vendimia, no pagan igual. Por eso también se está luchando constantemente. Si nosotras estamos haciendo el mismo trabajo que un hombre, se nos tiene que pagar igual. En el caso de las tareas domésticas, puede que sea más chapada a la antigua. Tengo dos hijos mayores y están acostumbrados a que su madre sea la que lleva la casa. En general no me conlleva sacrificio, pero cuando es época de parideras no doy abasto. Y no se quejan si no puedo hacer alguna cosa, pero tampoco sale de ellos ayudar. Ahora mi hijo mayor se irá con su pareja a vivir y tendrá que acostumbrarse a llevar su casa porque ella también trabaja (risas).

¿Cómo ha ido evolucionando?

Las mujeres ganaderas ya nos estamos haciendo más visibles. Avanzamos muy lentamente, eso sí. Nosotras tenemos las de perder, pero no creo que seamos el sexo débil, como han pensado muchos hombres. Yo creo que somos el sexo fuerte, porque podemos con todo. Somos muy importante, llevamos el mundo. Y creo que tenemos que darnos nuestra importancia. Nos han enseñado que tenemos que agachar la cabeza y aceptar lo que nos digan, pero ahora cada vez tiramos más para arriba. Además, creo que tenemos que ayudarnos unas a otras, trabajar unidas para que no puedan con nosotras. Porque somos lo mejor de lo mejor.